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lunes, 24 de febrero de 2014

EL LEGADO INMATERIAL


     Cada día que pasa soy más de personas y menos de proyectos. Más de pequeños detalles y menos de palabras y discursos vacíos. Más de amigos y menos de equipos. Más de abrazos y menos de grandes declaraciones de amor. Quizás por eso soy absolutamente incapaz de medir a los equipos sólo por los resultados. No quiero, no me apetece, no me da la gana, me niego en rotundo. No, no y no. Sí, ya sé que cualquier equipo que participe en cualquier competición deportiva busca un objetivo, y ese objetivo pasa por conseguir resultados. Pero yo, convencido 100% de que al mundo le sobran resultadistas, me aferro a destacar el cómo... incluso aunque al final la gloria esquive a ese equipo que pretende lograr su objetivo.

     Un análisis puede cambiar en una décima de segundo. Si Llull no hubiera metido aquella cesta, o incluso más, si Tomic hubiera embocado la bola en el aro en su último palmeo, Pablo Laso y su proyecto hubieran sido zarandeados, criticados con dureza. Eso lo sabéis todos, eso lo sabemos todos. Todo por un partido menos que al final supondría un título menos. El 40 de 42 (ahora es 41 de 42) no serviría, y mucho menos el legado inmaterial que está dejando este Real Madrid de baloncesto. Es el ejemplo paradigmático del resultadismo llevado hasta las últimas consecuencias. La muñeca de Llull lo cambió todo. Nadie se acuerda de lo mal que gestionó el Madrid el partido en el último minuto, ni del enorme orgullo del Barcelona para levantar la final, ni de que durante muchos minutos de la final se impuso claramente la pizarra de Pascual. Laso pasó de villano a dios en una décima... la misma décima que algunos hubieran utilizado para arrastrarle al patíbulo. No es la primera vez, os he contado en alguna ocasión que estoy firmemente convencido que si su equipo no llega a campeonar en la final ACB, el vitoriano no estaría en el banquillo del Madrid.
 
 
 

     Supongo que el aficionado madridista pide títulos y más títulos. Pero yo, que sigo este maravilloso deporte desde el otro lado de la barrera, defiendo que lo que está haciendo este Real. Madrid de baloncesto es una genialidad. Con Copa o sin ella, con Euroliga o sin ella. Es un equipo divertido, es una enorme dosis de alegría para el aburrimiento cotidiano, es el paraíso del talento, es la libertad de los genios. Como bien escribió mi admirado Antoni Daimiel, este Real Madrid es la oferta de ocio más importante de la ciudad de Madrid... y eso es mucho decir.

     En el deporte la memoria es de usar y tirar. Poca gente recuerda cómo cogió este equipo Pablo Laso, lejos de ser la primera opción de la sección y mirado con toneladas de escepticismo por el aficionado merengue. 2 años y pico después es adorado por el hincha que acude al Palacio. Que tiene un equipazo, verdad. Que también se la ha jugado con actores (Slaughter, Mejri, Darden) que eran observados con recelo, también. No tengo ni la menor idea de los títulos que se va a llevar a la buchaca Pablo Laso como entrenador del Madrid (lleva ya 5), pero lo que sí sé es que su equipo está siendo capaz de meter más de 11000 espectadores en cada velada del Palacio de los Deportes. Gente que se lo pasa bien, pero que muy bien. Más allá de colores, todos los apasionados de este bendito deporte gozamos con la manera de jugar de este Real Madrid.
 
 
 
 
     El otro día me decía un entrenador de basket que seguro que Laso estaba mosqueado con la última jugada de Mejri en el choque contra el Zalgiris. Por curiosidad, cuando llegué a mi casa la volví a ver, pero fijándome sólo en la reacción del entrenador. Si estaba enfadado, lo disimuló muy bien porque lucía una sonrisota de oreja a oreja. Vamos, que se estaba descojonando. Él, pizarra en mano, también bendice el showtime porque sabe que el baloncesto es para la gente. Los libros de historia reflejarán en un futuro si este proyecto alza la Copa de Europa. Eso sería el legado material, el que ocupa lugar en las vitrinas de un club. Pero para mí el otro legado, el inmaterial, ya está conseguido. Yo le doy más valor porque es el legado que invade sin pedir permiso el corazón de los amantes del baloncesto. Y porque hace que equipazos como el Barcelona se dejen la vida y luchen hasta el final por derrocar al gran equipo del momento. El legado romántico, el legado intangible, el legado que hace sentir, admirar o incluso envidiar esa monstruosa forma de jugar al baloncesto. Si al final no queda reflejado en los libros de historia, que por lo menos tenga un hueco en este blog del un pirado del baloncesto.
 
 

lunes, 10 de febrero de 2014

ÍDOLO DEL MADRIDISMO



     El baloncesto es hermoso. Jodidamente hermoso. Tan hermoso que un ser humano puede pasar de la mayor de las euforias a la más cruel de las tristezas en apenas un segundo. O de una congoja inefable a una de las mayores alegrías de su vida. Ese ser humano puede ser Llull, Oleson, Sergio Rodríguez, Papanikolau, un berserker, el aficionado que luce una camiseta del Barça en el palco situado justo detrás de la posición de las radios, Hugo López, Bartomeu o ese seguidor merengue que vive en la calle Menéndez Pelayo de Madrid. Todos a la vez, todo en un segundo. Eso es el baloncesto, un deporte sencillamente acojonante.

     El baloncesto es radio. Ayer tuve el privilegio de narrar la final a través de las ondas. Lo hice al lado de mis compañeros de Catalunya Radio. Yo 1, ellos 5. Os va a parecer una gilipollez, pero desde el 12 de enero de 2012 y hasta que el capricho quiera, yo sigo sintiendo en cada narración el calor y las vibraciones de mis compañeros, los que me enseñaron que era posible hacer de la Copa del Rey de baloncesto el plato principal (y muy sabroso) de una programación radiofónica. La radio es la leche. Tú narras para los oyentes, los únicos imprescindibles en este show. Muchos de los míos son del Madrid, muchos de los de Catalunya Radio son del Barcelona. Ellos se desgañitaban con la remontada, nosotros trasmitíamos la frustración de un último minuto inefable. Una cesta lo cambió todo. En 1987 fue justo al revés, con el triplazo de Solozábal. Eso es la radio, eso es magia pura, eso son sensaciones que recibe el oyente... y que el baloncesto regala a todos los que somos fanáticos de este bendito deporte.
 
 
 
 
     Escribo esto de vuelta a Madrid en el tren mientras repasó crónicas, periódicos y fotos. Me encanta hacerlo, se aprende mucho de otros compañeros que tienen el enorme talento de plasmar con lucidez en unas cuantas líneas una final histórica. El objetivo de brillantes fotógrafos captó justo el momento en el que la bola sale de la muñeca de Llull. Tensión máxima en cada hincha, en cada jugador, en cada técnico... en cada corazón. El tiempo de detiene. La gloria o el fracaso. La fiesta o el funeral. Todo eso en un segundo y medio, lo que tarda la pelota en taladrar la canasta rival. Busquen otra cosa ajena al deporte que sea capaz de condensar tantas emociones, tantos sentimientos, tantos nervios en una sola acción. BA-LON-CES-TO, sin más.

     Qué pedazo de partido, que grandioso duelo entre dos bestias. Enorme el Barcelona con superávit de orgullo y de pizarra. Quizás un simple chispazo de Navarro le hubiera válido al cuadro azulgrana para campeonar, pero las leyendas también ejecutan actuaciones deficientes. El Barça remontó lo que tenía perdido y terminó llorando a lágrima viva la cesta herreriana de Llull. Algún día, en algún partido, me salió de forma espontánea lo de "ídolo del madridismo" para definir a Llull. Para lucir la difícil etiqueta de ídolo es necesario conectar con la gente. Llull acelera, corre, salta, grita, gesticula, se sube a la mesa de anotadores, provoca ese grito desgarrado de "Llull, Llull, Llull" cada vez que clava un triple. "Ídolo del madridismo". Creo que le queda bien. Después de su canasta ganadora sobre la bocina esa denominación ha pasado a ser eterna. Su hinchada no lo olvidará jamás... como no olvidan la cesta de Herreros en Vitoria. Y como los culés guardan en el alma la de Solozábal en Pucela hace 27 años. 

 

     Me imagino a Llull esta noche, sentado en el sofá de su casa, con un cansancio infinito, con el ordenador encima, dándole al play y reviviendo la última jugada. Esa sonrisa de satisfacción, ese gusanillo en el estómago, esa vanidad privada de pensar "soy el puto amo". Esa veneración para siempre de sus aficionados. Saber que has hecho historia, que de tu muñeca salió aquel balón que reventó la gran final de la Copa del Rey en la última respiración. El culpable de los abrazos del banquillo, de la desolación rival, de los alaridos de decenas de locutores de radio, del cabreo de muchos aficionados, de la euforia de muchos otros, de la boca abierta de los que ven la final por la tele, del mosqueo de Pascual con Papanikolau, de la incontenible alegría del utillero Óscar, de los directos del gran Nacho Jouve, del recuerdo para toda la vida de un partido del que siempre presumiremos los enfermos de este maravilloso deporte. Todos hemos soñado algún día con encestar una canasta ganadora en el último segundo. Sergio Llull lo ha conseguido. "Siempre las fallaba, siempre las fallaba", gritaba a garganta viva delante de la cámara de TUBASKET un segundo después del bocinazo final. Palabra de ídolo. Del ídolo del madridismo. 
 
 

lunes, 3 de febrero de 2014

8 ACTORES VIAJAN AL SUR


     Damas y caballeros, ya está aquí la Copa del Rey, esa cita anual que agita las entrañas de los fanáticos del baloncesto. Esta vez este hermoso torneo viaja a Málaga, esa ciudad en la que nunca hace frío, en la que nunca falta pescadito y en la que pasear junto al mar limpia el espíritu y purifica el alma. 8 equipos, 8 hinchadas. 7 soberanos partidos de baloncesto. Sabéis que siempre me gusta dedicarle unas líneas a este gran evento. En este 2014 me descanto por hablar de los 8 jugadores que quieren reventar esta Copa. Vamos con los 8 actores que viajan al sur para que se hable mucho de ellos.
 

1. REAL MADRID. Sergio Llull. El ídolo del madridismo, el pulmón, el que después de cascarse dos triples consecutivos para enterrar al Maccabi grita desencajado "Esta es mi casa, esta es mi casa". El jugador que más minutos disputa por partido en este Real Madrid llega pletórico al primer título grande de la temporada. Su bache está superado. Ve el aro como un barreño de pueblo, hace de las penetraciones una labor cotidiana, defiende como un animal y contagia su raza a compañeros y aficionados. Sergio Llull, un firme aspirante al MVP.

2. VALENCIA BASKET. Romain Sato. Aquí quizás habría que elegir a Justin Doellman, o incluso al mismísimo Velimir Perasovic, el artífice de la gran campaña que está ejecutando el cuadro taronja.  Plantilla muy amplia, con roles muy definidos y con un nivel muy alto, sin duda. Pero me quedo con mi debilidad, con ese tipo que llega desde uno de los países más pobres del planeta, la República Centroafricana. Es imposible no idolatrar a este crack que esconde su dura trayectoria personal detrás de cestas, rebotes, faltas provocadas y una manera de defender escandalosa. Ojo con este bicho. Es capaz de todo.

3. BARCELONA. Kostas Papanikolau. Soy de los que piensan que el Barcelona necesita a un gran Marcelinho para aspirar a la final. Pero el griego me flipa. Clave en las dos Copas de Europa que levantó Olympiacos, este actor de apellido impronunciable está culminando su adaptación a un nuevo equipo y a un nuevo rol. Sobrado de carácter, desafía a la cesta sin miedo y enchufa de 3 cuando es necesario. En una lejana e hipotética final contra el Madrid sería pieza clave para atacar las escasas debilidades de la escuadra merengue. De Kostas mola todo, empezando por su apellido.
 
 
 
 
4. UNICAJA. Jayson Granger. Stimac y Dragic se están saliendo; Suárez, Toolson y Caner-Medley se abrazan demasiado a la irregularidad. Así que nos quedamos con Granger, que ha ido de más a menos pero tiene señalada con rotulador esta cita en el calendario. Su equipo necesita su gran defensa, sus penetraciones y sus triples imposibles para avanzar lejos en su torneo. Jay contará con el apoyo del publico que está vez sí llenará el Martín Carpena. Actor a seguir en un equipo muy coral y con pocas concesiones a las individualidades.

5. GRAN CANARIA. Ben Hansbrough. Tavares se mueve como los ángeles en las alturas, Nacho Martín es la bomba y Brad Newley ya la lió hace un año en Vitoria. Pero mi actor elegido es Ben Hansbrough. Ojito con el americano que si engancha una buena racha en el tiro puede llegar a asustar al todopoderoso y (casi) inabordable Real Madrid. Una desafortunada lesión lo frenó en el amanecer del curso, pero ya está de vuelta para jugarse siempre las bolas calientes. Señálenlo con una X bien grande, por favor.

6. CAI ZARAGOZA. Viktor Sanikidze. Poder georgiano. Shermadini y Sanikidze, tanto monta, monta tanto. Son muy diferentes, pero ambos tienen un peso brutal en la escuadra maña. Shermadini suma más en la tarjeta de estadísticas, pero me quedo con su paisano Viktor porque exhibe cualidades que van más allá de lo tangible. Solidario, buen defensor, generoso en ataque... y compañero ideal para acudir a cualquier batalla. Incluso a esta durísima que les espera contra el anfitrión de la Copa del Rey.
 
 
 
 
7. BASKONIA. Andrés Nocioni. ¡Cómo admiro a este tipo! Como siempre dice mi hermano de Radio Vitoria Rafa Muntión, el Chapu es ahora medio Baskonia. Tira del carro, tira del grupo, tira del equipo, tira de la hinchada... y también tira a canasta de fábula. Ganador de fábrica, sus extras son la gran experiencia en este tipo de campeonatos y la necesidad de gritar que su equipo necesita volver a estar entre los mejores. A Nocioni no le arruga ni  siquiera el terrorífico cuadro que le ha tocado en ¿suerte? al Laboral Kutxa. Viernes, sábado y domingo. Valencia, ¿Barcelona? y ¿Real Madrid? Jamás cometan la temeridad de dar por muerto a este extraterrestre.

8. TENERIFE. Ricardo Úriz. Claro que estaría aquí Blagota Sekulic, pero Obradovic ha lanzado la caña con muchas liras turcas como cebo, y jugador y club canario han soltado el pez gordo encantados. Baja capital para el Tenerife en la Copa, pero lo cierto es que su trofeo ya está ganado con su meritoria clasificación para la cena de gala. Ricardo Úriz o Alejandro Martínez. Un base anotador, asistente y dulce en el juego o el entrenador milagro de la isla, el coach que ha hecho realidad todos los sueños laguneros. Venga, yo elijo al que se viste de corto, que seguro que se lo pone muy complicado al Barcelona.