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jueves, 27 de agosto de 2015

UN SORTEO DE CHAMPIONS


   Un sorteo de Champions da para mucho. Es como un gran partido, un acontecimiento indispensable que alimenta las emociones y los sueños de los hinchas. Los que están siempre en los bombos evitan que la costumbre les haga tomárselo como algo rutinario. Los que aparecen de vez en cuando renuevan su ilusión cada vez que la bola de su equipo ocupa el deseado espacio dentro del cristal. Y los que nunca están flipan, disfrutan, exprimen cada minuto del sorteo con la certeza de que es la primera vez... y la convicción de que puede ser la última.

   Piensa en tu equipo, si es que ha estado en el sorteo de la Liga de Campeones. Tu equipo, ese solo, como cualquiera de los otros, arrastra muchos y diferentes deseos ante la incertidumbre de un sorteo. Los jugadores, técnicos, dirigentes y empleados anhelan, ante todo, que el grupo no sea muy complicado, los rivales cuanto más asequibles, mejor y los viajes, si puede ser, cómodos y rápidos. Por su parte, los hinchas quedan encuadrados en deseos muy heterogéneos. Los que no suelen viajar prefieren seguramente lo mismo que el grupo anterior, pero los que gustan de desplazarse con su equipo dejan espacio para la mística, para ese estadio que no conozco y estoy loco por ver. Y también que el viaje sea lo más barato posible, para meterme en Ryanair en cuanto Infantino me dé permiso. Y tambien que sea una ciudad con buena conexión de vuelos, porque si no en mi curro me van a poner mil trabas.




   ¿Y los periodistas? Los periodistas que tienen la inmensa fortuna de seguir por el Viejo Continente a un equipo de fútbol “bancarán” por que salga un rival enmarcado en una ciudad y un estadio que aún no conozca. Y los más veteranos y/o perezosos pedirán que esté cerca y, sobre todo, que no toque el Astana ese, que está donde Cristo perdió la zapatilla, y además en noviembre hace un frío del demonio. Y luego están los rivales encarnizados, que estén o no presentes en el sorteo desean con todas sus fuerzas que a su eterno enemigo le caiga el grupo más complicado de la historia de los sorteos. Se llama rivalidad. En España, en Italia, en Inglaterra, en Alemania y hasta en ese lugar en el que Cristo perdió la citada zapatilla. Y mola, claro que sí. ¡Ah! Y no me olvido de los aficionados imparciales, que lo que quieren es ver buenos partidos, si puede ser un Real Madrid – PSG, un Barcelona – Roma, un Juventus – Manchester City o un Bayern – Arsenal, pues mejor.


   Así ha transcurrido un nuevo sorteo de la Champions. Así esperamos ya al siguiente, que será el de octavos de final.  En este al Atlético de Madrid y al Valencia les sonrió la suerte, al Madrid y al Barça les salieron grupos complicados y al Sevilla le esperan los guerreros más salvajes de la vieja Europa. El fútbol es grandioso, tanto que es capaz de convertir unos bombos y unas bolitas en un gran acontecimiento. La suerte está echada. Y esta vez buscarán la famosa zapatilla los enviados especiales que cubren al Atlético de Madrid.


domingo, 16 de agosto de 2015

LA PRINCESA DEL VOLANTE


     Carolina Marín, una muchacha onubense de 22 años, es campeona de Europa y, lo que tiene mucho más valor, bicampeona del mundo. Un mérito infinito, una hazaña de dimensiones siderales. Caro es la número 1 en un deporte sin ninguna tradición en España. Valga como dato que esta mañana había más gente viendo la final en el complejo deportivo de Yakarta que licencias existen en nuestro país, apenas unas 7000 enmarcadas en 2 centenares de clubes deportivos a lo largo de todo el país. El bádminton es Asia, Europa no posee potencial alguno en el mundo del volante. Entre las 24 mejores del ranking mundial sólo hay 2 jugadoras europeas, la propia Carolina y la también española Beatriz Corrales, número 22. La primera europea después de las nuestras es la alemana Karin Schnaase, ubicada en el puesto 25. Entre las 20 primeras hay 6 japonesas, 4 chinas, 2 tailandesas, 2 coreanas, 2 indias, 1 china (Taipei), 1 canadiense y 1 estadounidense. Disculpad, pero sólo encuentro una palabra para describir lo que ha conseguido esta chica: ACOJONANTE.

      Carolina se coronó campeona del mundo hace justo un año en Copenhague. Una hazaña. Pero repetir esa proeza un año después, y hacerlo además en Asia, se convierte en uno de los grandes hitos históricos del deporte español. Caro, natural de la bendita tierra del Jabugo, se ha subido al podio tras derrotar durante una semana de competición a una malaya, una taiwanesa, una china, una coreana y una india. Repito, Europa apenas existe en bádminton. Por eso lo que ha logrado esta princesa del volante merece un profundo reconocimiento de todos nosotros. Traigo aquí sólo un dato más, uno demoledor: por cada licencia de Bádminton que hay en España, encontramos 63.000 en la India. Telita.




       Ser el mejor de todos en algo es muy difícil. Pero además Carolina Marín tiene algo. Será por su ropa de colores alegres, será por su “Vamo” andaluz antes de cada punto, será por esos gritos que impactan en la diana cultural de los deportistas orientales, será porque es zurda (¡vivan los zurdos!), será porque idolatra al gran Rafael Nadal, será porque defendió lo suyo y lo de su gente, y no se calló ante la Federación, será por esa pegatina de una marca de aceite de oliva (¡qué rico!) que luce en su estómago, será porque mola vibrar a primera hora de la mañana con una tostada y un cafelito entre nuestras manos, será por su simpatía delante de los micrófonos. Será por todo esto y mucho más que adoramos a esta deportista, heroína entre raquetas, volantes y juezas de silla pesadas.


     Que Carolina sea 2 veces campeona del planeta Bádminton es como que un tipo de Senegal finalice primero en un supergigante de esquí. O como que el rayo Vallecano gane en el Bernabéu. O como que yo, tarugo entre fogones, sea finalista en Master Chef. O quizás como que el equipo de balonmano de las Islas Fiji alcance los 1/4 de final en un Mundial. Exageraciones (o no) al margen, esta muchacha ha conseguido que en España se hable, se sufra y se goce con un deporte que jamás ha latido en nuestras tradiciones ni en nuestros juegos de calle. Carolina, la chica que un día renunció al baile flamenco en beneficio del deporte, ha hecho historia. Es la princesa del volante. Y ojo, porque dentro de un año viajará a Río de Janeiro para intentar asaltar el trono olímpico y convertirse en la reina. ¡Bravo!