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sábado, 28 de diciembre de 2013

BASKET DEL BUENO POR NAVIDAD


     Se viene (cómo me gusta este latiguillo argentino) uno de los grandes acontecimientos deportivos de la Navidad. Ese Barça - Madrid o esta vez ese Madrid-Barça de baloncesto que focalizará toda nuestra atención mañana. Por primera vez en muchos (muchísimos) años no podré hacerlo por la radio, lo que sin duda echaré de menos, pero estaré pegado a la televisión para disfrutar de 40 minutos imprescindibles para los amantes del basket.

     Esta vez el Real Madrid comparece con un "ultra" favoritismo inédito en los últimos tiempos y el Barcelona con piel de cordero, pero real, no de esas que a veces los equipos se ponen para despistar al contrario. Los merengues acuden con la tarjeta de derrotas completamente inmaculada. Suman 12 de 12 en la Liga y 24 de 24 en todos los partidos oficiales del curso, récord histórico de la sección, un guarismo casi milagroso para estas alturas del curso. Los de Xavi Pascual se han dejado ya unos cuantos partidos por el camino (3 en ACB, 3 en Euroliga más la final de la Supercopa precisamente contra el Madrid), pero más allá de las derrotas los culés se encuentran sumidos en un mar de dudas. Juegan muy poco bonito, aún no han organizado los roles y otra vez la gran mochila ocupa la cada vez más castigada espalda de Juan Carlos Navarro. Con estos antecedentes y con un Palacio a reventar entregado a la filosofía Laso, parece difícil apostar unos cuantos billetes a la causa visitante.

     Pero el Barça es el Barça. Y los aficionados al baloncesto saben que no es una frase hecha, sino un termómetro que casi siempre dispara el mercurio cuando aparece en escena un derbi. Así fue sin ir más lejos en la pasada final doméstica, en la que un Barcelona bastante inferior se agarró con uñas, dedos, muñecas, brazos y corazón (mucho corazón) a una serie que al final el Madrid líquidó en el quinto partido. Para poder competir los azulgranas necesitan a un Navarro en versión machaco a los de blanco, a un Huertas activo (llega en en ese tramo de la temporada en el que parece un jugador menor), a un Papanikolau con raza y puntos, a un Oleson enchufado, a un Lorbek notable y a otro de los de dentro (¿Lampe motivado?) sumando en su tarjeta para aguantar el ritmo endiablado de los madridistas. Con estos ingredientes creo que el Barcelona estaría en el partido, aunque es casi quimérico pensar que el Madrid no cogerá un par de rachas en algunos momentos del duelo.
 
    
     Porque este Real Madrid tiene mucho. Muchísimo. Demasiados actores en el teatro para poder engañar o detener a todos. Sergio Rodríguez comparece en un momento sublime que le ha encumbrado al cajón de mejor base de Europa. Rudy anota, rebotea, roba, asiste, defiende... y hasta le da tiempo a desquiciar al rival. Llull es un compendio de vitaminas en los derbis. Carroll agarra la racha en el 6.75 y hace del "boom, boom" una religión. Mirotic sabe que este tipo de partidos alimentan su candidatura a ser el número 1. Y luego está Felipe, imperial en las últimas citas. Y la mala leche de Bourousis, que ya ha escrito varios tomos de ese libro llamado Saber Competir. Si a esta macedonia de virtudes y talento le unimos la actividad defensiva de tipos como Slaughter y Darden, repito que se antoja muy complicado pensar en un triunfo forastero.

     El Madrid huele su oportunidad de hacer sangre. El Barça sabe que este es el duelo que puede cambiar la tendencia, o al menos apretar esa tecla de la fe que hasta hora su teclado tiene escondida. Los hinchas merengues verán el partido relamiéndose por la posible bacanal de puntos y juego. Los aficionados culés pondrán la tele bajita con el miedo de una severa derrota. Laso buscará velocidad, defensa brutal y correr mucho. Pascual anhela una colección de telas de araña para enmarañar al talentoso contendiente. Pero todo esto que yo he escrito quizás no valga para nada cuando el balón toque el cielo del Palacio en la primera acción. Porque esto es un Madrid - Barça, ese choque en el que tantas y tantas veces no gana el que está mejor. Disfrutadlo. Y qué haya muchos más. Soy de los que piensan que esta rivalidad es un tesoro para el baloncesto. 
 
 
 
 

martes, 17 de diciembre de 2013

LOS 10 CRACKS DE EUROPA... EN BALONCESTO



     La semana pasada elegíamos a los 10 mejores futbolistas de Europa desde el arranque de la temporada hasta ahora http://www.elgoldemadriz.com/los-10-cracks-de-europa/. Hoy vamos a hacer lo mismo con el baloncesto. Persigo el mismo fin, que no es otro que me aticéis, critiquéis y zarandéis hasta la extenuación. No olvidéis que esta lista es muy subjetiva y que me he estado estrujando el cerebro durante horas… qué digo horas, días… qué digo días, semanas. Me da un apuro terrible haber dejado fuera a fenómenos como Rudy, Diamantidis, Bjelica, Delaney, Hopson o Tomic, pero hay que tomar decisiones. No me enrolló más, estos son mis 10 cracks de Europa… en baloncesto.
 

10. ALEXIS AJINCA. He dudado mucho, pero lo meto en el top 10. Su virtud es la misma que su defecto, que juega en un equipo muy débil para medir exactamente su peso en la competición. Es el máximo anotador de la Euroliga por minutos jugados. Más allá de los números, me parece un jugador bestial. Muy alto, muy físico, muy atlético, pero no exento de buena mano y capaz de regalar 5 o 6 jugadas de museo por partido. Su exhibición contra el Madrid en Francia fue colosal. Anhelo verlo en un equipo con más aspiraciones. Carne de NBA. De la buena, de la que se corta con tenedor.

9. ANDRÉS NOCIONI. El Chapu es un jugador eterno. Su peso en el Baskonia es infinito. En puntos, en rebotes… y en huevos. Tiró del carro en el amanecer del curso cuando la bola quemaba en las manos de cualquier otro jugador del cuadro vitoriano. Un lujo para Liga ACB y para la Euroliga, un lujo para sus compañeros y un lujo para los que disfrutamos con este maravilloso deporte. Nocioni, siempre en mi equipo.

8. EMIR PRELDZIC. Siempre me enamoró este jugador turco de origen esloveno. Pero ha roto esta temporada, con 26 años y el maestro Obradovic en el banquillo. Ha pasado de jugar unos minutos a jugar los minutos importantes. Y de no mirar el aro a jugarse las bolas calientes. Como ejemplo, la exhibición en su último partido continental con 21 puntos, 7 capturas y 6 asistencias. Hace de todo. Y es tan elegante que en ocasiones hasta parece flotar. Muy, muy, bueno. Al top 10 de cabeza.

7. SONNY WEEMS. No representa el perfil de mis jugadores favoritos, pero tras un sesudo análisis conmigo mismo he considerado que lo justo es que el americano esté en esta lista. Destaca en un equipo con actores como Teodosic, Pargo, Khryapa o Krstic. Muy tirón, éste se juega las bolas calientes, las templadas, las frías y las congeladas. Pero este curso le está sacando a Messina de más de un laberinto. Admirable su capacidad de romper al defensor en el 1x1  con piernas y cintura.
 
 
6. KEITH LANGFORD. Parecido a Weems en su querencia por lanzar mucho a canasta. Este año le vale para estar en el podio de máximos artilleros de la Copa de Europa. Cuando coge la racha es imparable, mola ver esa muñeca zurda taladrando una y otra vez la cesta del rival. La estrella del Olimpia de Milán, cuyas opciones de alcanzar los cuartos de final pasan por este anotador compulsivo. Su irregularidad le impide estar incluso más arriba.

5. BOJAN BOGDANOVIC. ¡Cómo ha crecido este jugador! Una metamorfosis consumada en el Europeo de Eslovenia y en este primer tramo de la campaña 13-14. Lejos queda aquella etapa en el Real Madrid en la que el croata colocó el basket demasiado lejos de sus prioridades. Ha madurado en la cancha… y fuera de ella. Básico para Zeljko, de hecho es el que más minutos juega en el Fenerbahce. Pide de manera compulsiva las bolas decisivas. Enorme jugador. Su capacidad de progresión asusta. En el top 5 por méritos propios.

4. DANIEL HACKETT. Su gran temporada ha provocado que un amplio abanico de equipos lo quieran fichar, incluida alguna franquicia de la NBA. Este multitatuado escolta que no llega a los 2 metros se mudó a Siena para crecer, y a fe que lo ha conseguido. Anota mucho y no rebotea poco. Siempre valora por encima de 20, lo que demuestra su capacidad de sumar en  muchos departamentos sin la necesidad de alcanzar los 20 tantos por velada. Y qué coño, esas rastas molan mucho.  ¿Lo he situado demasiado arriba?
 
 
3. VASSILIS SPANOULIS. Hoy por hoy este tío es el dios del baloncesto. Capaz de asesinar al equipo rival con una ráfaga de triples consecutivos sin que se le mueva un solo pelo de su poblada barba. Él solito ganó el partido en Málaga, él solito lo remontó ante Siena, como él solito machacó al Madrid en la final de Londres con una segunda parte sencillamente antológica. Es insultantemente bueno. Y nunca se ríe, eso me encanta. ¿Será capaz de ganar 3 títulos seguidos con Olympiacos?

2. SERGIO RODRÍGUEZ. Talento, descaro, imaginación, acierto en el tiro, origen de alley-oops, bombas, cestas a aro pasado, diversión, BALONCESTO. En el mejor momento de su carrera, el canario se ha convertido en el mejor base de Europa. Ahora mismo es capaz de cambiar la dinámica de un encuentro o de levantar de sus asientos a 12.000 espectadores que se rompen las palmas para aplaudir a este genio. Juega en la pista como juega en sus sueños. Una bendición para vender este deporte, para convencer a los incrédulos de que el baloncesto es una maravilla.

1. NIKOLA MIROTIC. El mejor jugador de Europa. Y punto. Le bastan veintipico minutos para reventar todas las estadísticas. Anota, rebotea y saca faltas para ir al 4.60 cuando su equipo (pocas veces) se atasca en ataque. Ambicioso sin límites, alimenta dos obsesiones: ser el mejor y levantar la Copa de Europa con el equipo de su corazón. Ni siquiera se puede atisbar el techo de Muñequita de seda, un jugón de dimensiones bíblicas. Dentro de un lustro estará en el top 10 de la NBA. Un jugador celestial.
 
 

lunes, 2 de diciembre de 2013

UNA HISTORIA DE AMOR CON DESENCUENTROS


     Pablo Laso – Real Madrid, un matrimonio que debería ser un ejemplo de convivencia, de amor, de felicidad, de entusiasmo, de abrazos y de cenas románticas con velas a la luz de la luna. La pareja ha renovado su compromiso hasta el verano del año 2016. Sí, porque aunque fuera difícil de entender, hasta ahora el club no había reforzado a su entrenador a pesar de que su contrato expiraba al final de esta temporada ya iniciada. Desde fuera puede parecer que la relación Real Madrid – Pablo Laso ha sido idílica, que no ha tenido ninguna fisura, que la confianza de la sección y del club en su empleado no muestra costuras. No es así. No sé si la renovación del entrenador vitoriano ha sido simplemente una cuestión de inercia o de atender al clamor popular, pero de lo que estoy convencido al 100% es que el matrimonio Laso - Real Madrid es una historia de amor con varios desencuentros.

     Pablo Laso. Una Copa, Una Liga, un par de Supercopas  y una final de la Copa de Europa tras 17 años de profunda sequía. Y más allá de las copas, de los trofeos, de los títulos Laso se ha abrazado con fervor y pasión a ese maravilloso intangible llamado juego. Yo no soy aficionado del Real Madrid, soy aficionado al basket, un simple periodista enamorado con locura de este hermoso deporte llamado baloncesto. Supongo que la hinchada del Madrid demanda títulos. Pero para los que estamos metidos de lleno en este negocio, para los que día tras día tratamos de convencer a la gente de que el basket es la leche, Pablo Laso, sus jugadores y su proyecto son una bendición. El Madrid gana y ENAMORA. Juega como los ángeles, da espectáculo, se exhibe en cada actuación. Como bien expresó hace unos días el maestro Antoni Daimiel, hoy por hoy el Real Madrid es la oferta de ocio más atractiva de la capital de España. Ojo, no es fácil lograr eso. Es harto complicado meter 12.300 aficionados en el Palacio en un partido de la primera fase de la Euroliga. No olvidéis de dónde venía este equipo. No olvidéis con qué dudas, y en algún caso hasta befas y chanzas, aterrizó Pablo Laso Biurrún en uno de los banquillos más eléctricos del deporte español.
     Laso ha firmado su renovación, sí. Sus ayudantes en el cuerpo técnico todavía no, por cierto. Durante el proceso Laso jamás ha alzado la voz. No ha presumido, no ha sacado pecho, ni siquiera ha utilizado algún resorte a su disposición para presionar al club. Su posición siempre ha sido cómoda en el sentido de que tiene el apoyo casi unánime de su afición, que adora a su entrenador y le agradece haberle devuelto la capacidad de presumir de equipo y de vitrinas. Posición cómoda también en el sentido de que Pablo Laso ha tenido un buen abanico de ofertas para dirigir a equipos de la élite europea. Al coach vasco le han ofrecido proyectos muy ambiciosos y pasta para vivir de las rentas unos cuantos años. Y su salida del Madrid era muy, muy, muy, pero que muy asequible. Una cantidad tan ridícula para ejercer la rescisión de manera unilateral que hasta me da pudor publicar aquí las cifras. Calderilla si hablamos de deporte profesional de primer nivel. Desde luego, este entrenador no se ha quedado por dinero. Ganará aquí bastante menos de lo que podría haber percibido en otros lugares.

     Vuelvo al matrimonio. Tengo muy claro que en esta relación de pareja una parte ha dado mucho más que la otra. Pablo Laso y su cuerpo técnico se abrazan a un vértice romántico casi imposible de ver en el deporte profesional. Son madridistas, sienten mucho esos colores. En algunos casos concretos estos trabajadores, estos empleados son hinchas acérrimos del Real Madrid. Ganar títulos con otras escuadras les haría profundamente felices, pero levantar copas con el Madrid supone para ellos una satisfacción eterna. Creedme, no exagero. Por eso afirmo que Laso ha dado mucho más de lo que ha recibido. Con su trabajo, rozando el sobresaliente. Y con su compromiso, que le ha llevado a aceptar una oferta de renovación rubricada tras un largo proceso que él no consideraba justo. En definitiva, el entrenador de Vitoria se ha entregado en cuerpo y alma, de cabeza y corazón, con pizarra y sin ella al Real Madrid de baloncesto.

     ¿Y la otra parte? Pues te quiero, pero no eres el único. Me gustas, pero no lo veo claro. Te respaldo, pero si me ganas esta Liga. Dame un beso, pero no me estrujes. Te renuevo, pero tarde y sólo por un año. Sí, así como suena. La primera oferta que el Real Madrid le pone al entrenador sobre la mesa es de un año. Solamente un año. ¿Ofreces un año si estás convencido de que en tu banquillo tienes al comandante de un proyecto ganador? Esta no es una historia de amor con nubes de colores, paseos románticos en barco, piruletas de corazón y abrazos en una piscina de bolas. No, no lo es. El único que siempre, desde el principio, incluso cuando era más difícil, ha mantenido su apuesta sólida por Laso es Alberto Herreros. Insisto, el único. De hecho, aunque sea indemostrable, estoy completamente convencido de que si el Real Madrid no hubiera ganado el quinto partido de la Final ACB 2013 Pablo Laso no sería ahora mismo su entrenador.

               

                 

lunes, 18 de noviembre de 2013

"LLEGAR EL ÚLTIMO ES UN PRIVILEGIO QUE JAMÁS TENDRÁ EL QUE NO LO INTENTA" (Mi primera Maratón)



     Hace más de un año y menos de dos, me lancé a las calles de Madrid para correr la Media Maratón, mi primera carrera de 21 kilómetros y 97 metros. Los días anteriores habían sido complicados por culpa de una fisura de costilla, pero al final Pablo (mucho más que un fisioterapeuta para mí) me ayudó a comparecer en la línea de salida. Pasado el kilómetro 12, le dije a Rulo, mi compañero de aventuras: "Tampoco es para tanto, tío, voy bastante bien, yo creo que podemos ir a por la maratón ". 40 minutos más tarde, cuando divisamos el kilómetro 19, le comenté: "Ni de coña hago una maratón, ni de coña". A esas alturas me dolía todo menos la costilla fisurada.

     Ayer terminé la primera maratón de mi vida. La de Valencia, otra vez junto a Raúl, que ya suma dos. La vida de un ser humano debe ofrecer unos cuantos retos. Tan grandes o pequeños como los sienta cada persona. Eso es, afortunadamente, personal e intransferible. Para mí cualquier persona que se calza las zapatillas y sale a correr es un héroe. Los que hacéis carreras populares a menudo sabéis que en el asfalto te encuentras ejemplos de superación maravillosos, increíbles. Yo busqué en la maratón un desafío, una motivación, un reto. La satisfacción de cruzar la meta es enorme, y más porque ahora pienso lo mismo que antes de arrancar y durante la prueba: mis rodillas no estaban capacitadas para cubrir 42,195 metros.



 

     Cuando uno siente pasión por algo suele cruzar el umbral de la locura y se convierte en un tarao de la pasión en cuestión. Si eres aficionando al running seguro que sabes lo que es la cintilla iliotibial, ese hueso de la rodilla que nos hace la vida imposible a muchos corredores populares. Después de unos cuantos sinsabores y decepciones a la hora de realizar tiradas largas, tenía muy claro que pasara lo que pasara en la maratón de Valencia debía empezar de cero. He probado muchas cosas, pero la realidad es que las rodillas siempre me vuelven a doler. Así que una vez que me recupere cambiaré la técnica o me abrazaré al calzado minimalista, pero es imposible disfrutar de esto con las malditas rodillas dando permanentemente el coñazo. Por eso, porque en mis rodillas no tenía los 42,195 metros, hoy me siento tan orgulloso de poder decir que soy un maratoniano.

     Los retos son ilusión, nervios, dudas, cosquilleo, canguelo, emoción. La noche anterior dormí inquieto, en parte también por la pedazo de fiesta que se estaban pegando en el garito situado justo debajo del hotel. Me levanté a las 6.30, cogimos fuerzas con el desayuno y nos dirigimos a la salida con la suerte echada y toneladas de ganas. Mientras esperábamos en la parada del autobús, un paisano nos recogió y nos llevo a la Ciudad de las Artes y las Ciencias, maravilloso escenario para la salida y llegada de la Maratón de Valencia. "Qué envidia me dais vosotros que sois jóvenes, ojalá pudiera yo correr 42 kilómetros. Me voy a la montaña a hacer marchas, no te creas, que también cuesta lo suyo". "Envidia nos da usted, es un héroe". Y es que nuestro conductor tenía 80 años. El deporte como modo de vida. Muy bonito, muy emocionante.
  
     Estiramientos, vaselina, el último pis, el guardarropa, las fotos, las conversaciones para soltar los nervios. Seguro que muchos sabéis de lo que hablo. Y a las 9.07 en punto, a correr. Yo durante las carreras hablo poco, pero ayer mucho menos porque era incapaz de aislarme de las rodillas. Permanecía alerta al primer indicio de dolor. Sabía que era un error, que en una maratón lo positivo debe engullir a lo negativo, pero a veces la mente es incapaz de olvidar lo que te hace mal. Así llegamos al kilómetro 18, primer lugar en el que iba a ver a mi ángel de la guarda. El apoyo moral durante una maratón es imprescindible, por eso me quito el sombrero (de copa) con los cientos de personas que te animan durante el recorrido, que se molestan en perder su tiempo en impulsar a deportistas completamente anónimos. "Yo no estoy para correr, pero gritaré todo lo que pueda". Es muy hermoso, de verdad, sois la leche. Y tener a tu ángel de la guarda supone crear alicientes en tu espíritu. Ese "Me quedan 3 kilómetros para volver a verle, para una dosis de Reflex y varias dosis de sonrisas" acaba resultando decisivo.



 

     Pasado el kilómetro 21 comenzaron las molestias. Primero la rodilla derecha, luego la izquierda, pronto las dos. La verdad es que lo pienso en frío y creo que ayer cometí una locura, aún no sé cómo coño llegué a la meta. Para paliar el dolor tratas de cambiar los apoyos, de pisar mejor, de pensar en otra cosa, de pegar un aullido de desahogo o simplemente intercambiar unas palabras con otro maratoniano. Eso funciona 700 metros, o quizás un kilómetro, pero te quedan más de 20 para llegar al final. Ayer me demostré a mí mismo que en ocasiones la mente puede con todo. Pensé muchas veces en parar, en parar y terminar andando, en parar y estirar, en parar y... Muchas, muchísimas veces. Pero el corazón me gritaba que lo siguiera intentando. El dolor aumentaba, las piernas se dormían y en mi mente se cruzó el miedo de estar cometiendo una temeridad. Los kilómetros iban cayendo, aunque fuera con desesperante lentitud. Así llegué al 35, último encuentro con mi ángel de la guarda. "Estate feliz porque llegados aquí ya la terminas, aunque sea caminando". Desde ahí hasta la meta tardé 50 minutos más, aunque me guardo en la mochila del orgullo que en ningún momento paré de correr. Incluso en el kilómetro 40, ya con el Oceanográfico al fondo, medité seriamente finalizar andando. Sin embargo, al final fuimos capaces de apurar las últimas gotas de gasolina del depósito.

      Las sensaciones vividas durante el último kilómetro fueron inefables, increíbles, irrepetibles. Los márgenes de la calzada repletos de gente animándote al último esfuerzo, los voluntarios sacándote una sonrisa, los maratonianos con una mueca de felicidad que enterraba la cara de puro sufrimiento, el speaker dejándose la garganta y el alma... Buah, tremendo, de verdad. Piel de gallina sólo con recordarlo. Incluso ese último kilometro se me hizo larguísimo, incluso los últimos 195 metros sobre la moqueta azul me parecieron 195 kilómetros. Pero al cruzar la meta me sentí completamente realizado, es un sentimiento que sólo si lo has experimentado sabrás de lo que te hablo. Una gran satisfacción. La primera maratón fue incluso más dura de lo que había imaginado.

      Hoy por hoy sé que mis rodillas no tienen 42,195 metros. Pero mi corazón sí. Y eso le pasa a miles de personas que luchan cada día por cumplir sus desafíos. Pequeño, mediano o grande. Da igual el tamaño porque para ti ese reto es gigantesco. Os ánimo a todos a salir a correr, sean 5 kilómetros o 42,195 metros, da lo mismo. Como vi escrito ayer en la espalda de un maratoniano, "Llegar el último es un privilegio que jamás tendrá el que no lo intenta". Y, sobre todo, os animo a perseguir vuestros sueños porque el camino os hará fuertes y el premio tiene un sabor increíble. Y a través de este humilde blog os doy las gracias de corazón por la enorme cantidad de mensajes que me habéis transmitido, por los ánimos y por compartir conmigo esta gran aventura. Ha merecido la pena, aunque lleve casi 24 horas sin poder caminar. ¡A por el siguiente reto!

 

martes, 5 de noviembre de 2013

SIN TÍTULO



Algunas personas, sobre todo las que me quieren mucho, hasta el punto de quererme tal y como soy, me han recomendado que no escriba este artículo. Y seguramente, como siempre, tengan razón. Os digo lo mismo que les he transmitido a ellos. Si no lo publicara, no sería yo. Quizás sería un Blas más inteligente, más responsable, más racional, más reflexivo. Pero no sería yo. Y eso jamás me lo podría perdonar. Soy el único responsable de mi conciencia, y me acuesto cada noche con millones de dudas, con toneladas de autocrítica, con cosas de mi comportamiento diario que cambiaría… pero con la conciencia tranquila de no haber jodido a nadie, al menos conscientemente. Así he visto a actuar durante muchos años al único ídolo que tengo, que es mi madre. Eso es para mí la honestidad. Fallo a menudo en el intento, pero al día siguiente me levanto y lo vuelvo a intentar con denuedo. Es una lección que trato de impartirme a mí mismo cada día de mi vida.

Este blog (mi blog) me ha servido durante este tiempo para desahogarme, para compartir los sentimientos y sensaciones (no es lo mismo) que llevo dentro, para agradecer a nuestros oyentes su apoyo incondicional y para intentar que os acerquéis a la verdad sin maquillaje, que suele ser muy diferente a esa verdad con rímel, colorete y pintalabios que a algunos les interesa transmitir. La verdad que sufrimos, lloramos, peleamos, rabiamos, y defendemos los que hemos lucido con orgullo y dedicación la camiseta de Deportes Onda Madrid. No le impongo mi verdad a nadie, sólo faltaba. Pero tampoco me da la gana ocultárosla. Volvamos a finales de diciembre de 2012.

El terrible Expediente de Regulación de Empleo afectó en la radio a 5 redactores de deportes (José Luis Poblador, Margot Martín, José Vicente Delfa, Juanma Ruiz y Óscar Plaza) y tres técnicos de sonido (Vicente Martín, Manolo Soria y Juan Ignacio Ochoa). Antes habían dejado en la cuneta a Rosa Vara de Rey, Alfonso Núñez, Alfonso Bernardo y Jesús Ruiz, compañeros que no gozaban de un contrato normal (¡cuántas promesas incumplidas!), pero activos de los Deportes de Onda Madrid a todos los efectos. Siempre me ha gustado utilizar la expresión uno más. En lo personal sólo puedo decir que cada día que he compartido con ellos he tratado de que se sintieran a gusto, de cuidarles y de demostrarles que su trabajo estaba muy por encima de muchas personas que despreciaron, desprecian y despreciarán hasta el último día su privilegio de currar en la Radio de la Comunidad de Madrid. Aún ahora, varias batallas después y con la enorme satisfacción de comprobar cómo poco a poco están recuperando su sonrisa, cómo han salido de esta situación de mierda, sigo pensando que ellos han sido los grandes damnificados de esta injusticia. Porque dando mucho más que los que estamos y que algunos de los que ya no están, se han ido con las manos vacías. En definitiva, los Deportes de Onda Madrid vieron como 9 de sus 15 componentes se iban a la puta calle.

No tendría blog, hojas ni años de vida para escribir en este post el trato injusto que recibimos los Deportes de Onda Madrid dentro de nuestra casa. No tendría blog, hojas ni siglos de vida para contar el cariño, el calor, el apoyo incondicional que los Deportes de Onda Madrid hemos recibido (y recibimos) por parte de los oyentes. Ha sido emocionante vuestro constante empujón, cómo os habéis pringado en una causa que nosotros siempre hemos sentido como colectiva. Vosotros nos habéis llevado en volandas, nos habéis llenado el depósito de gasolina cuando se aproximaba a la reserva, nos habéis puesto la piel de gallina, nos habéis pegado un abrazo en la puerta del Metro de Delicias, nos habéis venido a visitar a nuestras cabinas de los estadios y pabellones, nos habéis ayudado a invadir las redes sociales, nos habéis acompañado todos y cada uno de los días de esta mierda que comenzó hace ya demasiado tiempo. Juntos hemos gritado ese VIVA LA RADIO tan especial  que no es más que una frase que conecta a la gente de Deportes de Onda Madrid con sus oyentes. Habéis estado ahí cuando más os necesitábamos, sois los únicos que habéis creído en nosotros desde el minuto 1 de este partido que perdimos ante un rival marrullero, cobarde e injusto. Un rival con una plantilla muy amplia, con demasiada gente en sus filas, incluso aquellos que megáfono en mano se erigieron en adalides de la camaradería y al final no han sido más que cómplices cobardes de la injusticia. Los oyentes sois la clave de todo esto, siempre lo seréis. Nosotros nos ponemos con pasión delante de un micrófono porque vosotros estáis detrás, siempre ha sido así. Todavía hay muchos iluminados que se creen que la radio la hacen para ellos mismos.

Mención especial merecen esos oyentes que ya se han convertido en amigos. Vosotros sabéis quiénes sois, lo sabéis perfectamente. Cada hostia, cada batalla, cada caída, cada lágrima, cada rabia, cada injusticia, cada palo os hemos encontrado ahí para que nos abrierais un restaurante de madrugada, para pedir una ronda de camisetas o para leer en una reunión de Peñas un precioso texto escrito con esa patata que late siempre a la izquierda. Nunca nos hemos caído porque nos sobran cojones, pero cuando tropezamos ahí aparecéis vosotros para enderezarnos. Jamás olvidaremos lo que habéis hecho por nosotros. Sin nada a cambio, por fidelidad. La verdadera fidelidad, la de corazón, no la de boquilla. Socio, como cantan en tu estadio, en las buenas y en las malas.

Resulta curioso como gente que has conocido gracias a la magia de la radio te trata infinitamente mejor que personas que llevan años compartiendo las paredes de la radio contigo. No quiero ser injusto, no me lo perdonaría, así que no voy a olvidar a los grandes compañeros de Onda Madrid que nos han apoyado. También vosotros, COMPAÑEROS, sabéis quiénes sois. Fue reconfortante escuchar la voz de alguien que intenta detener la meada que le están metiendo a los Deportes de Onda Madrid en una reunión en la Redacción, o el cariño sincero de alguien que quiso venir a compartir una cena con nosotros, o las caricias y aliento de aquellos que saben que algunos supervivientes rabian con la injusticia que se ha cometido con sus camaradas, con el fantástico modelo de radio Deportes Onda Madrid. Repito, no nos olvidamos de vosotros. La pena es que habéis sido excepción, insultante minoría… y eso tampoco lo vamos a olvidar jamás. Algunos todavía se marchan a su casa convencidos de que las víctimas son verdugos, o incluso que los que están muertos se han suicidado. ¿Cobardía? ¿Supervivencia? ¿Maldad? Me la refanfinfla. En cualquier caso es acojonante. A demasiadas cosas alucinantes hemos asistido en esta historia de mierda.
                Sábado 12 de enero de 2013. Fue el horrendo día de los burofaxes, de la ejecución masiva. Me tocó trabajar, pude entrar en la radio, estaba en la lista de supervivientes. Lo que viví aquella mañana de sábado me lo guardo para mí. Lo que os cuento a vosotros es que no vi ni a un solo jefe en la radio. Ni uno. Nadie quiso dar la barba, aguantar el tirón, pasar ese trago que va en el sueldo. Tampoco estuvo el Jefe de Deportes, José Luis Poblador, que en esta historia siempre actuó como jefe en la sombra y líder en el sol. Estoy absolutamente seguro de que él sí hubiera ido a su radio aquel sábado, pero no pudo ir porque desde la noche anterior sabía que le habían echado. Los que ejecutaron el ERE lo hicieron sin el más mínimo criterio profesional, sin evaluar rendimientos, actitudes, aptitudes, personas, labores, dedicación. Su gestión ha sido penosa, catastrófica, inaudita. Pero siempre he intentado transmitiros que en el motor de Onda Madrid no todo son piruletas de fresa, ositos de colores y nubes de caramelo. Y una mierda. Nadie de los que tenían peso en las negociaciones, NADIE, remó por evitar la injusticia que se iba a cometer con los Deportes de Onda Madrid. Ni la Dirección de la radio ni los Sindicatos. Nadie. Todos sabían mucho antes de la masacre quiénes eran los elegidos, hay documentos que así lo atestiguan. Ni siquiera tuvieron a posteriori la gallardía de despedir en antena a los camaradas técnicos Vicente Martín, Manolo Soria y Keko Ochoa. Eso también lo hicieron los de deportes que se quedaron, en nombre por supuesto de los 15 Yumas. 6 supervivientes que se quedaron en la empresa no precisamente por la ayuda de Dirección y Sindicatos.

                No olvidamos. Ni debemos ni podemos.  Porque no queremos olvidar que los Deportes de Onda Madrid fuimos acusados por muchos compañeros de, escribo literal, “hacer una campaña abusiva en las redes sociales”. Sí, el asunto de las camisetas, benditas camisetas, y también la recogida de firmas. Quizás a estos compañeros les jodió que colaboradores de 40 euros el partido (Chema y Escobar, vaya pelotas tenéis) defendieran más su curro que las inamovibles momias de sueldo Nescafé. Nadie quería ruido. Nadie quería menear el árbol. ¿Por qué? Porque nadie se iba a la puñetera calle salvo los 9 de Deportes de Onda Madrid y 3 técnicos de sonido. Tampoco queremos olvidar la humillación que sufrimos los Deportes de Onda Madrid en aquella reunión conjunta del jueves 10 de enero de 2013, en la que casi todos nos trataron como si no existiéramos simplemente porque alguien metió a los Deportes de Onda Madrid en el ERE de la tele. El primero, el Director de la radio, que fue el que más habló y el que más nos obvió. Por cierto, no ha cumplido nada de lo que dijo en aquel discurso más sensiblero que sincero. No olvidamos que la Presidenta del Comité de Empresa de la radio deslizó públicamente que Rosita, Núñez y Bernardo se iban a la calle porque algunos de sus compañeros de deportes ganaban demasiado dinero, comentario cruel, injusto, mezquino, inmoral y asqueroso. Que lo pronuncie una persona que tuvo peso en las negociaciones (o pudo tenerlo si hubiera querido) aumenta su gravedad. Tampoco olvidamos que un compañero brindara en una cafetería cercana al edificio de la Ciudad de la Imagen por la muerte de los Deportes de Onda Madrid. Ni que los que compartían una cerveza con él fueran incapaces de abrir la boca para censurar a un impresentable. Entre ellos uno que ahora va rajando de los ambientes de los campos, sin importarle la desazón que provoca en los narradores y en los técnicos comprometidos con su trabajo y con sus oyentes hacer partidos así. “Los de deportes, con Poblador a la cabeza, se lo han buscado”, aseguró en su momento un trabajador/a de la radio que desde el minuto 1 de esta batalla sabía que él/ella se quedaba. ¿Por qué tanta inquina? ¿Por qué? Ojalá el esmero que pusieron siempre en criticar a los Deportes de Onda Madrid lo usaran para recriminar a un camarada que hace unos días se vio una película en su turno de trabajo en el ordenador de un estudio. O en evitar que otro se rompa el cuello en sus interminables siestas en horario laboral.  Sí, después de esta masacre todavía veo a gente sobando a pierna suelta en su lugar de trabajo. O en tantas cosas inaceptables que ocurren cada día entre las cuatro paredes de esta Onda Madrid. Yo mismo lo veo con mis propios ojos, no necesito que nadie me lo cuente. Gente que se ríe de los muertos, de los vivos, de los enfermos, de los jefes y de los pelagatos como yo. Todos lo saben, nadie hace nada por evitarlo, los que cobran por esa responsabilidad prefieren no mojarse. Igual que hicieron con el ERE. “No podemos hacer nada, deciden los de arriba”, repiten a menudo como eterno Ibuprofeno para su conciencia. Aquí nunca pasa nada. Son algunos de Deportes los que tienen un muro delante que les impide ver la realidad. Los pesados son algunos de Deportes por tocar tanto los huevos, por denunciar lo que ocurre por escrito. Quejas que terminan en el cubo de la basura. Lo importante, como hemos escuchado a algún compañero/a, es conservar la nómina a fin de mes. Sí, eso es lo importante, no que la radio se esté yendo a la mierda.  Sin oyentes, sin alma. Sin nada. La única emisora de radio que no arregló el retardador, ese aparatito que te permite a ti, oyente, sincronizar la voz de tu narrador favorito con la imagen de televisión. Basta con haber cursado primero de radio para saber que sin retardador el oyente cambia de dial. Da igual, DEP retardador. ¿Para qué arreglarlo, verdad?

                Ha sido un año durísimo. Mi gente ha sufrido mucho, muchísimo, hasta los límites tolerables por cualquier ser humano. Mi gente ESTÁ SUFRIENDO mucho, muchísimo, hasta los límites tolerables por cualquier ser humano. Ahora cada uno ha elegido su camino, diferentes unos de otros. Yo los apoyo a muerte en su decisión porque sé lo jodida que ha sido, que está siendo. De verdad, no os podéis imaginar el desgaste que han sufrido algunos de mis compañeros durante los últimos meses. Por momentos, inaguantable. Han perdido salud y años de vida, estoy seguro. Ni uno solo de los actuales trabajadores de Onda Madrid (yo el primero) puede siquiera acercarse a la desazón de la gente que fue injustamente despedida. Por eso me jode tanto que nadie haga nada para respetarlos. NADIE. Ni los jefes ni los indios. Respetarlos sería hacer todo lo posible para que la delincuencia laboral sea castigada. Respetarlos es esconder las lágrimas en el cajón de la mesilla de casa y actuar con hechos. Claro que es difícil, y desgastante, y complejo. Pero eso es lo mínimo que merecen mis compañeros. HECHOS. Algo que vale infinitamente más que los mensajes, las lágrimas, las carantoñas, los “lo sientos” y los bla bla bla.

                Mis amigos, mis compañeros de DeportesOndaMadridforever, nuestros oyentes y todos aquellos que nos han respaldado merecen este artículo. Unas líneas que me han llevado muchas semanas y muchos repasos. Y sobre todo lo necesita mi alma, rabiosa y desencajada por asistir a tanta golfería, maldad y mediocridad humana. Eso sí, todos los malos momentos cargan en el remolque con algo bueno. Lo bueno de esta historia es que me he dado cuenta de con quién puedo ir al fin del mundo o sentarme a contemplar el mar (como en la imagen de este artículo sin título). Gente (poca) que, pase lo que pase,  estará siempre en mi corazón, en mi vida y en mis pequeños detalles. Vosotros sabéis quiénes sois.  Os quiero, amigos.
              
              

lunes, 21 de octubre de 2013

GANAR Y ENAMORAR


     En el deporte ganar es muy difícil. Mucho, muchísimo. Incluso para los mejores equipos, para los que gozan de más recursos, para los más poderosos. Degustar el  sabor de la victoria requiere meses de trabajo, de dedicación, de saber digerir los tropiezos, de cambios de humor, de constancia… incluso de suerte, un factor decisivo en cualquier competición deportiva. Ganar es muy difícil. Ganar y enamorar es casi imposible. Sólo unos cuantos equipos han conseguido mezclar en la misma frase el triunfo y el amor. Equipos que han ocupado una o varias páginas en los libros de historia. Hoy y ahora hay un grupo de profesionales que lo está consiguiendo: el Real Madrid de baloncesto.  

     Este Real Madrid, el de Pablo Laso, gana y enamora. Suma 5 triunfos en otros tantos choques oficiales, ya con un título incluido, la Supercopa. Un trofeo que ha revalidado el técnico vitoriano, que todavía en el amanecer de su tercer curso como boss suma además una Liga, una Copa y un subcampeonato de Europa. Basta con acudir al bagaje de los últimos 15 años para darse cuenta de que ha sido Pablo Laso el que ha devuelto la etiqueta de ganador a un equipo que la había perdido después de suculentos banquetes durante décadas y décadas. El Madrid ha ganado mucho durante su historia. El Madrid había ganado muy poco en los últimos lustros. Pablo Laso está invirtiendo una tendencia que apunta a un cortoplacismo con más éxitos.

     Ganar. Una palabra, cinco letras que incluyen un manual de teorías, de sensaciones, de caminos, de sistemas, de apuestas. Para un deportista ganar lo es todo. Para un actor de un equipo que aspira a títulos ganar es abrazar la Gloria, perder el control, sonreír hasta que el siguiente reto te invada el alma. Ganar es un destino. Llegar a ese destino ya es en sí mismo un éxito. Pero no todos los caminos son iguales. Este Real Madrid ha elegido la senda más difícil, la más abrupta, la que despierta más críticas, la que nunca acaba de convencer. La del amor. Enamorar nunca es fácil, pero si lo consigues la satisfacción del receptor es infinita. Enamorar es ser feliz y hacer felices a los demás, en este caso a los aficionados de tu equipo… y a los aficionados al baloncesto en general, como éste que escribe. Si consigues enamorar tu huella permanece, ya nunca te van olvidar. “¿Te acuerdas cómo jugaba al baloncesto aquel equipo de Pablo Laso?”, recordarán los basketmaniacos dentro de unos años.
 
 
 

     El Real Madrid enamora con el interminable talento del Chacho, el orgasmo triplista de Carroll (ya sabéis, Yeisi es amor), la explosividad de Llull, los mates en el cielo de Rudy, los saltos de Slaughter, el posteo de Darden, la mala leche de Borousis, los robos del ladronzuelo Draper, la báscula del Monarca Felipe y la seda de Mirotic. Hasta los recién llegados Mejri y Díez se están acoplando a una maquinaria que no chirría en ningún momento del proceso. Porque todo lo anterior junto es una bomba. Enamorar es sentarte en la butaca y asistir a la sociedad Sergio-Rudy. Pero enamorar también es flipar con 3 defensas seguidas en las que el rival ni siquiera puede lanzar a canasta. La gran virtud de Pablo Laso es haber organizado de forma coral el inmenso talento que atesora su plantilla. Eso no es otra cosa que formar un EQUIPO, con mayúsculas.

     La memoria es corta. Y en el deporte, la memoria es tan corta que algunos ni se acuerdan de lo que pasó hace 5 minutos. Pues hace 5 minutos Pablo Laso estaba muy cuestionado. Fuera y dentro. Tengo la convicción de que si el Madrid no hubiera alzado el título liguero, el entrenador no hubiera continuado. De hecho, he de pensar que sigue cuestionado cuando finaliza contrato en 8 meses y la sección ni siquiera se ha acercado a él para tantearle con su renovación. Laso cobra poco dinero, Laso estaría encantado de continuar su proyecto más allá de cuestiones económicas… pero necesita recibir la fuerza y el apoyo de los que mandan. Laso se podría haber marchado este verano pagándole al Real Madrid una cantidad casi insignificante. Laso decidió quedarse a pesar de que le llenaban la cartera de billetes en Turquía y en Rusia. Y su Real Madrid sigue ganando… y enamorando. Todos en la sección son conscientes de que este grupo de jugadores tiene una gran oportunidad de hacer historia, de levantar títulos, incluso de conquistar la tan anhelada por los hinchas novena Copa de Europa. Los jugadores saben que son muy buenos y que se ha ensamblado un proyecto con pocos límites. Todos los actores se encomiendan al triunfo, pero también al amor. Ya sabéis, GANAR Y ENAMORAR. Laso regala amor en forma de baloncesto. De momento, el que debería de ser su principal pretendiente, el club, le regala una colección de calabazas. La victoria y el amor no sirven para firmar la renovación ¿Por qué?
 
 

lunes, 14 de octubre de 2013

EL PEGAMENTO


     Señoras y señores, el pegamento está de moda. Sí, es una palabra muy utilizada últimamente por los periodistas deportivos. A mí me gusta, me gusta mucho. Las palabras buenas son aquellas que permiten al receptor visualizar de qué o quién estamos hablando. En ese sentido, pegamento es uno de los vocablos más visuales que existen.
            
     Basta con dar una vuelta por la página de la Real Academia Española (RAE), una de las más útiles y pedagógicas que se pueden encontrar en Internet, para comprobar las múltiples acepciones que tiene la palabra pegamento. Sin embargo, para mí su sentido más importante es el menos tangible. Que una persona sea el pegamento siempre es bueno, porque eso quiere decir que posee la capacidad de unir, incluso de encadenar formas de ser diferentes, caracteres antagónicos o incluso pensamientos muy alejados entre sí. Pegamento en su familia, pegamento en su trabajo, pegamento en su grupo de amigos. Siempre es una virtud, o mejor todavía, un conjunto de virtudes. Porque para llegar a lucir la etiqueta pegamento hay que tener mucha personalidad, grandes dosis de diplomacia, un control absoluto de los sentimientos propios y ajenos y, lo más importante y que además viene de fábrica, una ascendencia brutal sobre las personas que te rodean. Pensad rápido. ¿Qué personas de vuestro entorno son pegamento?

     En el deporte el pegamento es esencial, básico, en la mayoría de las ocasiones imprescindible. Encontramos ejemplos concretos en los grandes equipos nacionales que estamos disfrutando desde hace varios años. El pegamento de la Selección Española de fútbol son Pepe Reina y el propio Vicente del Bosque. Del Bosque, un hombre conciliador  que toma decisiones importantes y que se ha ganado el respeto de un vestuario con muchos gallos. Un tipo que fue capaz de enfriar aquel ambiente insoportable entre los jugadores del Real Madrid y del Barcelona. Y lo hizo con riñas públicas y lecciones para la historia. El salmantino, conocedor de la gran valía del pegamento, no prescindirá jamás de Pepe Reina, especialista en unir, hacer reír y blindar al grupo cuando la crítica saca el colmillo.
 
 
 
 
     En la España de baloncesto el pegamento eran hombres como Garbajosa o Mumbrú, y en la de balonmano Hombrados o Garabaya. Incluso en los exitosos equipos nacionales de Copa Davis tenistas como Joan Balcells o Marc López han sido piezas claves. Aunque lo cierto es que Rafa Nadal es tan especial que hace a la vez de jugón, martillo, talento, pelotas y bote de pegamento de 10 kilos. Dentro de cada gran equipo hay un pegamento que (quizás) nunca aparecerá en las primeras líneas de los libros de historia... pero sin el que esos libros de historia jamás se hubieran escrito.

     Más ejemplos. Sergio Ramos en el Madrid, Simeone en el Atleti, Puyol en el Barcelona, Belenguer en el Getafe, Albelda en el Valencia, Cobeño en el Rayo Vallecano, Hervelle en el Real Madrid y ahora en Bilbao Basket, Jiménez en Estudiantes, Ferrán López, Solana y Salva Guardia en aquel irrepetible Fuenlabrada, Grimau en el gran Barça de basket, Amaya Valdemoro y Elisa Aguilar en la Selección femenina... yo qué sé. Hay muchos más ejemplos y seguro que vosotros estáis más listos que yo para encontrarlos. Me gusta la palabra pegamento. Me gustan los deportistas que guardan tubos y tubos de pegamento en ese cajón reservado sólo para los hombres o mujeres que marcan la diferencia. Es más, creo que uno de los mejores piropos que puede recibir un trabajador de cualquier sector es que es el pegamento. Los hay, deportistas y trabajadores, capaces de unir piezas destrozadas, rotas y tremendamente desiguales. Piezas que serían imposibles de colocar en cualquier puzzle.
 
 

viernes, 4 de octubre de 2013

ME DUELE MI PROFESIÓN



              Para mí el periodismo es la profesión más hermosa del mundo. Y en concreto la rama del periodismo deportivo es fascinante, un sueño vocacional que uno tiene desde pequeño, una forma de vida que uno disfruta cuando cumple ese sueño. Partimos de esta premisa antes de dar el salto a la dura realidad, que nos muestra sin compasión una alarmante tasa de paro en la profesión, unos sueldos en muchos casos miserables y un intrusismo que enrabieta más que por el intrusismo en sí, porque los intrusos son muchas veces verdaderos incapaces. Aun así, cuando he tenido la inmensa fortuna de compartir un rato con jóvenes estudiantes de periodismo, siempre he huido del discurso natural y mayoritario. Yo les digo que peleen por su sueño porque cercenar los sueños humanos se está convirtiendo en una penosa costumbre.

                Me duele mi profesión, la de periodista (deportivo). Me duele porque honestamente creo que estamos lejos de nuestro mejor momento. Huyo completamente de la tentación de dar lecciones públicas de buen o mal periodismo, un error en el que (casi) todos incurrimos de vez en cuando. Por eso voy a utilizar en todo momento el nos, aunque siempre me ha parecido injusto hablar de la famosa prensa, uno de los sectores más heterodoxos que conozco, como un ser individual e indivisible. Repito, no pretendo impartir ninguna lección, pero como profesional sí me siento legitimado para transmitir una humilde opinión, mis certezas y mis millones de dudas. Pienso que es una buena manera de construir, de hacer pensar, de recibir opiniones, incluso de masticar concienzudamente críticas severas que pueden abrirme los ojos. Que nadie se tome este texto como lección de nada, simplemente es una vía de escape. Los que escribimos a menudo lo hacemos, entre otras cosas, para ser leídos. Para compartir lo que llevamos dentro.

                Os decía que me duele mi profesión, me duele el periodismo deportivo versión siglo XXI. El periodismo de filias y fobias, el periodismo de forofos, el periodismo de bufanda, y en ocasiones camiseta, pantalón, calcetines y hasta gayumbos de éste o aquel equipo de fútbol. En mi idea de periodismo es inconcebible que un oyente o un telespectador acudan a una tertulia conociendo de antemano cuál va ser la opinión de cada contertulio. Casi ni importa la realidad, lo que haya sucedido media hora antes en un campo de fútbol o en una sala de prensa. Los periodistas se han convertido en personajes con un rol muy definido, el de contentar a unos, que lo ven como el gran gurú, y encabronar a otros, que colocan cada noche a este periodista en el hueco de la diana reservado para los 50 puntos. Una forma de proceder con la que lanzamos por la ventana toneladas de credibilidad.

                Nos hemos acercado sin rubor a la conducta habitual del periodismo rosa. Es ya habitual ver a un reportero/a persiguiendo un coche conducido por un futbolista que ni siquiera va a bajar la ventanilla. Del kétchup y la mostaza hemos pasado a una salsa rosa pegajosa y hasta caducada. Nos acercamos al efecto Sálvame  en el contenido y también en la fachada, es decir, en las músicas, en los rótulos, en los famosos cebos, en los gritos, en la puesta en escena. Siempre he defendido que el populismo es un camino demasiado fácil para un periodista. El periodismo siempre te obliga a elegir senderos más abruptos.
 
 

                Los periodistas tenemos mucha culpa de la situación actual, a la que también han contribuido, por ejemplo, los clubes de fútbol. Traigo un ejemplo real que sirve para ilustrar el papanatismo y la sinrazón que reina en muchas ocasiones en la relación entre los servicios de prensa de los clubes y los medios de comunicación. Junio de 2012. El Real Madrid C, por aquel entonces equipo de Tercera División, jugaba en Binissalem (Baleares) una eliminatoria de ascenso. Onda Madrid, la radio de la Comunidad de Madrid, se desplazó a cubrir el partido cargando con los gastos del avión, coche de alquiler, hotel y línea digital para trasmitir el partido. Pues bien, durante la semana anterior al choque Onda Madrid no pudo hacer ninguna entrevista a ningún jugador del equipo por decisión del club. Es difícil encontrar un ejemplo de locura mayor que este, a mi desde luego no se me ocurre. Para mear y no echar gota.

                Me duele mi profesión. Por eso disfruto como un enano cada domingo a las 23 horas viendo un programa de televisión como El día del fútbol. Por eso aprendo cada día de muchos compañeros que cuidan esta profesión, que miman esta profesión. Por eso me deleito leyendo unos cuantos blogs en Internet que siempre aportan algo que te hace pensar. Por eso admiro a los periodistas que cuentan historias. Porque los periodistas tenemos millones de historias detrás de la puerta, historias que merecen ser contadas. El hincha puede, y quizás debe, ser un forofo, pero el periodista jamás. Se puede transmitir pasión y emoción por la radio sin abrazarse al forofismo barato y, en muchas ocasiones, servil. Porque ahí está la madre del cordero. Poder, intereses, favores. Han existido toda la vida en el periodismo, también en el deportivo. Pero en los últimos tiempos han alcanzado un grado realmente alarmante.

Mi experiencia me dice que ahí fuera hay muchos receptores de información que buscan equilibrio, honestidad, verdad. Un periodista ha de intentar cada día de su vida acercarse a la famosa máxima de contar lo que ve y opinar lo que piensa. Acercarse, seguro que mis compañeros de profesión me entienden. Algo que parece fácil y que se ha convertido en una quimera de dimensiones bíblicas.  Me duele mi profesión, sí. La profesión más maravillosa del mundo. Y pienso que los periodistas somos los grandes culpables de lo que está ocurriendo.

PD. Pido perdón de corazón si alguien se ha sentido ofendido por este artículo.

               

lunes, 16 de septiembre de 2013

BENDITA COPA DE EUROPA


     Han pasado ya más de 100 días desde aquella gran final de Champions entre el Bayern Múnich y el Borussia Dortmund. Fue mágico comprobar cómo la mítica catedral de Wembley acogió a dos de las hinchadas más maravillosas del mundo. Un gran partido en el césped con una atmósfera inefable en las gradas de uno de los templos mundiales. Una final de la Liga de Campeones es como un bocata de jamón ibérico en Monesterio (Extremadura). Una delicia. Pura Copa de Europa, puro fútbol, pura pasión.

     Casi  4 meses después ya está aquí la mejor competición de clubes del mundo. No te das cuenta de lo que la extrañas hasta que los martes y los miércoles están huérfanos de balompié continental. Sobran alicientes futbolísticos, pero la Champions es mucho más que un balón y 22 tipos pisando la hierba. Es un himno capaz de ponerte la piel de gallina, de elevar tus mecanismos emocionales hasta niveles extremos. Son estadios legendarios... y también el encanto de aquellos estadios que a duras penas cumplen con los requisitos básicos. Es el gusanillo de los aficionados que reservan sus vuelos 5 minutos después de conocer el desenlace del sorteo. Si eres hincha de la Real o del Atleti experimentarás la enorme ilusión del que se estrena... y del que vuelve. La Champions es la música atronadora que suena en el estadio justo antes de la salida de los equipos. Es un espectáculo sin parangón, una religión para los que estamos rematadamente locos... por el fútbol.
 
 
 
     Los trasatlánticos europeos están listos para pelear sin descanso durante los próximos 8 meses. Bayern, Barcelona, United, Real Madrid, Chelsea, Dortmund, Nápoles, Arsenal, Juventus, Atlético de Madrid, City, PSG, Oporto o Milan. Y los astros ya están listos para volver a erigirse en actores principales de un espectáculo maravilloso. Messi, Cristiano, Arda, Higuaín, Robben, Lewandowski, Neymar, Bale, Ibrahimovic, Villa, Vidal, Cavani, Iniesta, Ramos, Carlos Vela, Ribery, Mkhitaryan, Ozil, Valdés, Neuer,  Hazard, Van Persie, Kevin Prince Boateng, Jackson Martínez... y muchos más. Y asistiremos a la actuación estelar de algún tapado que nos sorprenderá a todos. Y a la presentación en la sociedad más elitista del fútbol de un ramillete de futbolistas hasta ahora más desconocidos. La Champions da para eso y para mucho más.

     Os voy a confesar un secreto. Después de estas parrafadas que os he soltado, para mí sólo hay dos cosas imprescindibles para seguir disfrutando de este gran show llamado Champions. 1) Que el Celtic de Glasgow se haya clasificado, así puedo seguir idolatrando ese templo llamado Celtic Park y admirando a la mejor hinchada del Viejo Continente. 2) Que el dios del futbol me deje llamarle a esta competición Copa de Europa. Como toda la vida. Bendita Copa de Europa. Qué gane el mejor. 

 

martes, 10 de septiembre de 2013

SIEMPRE ENTRE LOS MEJORES


     Jornada de descanso en el Eurobasket de Eslovenia. Impasse entre la primera y la segunda fase, un respiro en este campeonato demasiado largo para jugadores, técnicos y aficionados (me incluyo en este último colectivo porque me faltan apenas unos cuantos centímetros para ser un escolta matador). Un buen momento para analizar el presente y para recordar un pedazo del pasado. En el presente y en el pasado (lo del futuro requiere una bola de cristal, aunque resulta evidente que será imposible mantener este nivel), la Selección Española de baloncesto dibuja obligatoriamente una gran sonrisa en su historial de éxitos.

      He tenido la inmensa fortuna de vivir in situ y contar por la radio unos cuantos campeonatos de basket. Ahora lo echo muchísimo de menos, incluso más de lo que imaginaba. Cómo me gustaría vibrar con esa mezcla mágica que forman el baloncesto y el micrófono. Siempre tuve claro, en cada torneo que pude cubrir en directo, que podía ser el último, por eso lo disfruté al máximo junto a mis compañeros y nuestros oyentes. El destino me ha sonreído porque he tenido la gran suerte de disfrutar del mejor momento de la historia del baloncesto español. Eso quedará para siempre en mi álbum vital, en esa galería de recuerdos que nada ni nadie nos puede robar.
 
 

      A lo que iba. La España de basket es la leche. Asistimos al Europeo más abierto que recuerdo. Ninguna selección, tampoco España, exhibe ni siquiera una ligera superioridad sobre las demás en ese amplio abanico de candidatos a las medallas. España, Francia, Lituania (cómo le temblaron ayer las canillas con Bosnia), Serbia, Eslovenia, Croacia, Italia y Grecia (ojo que pasa a la segunda ronda con 0 triunfos) aspiran a tocar “chapa”. Entre el oro y la octava plaza no existe una notable diferencia. Será cuestión de detalles, del rendimiento de las estrellas, de un tiro sobre la bocina, de un mal día, de un rebote clave, de una decisión errónea de los colegiados. La horquilla es tan pequeña que los aspirantes casi circulan en paralelo por una imaginaria autopista de 8 carriles. No me olvido de esos inesperados invitados a esta fiesta, como Ucrania y Finlandia, ambos con serias opciones de alcanzar los cruces. Escuadras potentes como Turquía o Rusia ya están en su casa. La ingente nómina de estrellas que no han acudido a Eslovenia ha igualado el nivel a lo bajo. Es verdad que la calidad del baloncesto en la primera fase, salvo el Italia – Grecia o el Eslovenia – Croacia, ha sido bastante pobre, pero el tremendo equilibrio augura una emoción brutal para estas próximas dos semanas.

     ¿Y España? Pues España ha perdido talento, consecuencia lógica sin el extraterrestre Pau, el marciano Navarro, el insustituible Ibaka… y Felipe Reyes, que algunos pensamos que precisamente en este campeonato hubiera sido un jugador capital para Juan Orenga. “Me arrepiento de no haber ido”, afirmó el monarca hace un par de días desde Buenos Aires. La madre que te parió, Felipe. A pesar de la evidente pérdida de calidad y peso específico, la Selección tiene serias opciones de colgarse al cuello una presea. Por eso es el momento de quitarnos el sombrero (siempre de copa) con este equipo, con estos jugadores, con este proyecto 100% ganador. Decir que ganador es el que gana lo firmaría Perogrullo. Para mí los ganadores son los que están siempre entre los mejores durante un período relativamente largo de tiempo. Echaremos mucho de menos a estos tíos porque continuar con este aluvión de éxitos es sencillamente imposible. España lleva una década arrasando. Gana y enamora, una combinación casi imposible. No, no es lo mismo ganar que ganar y enamorar, por mucho que los resultadistas impenitentes quieran vacunarnos a diario con la tesis contraria. No es lo mismo. Cuando era pequeñito, cuando caíamos siempre en cuartos (sí, en basket también), cuando nos agarrábamos siempre como excusa al atraco arbitral del anfitrión, cuando superar un cruce era más que el deber cumplido, cuando ocurría todo eso jamás pensé que iba a ver a mi equipo acojonar de verdad a los NBA en dos finales olímpicas. Ni jugar un excelso baloncesto en finales de Europeos o Mundiales. Ganar y enamorar, qué gran maravilla.
 
 

     En este Eurobasket España no ha enamorado ni parece que vaya a enamorar. Creo firmemente que podríamos jugar mejor porque con directores de orquesta como Ricky, Chacho o Calderón, o con actores talentosos como Rudy el espectáculo debería de estar garantizado. Pero Orenga ha optado por la defensa (sin correr demasiado luego) como doctrina innegociable para abrazarse al éxito. Soy optimista, estaremos otra vez entre los mejores. Como en 2006 (campeón del mundo), 2007 (subcampeón europeo), 2008 (plata olímpica), 2009 (campeón de Europa), 2011 (campeón de Europa) y 2012 (finalistas olímpicos). Sólo en el Mundial de Turquía 2010 bajamos hasta la sexta plaza, y todo sin Gasol y con un triple de 9 metros de Teodosic (¡maldito!) para caer en el cruce de cuartos. Una trayectoria sencillamente acojonante, no hay otra palabra que la defina mejor. Lograr el triplete en Eslovenia supondría igualar a la gran URSS y a la irrepetible Yugoslavia. Lo escribo y me sigo frotando los ojos. Ninguna potencia ha conseguido estar una década entre los mejores durante los últimos tiempos. Han ganado, han subido al podio o incluso han repetido éxito, pero Francia, Lituania, Grecia o Rusia no se han mantenido cada año entre los mejores. Por no hablar de Serbia, Croacia o incluso Italia, colosal hasta ahora en este Europeo pero desparecida del mapa del caviar durante años y años. Ganar y enamorar forma parte de nuestra historia, de nuestras vidas y de nuestras lágrimas de emoción. El baloncesto español ha destrozado a todos sus oponentes durante los últimos 8 años. Ahí seguimos. Para mí una medalla en Eslovenia ya supondría un éxito, así que el oro sería directamente como ese orgasmo inesperado que ya no eres capaz de olvidar aunque vivas 3 vidas seguidas. Por si acaso, estad preparados para no perdéroslo.