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lunes, 24 de septiembre de 2012

MUÑEQUITA DE SEDA


            “Oye, Blas, ¿qué significa seda? Será algo bueno, ¿no?” “Claro que sí, es una palabra que esconde elegancia, suavidad, estilo. Es un piropo”. Hace algo más de un año Nikola Mirotic me preguntó por el significado de su apodo. “Muñequita de seda”, una de esas etiquetas que surgen de manera espontánea durante un momento cualquiera de una narración cualquiera de un partido cualquiera. Nunca he creído en los apodos forzados, sino en aquellos que nacen sin que el parto esté previsto. “Muñequita de seda”. Me gusta. A Niko también.

             Tengo debilidad por este muchacho de 21 años nacido en Podgorica (Montenegro), esa ciudad que visité hace 12 años y cuyos habitantes todavía miraban con recelo al visitante. Es el peaje de una guerra cruel. Llegó a Madrid con 14 años y desde entonces ha empatizado con la ciudad, las costumbres, el ambiente, el deporte y la cotidianeidad de nuestro país. Posee la doble nacionalidad (Montenegro y España). Ibaka y la burocracia le cierran el paso en la subcampeona olímpica, así que el verano de 2013 será clave para saber con qué zamarra juega “Muñequita de seda” el Europeo de Eslovenia.

            Mirotic es un jugador sencillamente acojonante. Ha empleado el verano para trabajar, mejorar, cuidarse, progresar. También para canalizar esa rabia interior que desarrollan los balcánicos “pata negra” cuando no consiguen los retos que se proponen. Podéis tildarme de temerario, pero estoy convencido de que Niko va a luchar esta temporada por ser el mejor jugador de Europa. Así como suena, sin anestesia. Talento para regalar, velocidad, físico, tiro exterior, “posteo”, bailes en la pintura. En la zona es capaz de mezclar el vals, la sardana, el chotis y el pasodoble. Hasta los “agarraos” se le dan bien. Se ha ganado un merecido protagonismo en el Real Madrid. Su cerebro está programado para ser el número 1, no admite medianías ni trofeos de plata. Ambición inherente a un carácter forjado para levantar copas.


          

Mirotic es querido y respetado en el vestuario merengue. “Futbolero” hasta la médula, vive con pasión los partidos del hermano mayor del club. Adora Montenegro. Disfruta de España. Su generosidad no tiene límites, ayuda personal y materialmente a familiares y amigos. “Niko tiene un corazón que no le cabe en el pecho”, me cuenta una de las personas que ha compartido con él cada día de los últimos 7 años. Admira y respeta a Felipe Reyes, al que miraba con “babilla” en el labio cuando comenzó sus entrenamientos con el Real Madrid. Por aquel entonces acababa de cumplir 14 años y casi no llegaba al aro. Sus padres y su hermano le esperaban cada noche en casa para compartir con él la ilusión de triunfar en el basket europeo. Ahora reside “puerta con puerta” con el “Monarca”. Me cuentan que uno de sus “hobbies” diarios es amueblar su propio hogar. Hasta para eso tiene estilo.  

            “Muñequita de seda” es uno de esos personajes que se merece que la vida le vaya bien. Capaz de invitarte a su habitación en el hotel horas antes de una final para repetir una entrevista de 15 minutos, simplemente porque el periodista de turno es un patán y borró sin querer la grabación. “Tranquilo, la repetimos”. Y con ese detalle libera al redactor “torpón” de las toneladas de agobio que soportaba su espíritu. Nikola Mirotic representa esa máxima vital que busco en los seres humanos. “Dejarás huella si eres bueno en lo tuyo, pero tu gran huella quedará para siempre si eres capaz de ser bueno con los demás”. Sólo espero que cuando sea la estrella que más brille en el cielo, cumpla su promesa de acordarse de quién le puso el apodo que le hace sonreír. Te vas a comer el mundo, “Muñequita de seda”.  


martes, 18 de septiembre de 2012

UN AÑO DESPUÉS


                No se me ocurre mejor manera de inaugurar este blog que disparando la memoria y la nostalgia a lo que ocurrió hace justo un año en Kaunas. El 18 de septiembre de 2011 España revalidó su título de Campeón de Europa, alimentando este ciclo glorioso del baloncesto español. Es difícil expresar con palabras lo que un locutor de radio siente cuando grita emocionado por las ondas, cuando tiene el privilegio de narrar un título tan importante para el basket nacional. Sólo con recordarlo vuelve el “gusanillo” a deslizarse por mi estómago.
                No fue un título cualquiera, no fue un campeonato cualquiera, no fue una fecha cualquiera. Un revoltijo de estrés, sentimientos, emociones e ilusión pulularon durante todo el día a su antojo por el cuerpo de este periodista. Habían sido tres semanas de trabajo intenso para Onda Madrid y Telemadrid. Un privilegio y una gran oportunidad para seguir aprendiendo el oficio, pero el agobio, los viajes, el afán de mejora y la innegociable autocrítica no me habían permitido disfrutar del evento. Necesitaba esa final para mí. Abrir los ojos, afinar la garganta, sentir la radio, disfrutar de cada detalle del antes, durante y después. Cuando uno cumple sus sueños, el destino merece una recompensa. Y la única recompensa que puede brindarle un humilde locutor es gozar de esa oportunidad como si fuera la primera… como si fuera la última.
                Recuerdo con emoción las lágrimas incontenibles de la madre de Felipe Reyes mientras sonaba el himno nacional español. Su marido había fallecido unos días antes, y fue en aquel momento cuando “reventó” y soltó toneladas de sentimientos con la bandera de España entre las manos. Mientras tanto, el “Monarca” aguantaba el aluvión de emociones junto a sus compañeros de equipo, junto a sus amigos. Dos horas después, el eterno Navarro le concedía a Felipe el honor de levantar el trofeo al cielo para que lo acariciará su padre, para que toda España acompañará  al jugador de las “pelotas de báscula” en su viaje por el planeta de las emociones.  
                Recuerdo con emoción cada cesta, cada triple, cada “boina” de Ibaka, cada contraataque, cada rebote, cada gesto de complicidad con mis compañeros de las radios ubicados en la tribuna de prensa. Lo íbamos a lograr otra vez. Los mejores de Europa pasando como un rodillo por delante de los franceses. Inolvidable. Heroico. Genial.
                Y, sobre todo, recuerdo con emoción el abrazo que le di a mi amigo Miguel Martín Talavera, de Radio Marca. Había sufrido durante todo el campeonato porque su mente y su corazón estaban junto a su madre, que a 3.200 kilómetros de distancia estaba atravesando un mal momento de salud. Su madre le “obligó” a quedarse en Lituania. Le dijo que le contara a sus oyentes los partidos de España, que disfrutara con lo que mejor sabía hacer. Entre todos lo arropamos lo mejor que supimos, aunque seguramente muy lejos de lo que un tipo tan “enorme” como él merece. Con “Tala” he compartido muchas aventuras. El duende del periodismo quiso que ambos debutáramos en un viaje a Montenegro. Allí compartimos nervios, juergas, canastas y amistad. Nunca olvidaremos aquel Pogdorica de mayo del año 2000.
                Un año después de aquel día, estreno este blog con este humilde homenaje a la Selección Española y a mi amigo Talavera. Estoy seguro de que tu madre, desde ese lugar privilegiado en el que se encuentra, seguirá disfrutando de las muchas batallas que todavía nos quedan por vivir juntos.