Un sorteo de
Champions da para mucho. Es como un gran partido, un acontecimiento
indispensable que alimenta las emociones y los sueños de los hinchas. Los que
están siempre en los bombos evitan que la costumbre les haga tomárselo como
algo rutinario. Los que aparecen de vez en cuando renuevan su ilusión cada vez
que la bola de su equipo ocupa el deseado espacio dentro del cristal. Y los que
nunca están flipan, disfrutan, exprimen cada minuto del sorteo con la certeza
de que es la primera vez... y la convicción de que puede ser la última.
Piensa en tu equipo, si es que
ha estado en el sorteo de la Liga de Campeones. Tu equipo, ese solo, como cualquiera
de los otros, arrastra muchos y diferentes deseos ante la incertidumbre de un
sorteo. Los jugadores, técnicos, dirigentes y empleados anhelan, ante todo, que
el grupo no sea muy complicado, los rivales cuanto más asequibles, mejor y los
viajes, si puede ser, cómodos y rápidos. Por su parte, los hinchas quedan
encuadrados en deseos muy heterogéneos. Los que no suelen viajar prefieren
seguramente lo mismo que el grupo anterior, pero los que gustan de desplazarse
con su equipo dejan espacio para la mística, para ese estadio que no conozco y
estoy loco por ver. Y también que el viaje sea lo más barato posible, para
meterme en Ryanair en cuanto Infantino me dé permiso. Y tambien que sea una
ciudad con buena conexión de vuelos, porque si no en mi curro me van a poner
mil trabas.
¿Y los periodistas? Los
periodistas que tienen la inmensa fortuna de seguir por el Viejo Continente a
un equipo de fútbol “bancarán” por que salga un rival enmarcado en una ciudad y
un estadio que aún no conozca. Y los más veteranos y/o perezosos pedirán que
esté cerca y, sobre todo, que no toque el Astana ese, que está donde Cristo perdió
la zapatilla, y además en noviembre hace un frío del demonio. Y luego están los
rivales encarnizados, que estén o no presentes en el sorteo desean con todas sus
fuerzas que a su eterno enemigo le caiga el grupo más complicado de la historia
de los sorteos. Se llama rivalidad. En España, en Italia, en Inglaterra, en
Alemania y hasta en ese lugar en el que Cristo perdió la citada zapatilla. Y
mola, claro que sí. ¡Ah! Y no me olvido de los aficionados imparciales, que lo
que quieren es ver buenos partidos, si puede ser un Real Madrid – PSG, un
Barcelona – Roma, un Juventus – Manchester City o un Bayern – Arsenal, pues
mejor.
Así ha transcurrido un nuevo
sorteo de la Champions. Así esperamos ya al siguiente, que será el de octavos
de final. En este al Atlético de Madrid
y al Valencia les sonrió la suerte, al Madrid y al Barça les salieron grupos
complicados y al Sevilla le esperan los guerreros más salvajes de la vieja
Europa. El fútbol es grandioso, tanto que es capaz de convertir unos bombos y
unas bolitas en un gran acontecimiento. La suerte está echada. Y esta vez
buscarán la famosa zapatilla los enviados especiales que cubren al Atlético de
Madrid.
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