“Oye, Blas, ¿qué significa seda? Será algo bueno, ¿no?” “Claro que sí, es una
palabra que esconde elegancia, suavidad, estilo. Es un piropo”. Hace algo más
de un año Nikola Mirotic me preguntó por el significado de su apodo. “Muñequita
de seda”, una de esas etiquetas que surgen de manera espontánea durante un
momento cualquiera de una narración cualquiera de un partido cualquiera. Nunca
he creído en los apodos forzados, sino en aquellos que nacen sin que el parto
esté previsto. “Muñequita de seda”. Me gusta. A Niko también.
Tengo debilidad por este muchacho de 21 años nacido en Podgorica
(Montenegro), esa ciudad que visité hace 12 años y cuyos habitantes todavía
miraban con recelo al visitante. Es el peaje de una guerra cruel. Llegó a
Madrid con 14 años y desde entonces ha empatizado con la ciudad, las
costumbres, el ambiente, el deporte y la cotidianeidad de nuestro país. Posee
la doble nacionalidad (Montenegro y España). Ibaka y la burocracia le cierran
el paso en la subcampeona olímpica, así que el verano de 2013 será clave para
saber con qué zamarra juega “Muñequita de seda” el Europeo de Eslovenia.
Mirotic es un jugador sencillamente acojonante. Ha empleado el verano para
trabajar, mejorar, cuidarse, progresar. También para canalizar esa rabia
interior que desarrollan los balcánicos “pata negra” cuando no consiguen los
retos que se proponen. Podéis tildarme de temerario, pero estoy convencido de
que Niko va a luchar esta temporada por ser el mejor jugador de Europa. Así
como suena, sin anestesia. Talento para regalar, velocidad, físico, tiro
exterior, “posteo”, bailes en la pintura. En la zona es capaz de mezclar el
vals, la sardana, el chotis y el pasodoble. Hasta los “agarraos” se le dan
bien. Se ha ganado un merecido protagonismo en el Real Madrid. Su cerebro está
programado para ser el número 1, no admite medianías ni trofeos de plata.
Ambición inherente a un carácter forjado para levantar copas.
Mirotic es querido y respetado en el
vestuario merengue. “Futbolero” hasta la médula, vive con pasión los partidos
del hermano mayor del club. Adora Montenegro. Disfruta de España. Su
generosidad no tiene límites, ayuda personal y materialmente a familiares y
amigos. “Niko tiene un corazón que no le cabe en el pecho”, me cuenta una de
las personas que ha compartido con él cada día de los últimos 7 años. Admira y
respeta a Felipe Reyes, al que miraba con “babilla” en el labio cuando comenzó
sus entrenamientos con el Real Madrid. Por aquel entonces acababa de cumplir 14
años y casi no llegaba al aro. Sus padres y su hermano le esperaban cada noche
en casa para compartir con él la ilusión de triunfar en el basket europeo.
Ahora reside “puerta con puerta” con el “Monarca”. Me cuentan que uno de sus
“hobbies” diarios es amueblar su propio hogar. Hasta para eso tiene estilo.
“Muñequita de seda” es uno de esos personajes que se merece que la vida le vaya
bien. Capaz de invitarte a su habitación en el hotel horas antes de una final
para repetir una entrevista de 15 minutos, simplemente porque el periodista de
turno es un patán y borró sin querer la grabación. “Tranquilo, la repetimos”. Y
con ese detalle libera al redactor “torpón” de las toneladas de agobio que
soportaba su espíritu. Nikola Mirotic representa esa máxima vital que busco en
los seres humanos. “Dejarás huella si eres bueno en lo tuyo, pero tu gran
huella quedará para siempre si eres capaz de ser bueno con los demás”. Sólo
espero que cuando sea la estrella que más brille en el cielo, cumpla su promesa
de acordarse de quién le puso el apodo que le hace sonreír. Te vas a comer el
mundo, “Muñequita de seda”.