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lunes, 18 de noviembre de 2013

"LLEGAR EL ÚLTIMO ES UN PRIVILEGIO QUE JAMÁS TENDRÁ EL QUE NO LO INTENTA" (Mi primera Maratón)



     Hace más de un año y menos de dos, me lancé a las calles de Madrid para correr la Media Maratón, mi primera carrera de 21 kilómetros y 97 metros. Los días anteriores habían sido complicados por culpa de una fisura de costilla, pero al final Pablo (mucho más que un fisioterapeuta para mí) me ayudó a comparecer en la línea de salida. Pasado el kilómetro 12, le dije a Rulo, mi compañero de aventuras: "Tampoco es para tanto, tío, voy bastante bien, yo creo que podemos ir a por la maratón ". 40 minutos más tarde, cuando divisamos el kilómetro 19, le comenté: "Ni de coña hago una maratón, ni de coña". A esas alturas me dolía todo menos la costilla fisurada.

     Ayer terminé la primera maratón de mi vida. La de Valencia, otra vez junto a Raúl, que ya suma dos. La vida de un ser humano debe ofrecer unos cuantos retos. Tan grandes o pequeños como los sienta cada persona. Eso es, afortunadamente, personal e intransferible. Para mí cualquier persona que se calza las zapatillas y sale a correr es un héroe. Los que hacéis carreras populares a menudo sabéis que en el asfalto te encuentras ejemplos de superación maravillosos, increíbles. Yo busqué en la maratón un desafío, una motivación, un reto. La satisfacción de cruzar la meta es enorme, y más porque ahora pienso lo mismo que antes de arrancar y durante la prueba: mis rodillas no estaban capacitadas para cubrir 42,195 metros.



 

     Cuando uno siente pasión por algo suele cruzar el umbral de la locura y se convierte en un tarao de la pasión en cuestión. Si eres aficionando al running seguro que sabes lo que es la cintilla iliotibial, ese hueso de la rodilla que nos hace la vida imposible a muchos corredores populares. Después de unos cuantos sinsabores y decepciones a la hora de realizar tiradas largas, tenía muy claro que pasara lo que pasara en la maratón de Valencia debía empezar de cero. He probado muchas cosas, pero la realidad es que las rodillas siempre me vuelven a doler. Así que una vez que me recupere cambiaré la técnica o me abrazaré al calzado minimalista, pero es imposible disfrutar de esto con las malditas rodillas dando permanentemente el coñazo. Por eso, porque en mis rodillas no tenía los 42,195 metros, hoy me siento tan orgulloso de poder decir que soy un maratoniano.

     Los retos son ilusión, nervios, dudas, cosquilleo, canguelo, emoción. La noche anterior dormí inquieto, en parte también por la pedazo de fiesta que se estaban pegando en el garito situado justo debajo del hotel. Me levanté a las 6.30, cogimos fuerzas con el desayuno y nos dirigimos a la salida con la suerte echada y toneladas de ganas. Mientras esperábamos en la parada del autobús, un paisano nos recogió y nos llevo a la Ciudad de las Artes y las Ciencias, maravilloso escenario para la salida y llegada de la Maratón de Valencia. "Qué envidia me dais vosotros que sois jóvenes, ojalá pudiera yo correr 42 kilómetros. Me voy a la montaña a hacer marchas, no te creas, que también cuesta lo suyo". "Envidia nos da usted, es un héroe". Y es que nuestro conductor tenía 80 años. El deporte como modo de vida. Muy bonito, muy emocionante.
  
     Estiramientos, vaselina, el último pis, el guardarropa, las fotos, las conversaciones para soltar los nervios. Seguro que muchos sabéis de lo que hablo. Y a las 9.07 en punto, a correr. Yo durante las carreras hablo poco, pero ayer mucho menos porque era incapaz de aislarme de las rodillas. Permanecía alerta al primer indicio de dolor. Sabía que era un error, que en una maratón lo positivo debe engullir a lo negativo, pero a veces la mente es incapaz de olvidar lo que te hace mal. Así llegamos al kilómetro 18, primer lugar en el que iba a ver a mi ángel de la guarda. El apoyo moral durante una maratón es imprescindible, por eso me quito el sombrero (de copa) con los cientos de personas que te animan durante el recorrido, que se molestan en perder su tiempo en impulsar a deportistas completamente anónimos. "Yo no estoy para correr, pero gritaré todo lo que pueda". Es muy hermoso, de verdad, sois la leche. Y tener a tu ángel de la guarda supone crear alicientes en tu espíritu. Ese "Me quedan 3 kilómetros para volver a verle, para una dosis de Reflex y varias dosis de sonrisas" acaba resultando decisivo.



 

     Pasado el kilómetro 21 comenzaron las molestias. Primero la rodilla derecha, luego la izquierda, pronto las dos. La verdad es que lo pienso en frío y creo que ayer cometí una locura, aún no sé cómo coño llegué a la meta. Para paliar el dolor tratas de cambiar los apoyos, de pisar mejor, de pensar en otra cosa, de pegar un aullido de desahogo o simplemente intercambiar unas palabras con otro maratoniano. Eso funciona 700 metros, o quizás un kilómetro, pero te quedan más de 20 para llegar al final. Ayer me demostré a mí mismo que en ocasiones la mente puede con todo. Pensé muchas veces en parar, en parar y terminar andando, en parar y estirar, en parar y... Muchas, muchísimas veces. Pero el corazón me gritaba que lo siguiera intentando. El dolor aumentaba, las piernas se dormían y en mi mente se cruzó el miedo de estar cometiendo una temeridad. Los kilómetros iban cayendo, aunque fuera con desesperante lentitud. Así llegué al 35, último encuentro con mi ángel de la guarda. "Estate feliz porque llegados aquí ya la terminas, aunque sea caminando". Desde ahí hasta la meta tardé 50 minutos más, aunque me guardo en la mochila del orgullo que en ningún momento paré de correr. Incluso en el kilómetro 40, ya con el Oceanográfico al fondo, medité seriamente finalizar andando. Sin embargo, al final fuimos capaces de apurar las últimas gotas de gasolina del depósito.

      Las sensaciones vividas durante el último kilómetro fueron inefables, increíbles, irrepetibles. Los márgenes de la calzada repletos de gente animándote al último esfuerzo, los voluntarios sacándote una sonrisa, los maratonianos con una mueca de felicidad que enterraba la cara de puro sufrimiento, el speaker dejándose la garganta y el alma... Buah, tremendo, de verdad. Piel de gallina sólo con recordarlo. Incluso ese último kilometro se me hizo larguísimo, incluso los últimos 195 metros sobre la moqueta azul me parecieron 195 kilómetros. Pero al cruzar la meta me sentí completamente realizado, es un sentimiento que sólo si lo has experimentado sabrás de lo que te hablo. Una gran satisfacción. La primera maratón fue incluso más dura de lo que había imaginado.

      Hoy por hoy sé que mis rodillas no tienen 42,195 metros. Pero mi corazón sí. Y eso le pasa a miles de personas que luchan cada día por cumplir sus desafíos. Pequeño, mediano o grande. Da igual el tamaño porque para ti ese reto es gigantesco. Os ánimo a todos a salir a correr, sean 5 kilómetros o 42,195 metros, da lo mismo. Como vi escrito ayer en la espalda de un maratoniano, "Llegar el último es un privilegio que jamás tendrá el que no lo intenta". Y, sobre todo, os animo a perseguir vuestros sueños porque el camino os hará fuertes y el premio tiene un sabor increíble. Y a través de este humilde blog os doy las gracias de corazón por la enorme cantidad de mensajes que me habéis transmitido, por los ánimos y por compartir conmigo esta gran aventura. Ha merecido la pena, aunque lleve casi 24 horas sin poder caminar. ¡A por el siguiente reto!

 

10 comentarios:

  1. Me encanta leerte, lo sabes. En éste me has hecho sentir que iba ahí contigo (pero a mi no me duelen las rodillas ;-) . GRACIAS por compartirlo.

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  2. Que bestia macho, terminar una maratón así es una gesta.
    Yo estoy descubriendo el correr descalzo (ocasionalmente) porque ayuda muchísimo a mejorar la técnica de carrera.
    Un abrazo MARATONIANO

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    1. Me interesa mucho ese tema. Esta misma semana comienzo el libro "Nacidos para correr". Necesito soluciones, hoy no puedo ni caminar, tío. GRACIAS!!

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  3. Gracias, gracias, gracias!!! Qué sigamos compartiendo muchas cosas!!

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  4. Enhorabuena, eres un crack. Yo tambien me he aficionado al running y me esty preparando para la carrera Trabuco en Cercedilla de 14 km aprox. por montaña el 22 de Dic y una semana después la San Silvestre

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  5. Eres el más grande de todos los que corrieron esa maratón y qué maravilla leerte!! Creía que iba corriendo a tu lado, aunque yo no llegaría ni al primer kilómetro (por vagancia principalmente jajaja). Un beso tan grande como tú Blasic!!!! Ángeles

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  6. ¿Sabe si el señor Poblador va a retransmitir el partido de la Gimnástica Segoviana de Copa? Gracias.

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  7. ¡Viva Valencia! ¡Qué gran ejemplo! Horchatera valencianaaaaaaaaa....

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  8. Hola, soy corredora aficionada, de esas que tardan más de 6 minutos el kilómetro. El pasado viernes hice mi primer cross de 9 kilómetros, lo que yo creía que iba a afrontar con facilidad (pues suelo correr 10 kms cuando salgo) se me hizo interminable, desde el primer kilómetro ya estaba igual de cansada que cuando acabo mis entrenamientos. No sé qué me pasó, ni como terminé la carrera. Todo fue muy muy raro, parecía no haber entrenado nunca. Es verdad que hubo múltiples desmayos y golpes de calor. Llegué la 8 empezando por abajo, pero con ganas de más. Me planteo mi media maratón, sabiendo de antemano los resultados, pues asumo que no soy buena corredora. Pero.... ¿qué me lleva a esto? a dormir cuatro horas sabiendo que si no voy ese día a entrenar posiblemente no pueda salir en toda la semana a correr. Pero qué verdad es que LLEGAR EL ÚLTIMO ES UN PRIVILEGIO QUE JAMÁS TENDRÁ EL QUE NO LO INTENTA".

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