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martes, 10 de septiembre de 2013

SIEMPRE ENTRE LOS MEJORES


     Jornada de descanso en el Eurobasket de Eslovenia. Impasse entre la primera y la segunda fase, un respiro en este campeonato demasiado largo para jugadores, técnicos y aficionados (me incluyo en este último colectivo porque me faltan apenas unos cuantos centímetros para ser un escolta matador). Un buen momento para analizar el presente y para recordar un pedazo del pasado. En el presente y en el pasado (lo del futuro requiere una bola de cristal, aunque resulta evidente que será imposible mantener este nivel), la Selección Española de baloncesto dibuja obligatoriamente una gran sonrisa en su historial de éxitos.

      He tenido la inmensa fortuna de vivir in situ y contar por la radio unos cuantos campeonatos de basket. Ahora lo echo muchísimo de menos, incluso más de lo que imaginaba. Cómo me gustaría vibrar con esa mezcla mágica que forman el baloncesto y el micrófono. Siempre tuve claro, en cada torneo que pude cubrir en directo, que podía ser el último, por eso lo disfruté al máximo junto a mis compañeros y nuestros oyentes. El destino me ha sonreído porque he tenido la gran suerte de disfrutar del mejor momento de la historia del baloncesto español. Eso quedará para siempre en mi álbum vital, en esa galería de recuerdos que nada ni nadie nos puede robar.
 
 

      A lo que iba. La España de basket es la leche. Asistimos al Europeo más abierto que recuerdo. Ninguna selección, tampoco España, exhibe ni siquiera una ligera superioridad sobre las demás en ese amplio abanico de candidatos a las medallas. España, Francia, Lituania (cómo le temblaron ayer las canillas con Bosnia), Serbia, Eslovenia, Croacia, Italia y Grecia (ojo que pasa a la segunda ronda con 0 triunfos) aspiran a tocar “chapa”. Entre el oro y la octava plaza no existe una notable diferencia. Será cuestión de detalles, del rendimiento de las estrellas, de un tiro sobre la bocina, de un mal día, de un rebote clave, de una decisión errónea de los colegiados. La horquilla es tan pequeña que los aspirantes casi circulan en paralelo por una imaginaria autopista de 8 carriles. No me olvido de esos inesperados invitados a esta fiesta, como Ucrania y Finlandia, ambos con serias opciones de alcanzar los cruces. Escuadras potentes como Turquía o Rusia ya están en su casa. La ingente nómina de estrellas que no han acudido a Eslovenia ha igualado el nivel a lo bajo. Es verdad que la calidad del baloncesto en la primera fase, salvo el Italia – Grecia o el Eslovenia – Croacia, ha sido bastante pobre, pero el tremendo equilibrio augura una emoción brutal para estas próximas dos semanas.

     ¿Y España? Pues España ha perdido talento, consecuencia lógica sin el extraterrestre Pau, el marciano Navarro, el insustituible Ibaka… y Felipe Reyes, que algunos pensamos que precisamente en este campeonato hubiera sido un jugador capital para Juan Orenga. “Me arrepiento de no haber ido”, afirmó el monarca hace un par de días desde Buenos Aires. La madre que te parió, Felipe. A pesar de la evidente pérdida de calidad y peso específico, la Selección tiene serias opciones de colgarse al cuello una presea. Por eso es el momento de quitarnos el sombrero (siempre de copa) con este equipo, con estos jugadores, con este proyecto 100% ganador. Decir que ganador es el que gana lo firmaría Perogrullo. Para mí los ganadores son los que están siempre entre los mejores durante un período relativamente largo de tiempo. Echaremos mucho de menos a estos tíos porque continuar con este aluvión de éxitos es sencillamente imposible. España lleva una década arrasando. Gana y enamora, una combinación casi imposible. No, no es lo mismo ganar que ganar y enamorar, por mucho que los resultadistas impenitentes quieran vacunarnos a diario con la tesis contraria. No es lo mismo. Cuando era pequeñito, cuando caíamos siempre en cuartos (sí, en basket también), cuando nos agarrábamos siempre como excusa al atraco arbitral del anfitrión, cuando superar un cruce era más que el deber cumplido, cuando ocurría todo eso jamás pensé que iba a ver a mi equipo acojonar de verdad a los NBA en dos finales olímpicas. Ni jugar un excelso baloncesto en finales de Europeos o Mundiales. Ganar y enamorar, qué gran maravilla.
 
 

     En este Eurobasket España no ha enamorado ni parece que vaya a enamorar. Creo firmemente que podríamos jugar mejor porque con directores de orquesta como Ricky, Chacho o Calderón, o con actores talentosos como Rudy el espectáculo debería de estar garantizado. Pero Orenga ha optado por la defensa (sin correr demasiado luego) como doctrina innegociable para abrazarse al éxito. Soy optimista, estaremos otra vez entre los mejores. Como en 2006 (campeón del mundo), 2007 (subcampeón europeo), 2008 (plata olímpica), 2009 (campeón de Europa), 2011 (campeón de Europa) y 2012 (finalistas olímpicos). Sólo en el Mundial de Turquía 2010 bajamos hasta la sexta plaza, y todo sin Gasol y con un triple de 9 metros de Teodosic (¡maldito!) para caer en el cruce de cuartos. Una trayectoria sencillamente acojonante, no hay otra palabra que la defina mejor. Lograr el triplete en Eslovenia supondría igualar a la gran URSS y a la irrepetible Yugoslavia. Lo escribo y me sigo frotando los ojos. Ninguna potencia ha conseguido estar una década entre los mejores durante los últimos tiempos. Han ganado, han subido al podio o incluso han repetido éxito, pero Francia, Lituania, Grecia o Rusia no se han mantenido cada año entre los mejores. Por no hablar de Serbia, Croacia o incluso Italia, colosal hasta ahora en este Europeo pero desparecida del mapa del caviar durante años y años. Ganar y enamorar forma parte de nuestra historia, de nuestras vidas y de nuestras lágrimas de emoción. El baloncesto español ha destrozado a todos sus oponentes durante los últimos 8 años. Ahí seguimos. Para mí una medalla en Eslovenia ya supondría un éxito, así que el oro sería directamente como ese orgasmo inesperado que ya no eres capaz de olvidar aunque vivas 3 vidas seguidas. Por si acaso, estad preparados para no perdéroslo.
 
 

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