Hace más de un año y menos de dos, me lancé a las calles de Madrid
para correr la Media Maratón, mi primera carrera de 21 kilómetros y 97 metros.
Los días anteriores habían sido complicados por culpa de una fisura de
costilla, pero al final Pablo (mucho más que un fisioterapeuta para mí) me
ayudó a comparecer en la línea de salida. Pasado el kilómetro 12, le dije a Rulo,
mi compañero de aventuras: "Tampoco
es para tanto, tío, voy bastante bien, yo creo que podemos ir a por la maratón
". 40 minutos más tarde, cuando divisamos el kilómetro 19, le comenté:
"Ni de coña hago una maratón, ni de coña". A esas alturas me
dolía todo menos la costilla fisurada.
Ayer terminé la
primera maratón de mi vida. La de Valencia, otra vez junto a Raúl, que ya suma
dos. La vida de un ser humano debe ofrecer unos cuantos retos. Tan grandes o
pequeños como los sienta cada persona. Eso es, afortunadamente, personal e
intransferible. Para mí cualquier persona que se calza las zapatillas y sale a
correr es un héroe. Los que hacéis carreras populares a menudo sabéis que en el
asfalto te encuentras ejemplos de superación maravillosos, increíbles. Yo
busqué en la maratón un desafío, una motivación, un reto. La satisfacción de
cruzar la meta es enorme, y más porque ahora pienso lo mismo que antes de
arrancar y durante la prueba: mis rodillas no estaban capacitadas para cubrir
42,195 metros.
Cuando uno siente
pasión por algo suele cruzar el umbral de la locura y se convierte en un tarao
de la pasión en cuestión. Si eres aficionando al running seguro que
sabes lo que es la cintilla iliotibial, ese hueso de la rodilla que nos hace la
vida imposible a muchos corredores populares. Después de unos cuantos
sinsabores y decepciones a la hora de realizar tiradas largas, tenía muy claro
que pasara lo que pasara en la maratón de Valencia debía empezar de cero. He
probado muchas cosas, pero la realidad es que las rodillas siempre me vuelven a
doler. Así que una vez que me recupere cambiaré la técnica o me abrazaré al
calzado minimalista, pero es imposible disfrutar de esto con las malditas
rodillas dando permanentemente el coñazo. Por eso, porque en mis rodillas no
tenía los 42,195 metros, hoy me siento tan orgulloso de poder decir que soy un
maratoniano.
Los retos son
ilusión, nervios, dudas, cosquilleo, canguelo, emoción. La noche anterior dormí
inquieto, en parte también por la pedazo de fiesta que se estaban pegando en el
garito situado justo debajo del hotel. Me levanté a las 6.30, cogimos
fuerzas con el desayuno y nos dirigimos a la salida con la suerte echada y
toneladas de ganas. Mientras esperábamos en la parada del autobús, un paisano
nos recogió y nos llevo a la Ciudad de las Artes y las Ciencias, maravilloso
escenario para la salida y llegada de la Maratón de Valencia. "Qué
envidia me dais vosotros que sois jóvenes, ojalá pudiera yo correr 42
kilómetros. Me voy a la montaña a hacer marchas, no te creas, que también
cuesta lo suyo". "Envidia nos da usted, es un héroe". Y es
que nuestro conductor tenía 80 años. El deporte como modo de vida. Muy bonito,
muy emocionante.
Estiramientos,
vaselina, el último pis, el guardarropa, las fotos, las conversaciones para
soltar los nervios. Seguro que muchos sabéis de lo que hablo. Y a las 9.07 en
punto, a correr. Yo durante las carreras hablo poco, pero ayer mucho menos
porque era incapaz de aislarme de las rodillas. Permanecía alerta al primer
indicio de dolor. Sabía que era un error, que en una maratón lo positivo debe
engullir a lo negativo, pero a veces la mente es incapaz de olvidar lo que te
hace mal. Así llegamos al kilómetro 18, primer lugar en el que iba a ver a mi
ángel de la guarda. El apoyo moral durante una maratón es imprescindible, por
eso me quito el sombrero (de copa) con los cientos de personas que te animan
durante el recorrido, que se molestan en perder su tiempo en impulsar a deportistas completamente anónimos. "Yo no estoy para correr, pero gritaré todo lo que pueda". Es muy hermoso, de verdad, sois la leche. Y tener a tu ángel de la
guarda supone crear alicientes en tu espíritu. Ese "Me quedan 3 kilómetros
para volver a verle, para una dosis de Reflex y varias dosis de sonrisas"
acaba resultando decisivo.
Pasado el kilómetro 21
comenzaron las molestias. Primero la rodilla derecha, luego la izquierda,
pronto las dos. La verdad es que lo pienso en frío y creo que ayer cometí una
locura, aún no sé cómo coño llegué a la meta. Para paliar el dolor tratas de
cambiar los apoyos, de pisar mejor, de pensar en otra cosa, de pegar un aullido
de desahogo o simplemente intercambiar unas palabras con otro maratoniano. Eso
funciona 700 metros, o quizás un kilómetro, pero te quedan más de 20 para
llegar al final. Ayer me demostré a mí mismo que en ocasiones la mente puede
con todo. Pensé muchas veces en parar, en parar y terminar andando, en parar y
estirar, en parar y... Muchas, muchísimas veces. Pero el corazón me
gritaba que lo siguiera intentando. El dolor aumentaba, las piernas se dormían
y en mi mente se cruzó el miedo de estar cometiendo una temeridad. Los kilómetros
iban cayendo, aunque fuera con desesperante lentitud. Así llegué al 35, último
encuentro con mi ángel de la guarda. "Estate feliz porque llegados aquí
ya la terminas, aunque sea caminando". Desde ahí hasta la meta tardé
50 minutos más, aunque me guardo en la mochila del orgullo que en ningún
momento paré de correr. Incluso en el kilómetro 40, ya con el Oceanográfico al
fondo, medité seriamente finalizar andando. Sin embargo, al final fuimos capaces de apurar
las últimas gotas de gasolina del depósito.
Las sensaciones
vividas durante el último kilómetro fueron inefables, increíbles, irrepetibles.
Los márgenes de la calzada repletos de gente animándote al último esfuerzo, los
voluntarios sacándote una sonrisa, los maratonianos con una mueca de felicidad
que enterraba la cara de puro sufrimiento, el speaker dejándose la garganta y
el alma... Buah, tremendo, de verdad. Piel de gallina sólo con recordarlo. Incluso
ese último kilometro se me hizo larguísimo, incluso los últimos 195 metros
sobre la moqueta azul me parecieron 195 kilómetros. Pero al cruzar la meta me
sentí completamente realizado, es un sentimiento que sólo si lo has experimentado
sabrás de lo que te hablo. Una gran satisfacción. La primera maratón fue
incluso más dura de lo que había imaginado.
Hoy por hoy sé
que mis rodillas no tienen 42,195 metros. Pero mi corazón sí. Y eso le pasa a
miles de personas que luchan cada día por cumplir sus desafíos. Pequeño,
mediano o grande. Da igual el tamaño porque para ti ese reto es gigantesco. Os
ánimo a todos a salir a correr, sean 5 kilómetros o 42,195 metros, da lo mismo.
Como vi escrito ayer en la espalda de un maratoniano, "Llegar el último
es un privilegio que jamás tendrá el que no lo intenta". Y, sobre
todo, os animo a perseguir vuestros sueños porque el camino os hará fuertes y
el premio tiene un sabor increíble. Y a través de este humilde blog os doy las
gracias de corazón por la enorme cantidad de mensajes que me habéis
transmitido, por los ánimos y por compartir conmigo esta gran aventura. Ha
merecido la pena, aunque lleve casi 24 horas sin poder caminar. ¡A por el
siguiente reto!
E-N-O-R-M-E .....Un vez más
ResponderEliminarMe encanta leerte, lo sabes. En éste me has hecho sentir que iba ahí contigo (pero a mi no me duelen las rodillas ;-) . GRACIAS por compartirlo.
ResponderEliminarQue bestia macho, terminar una maratón así es una gesta.
ResponderEliminarYo estoy descubriendo el correr descalzo (ocasionalmente) porque ayuda muchísimo a mejorar la técnica de carrera.
Un abrazo MARATONIANO
Me interesa mucho ese tema. Esta misma semana comienzo el libro "Nacidos para correr". Necesito soluciones, hoy no puedo ni caminar, tío. GRACIAS!!
EliminarGracias, gracias, gracias!!! Qué sigamos compartiendo muchas cosas!!
ResponderEliminarEnhorabuena, eres un crack. Yo tambien me he aficionado al running y me esty preparando para la carrera Trabuco en Cercedilla de 14 km aprox. por montaña el 22 de Dic y una semana después la San Silvestre
ResponderEliminarEres el más grande de todos los que corrieron esa maratón y qué maravilla leerte!! Creía que iba corriendo a tu lado, aunque yo no llegaría ni al primer kilómetro (por vagancia principalmente jajaja). Un beso tan grande como tú Blasic!!!! Ángeles
ResponderEliminar¿Sabe si el señor Poblador va a retransmitir el partido de la Gimnástica Segoviana de Copa? Gracias.
ResponderEliminar¡Viva Valencia! ¡Qué gran ejemplo! Horchatera valencianaaaaaaaaa....
ResponderEliminarHola, soy corredora aficionada, de esas que tardan más de 6 minutos el kilómetro. El pasado viernes hice mi primer cross de 9 kilómetros, lo que yo creía que iba a afrontar con facilidad (pues suelo correr 10 kms cuando salgo) se me hizo interminable, desde el primer kilómetro ya estaba igual de cansada que cuando acabo mis entrenamientos. No sé qué me pasó, ni como terminé la carrera. Todo fue muy muy raro, parecía no haber entrenado nunca. Es verdad que hubo múltiples desmayos y golpes de calor. Llegué la 8 empezando por abajo, pero con ganas de más. Me planteo mi media maratón, sabiendo de antemano los resultados, pues asumo que no soy buena corredora. Pero.... ¿qué me lleva a esto? a dormir cuatro horas sabiendo que si no voy ese día a entrenar posiblemente no pueda salir en toda la semana a correr. Pero qué verdad es que LLEGAR EL ÚLTIMO ES UN PRIVILEGIO QUE JAMÁS TENDRÁ EL QUE NO LO INTENTA".
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