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martes, 3 de septiembre de 2013

HIPOCRESÍA OLÍMPICA



     Amo el deporte. Amo los deportes. Todos, los que controlo y en los que patino y cada día trato de conocer más, mitad por interés, mitad por ese defecto indomable de querer aprender más y más. El deporte forma parte de mi vida, desde mucho antes de dedicarme al periodismo deportivo, espero que también mucho después de aparcar esta bendita profesión cuyo rumbo me golpea cada vez más el alma. Como amante irracional y empedernido de los deportes, me enamoran los Juegos Olímpicos, esa cita cuatrienal que paraliza el mundo y que convierte en héroes a deportistas archiconocidos, y también a los 99% anónimos durante la olimpiada, ese período entre unos Juegos y los siguientes. El sábado conoceremos si Madrid alberga los de 2020. Y llevo días pensando, leyendo, documentándome para escribir este artículo porque tengo muy claro que lo políticamente incorrecto ha de estar muy preparado. Sobre todo cuando la sombra de la hipocresía, la influencia e incluso la mentira amenaza al motor de una cita tan especial.

     Me encantaría disfrutar de unos Juegos Olímpicos en la ciudad que me vio nacer. Sería una emoción incontenible, una experiencia inolvidable e irrepetible, y ya ni os cuento si puedo vivirla como periodista, espinita y frustración que algún día espero sacudirme de las entrañas. Para mí los Juegos es lo más grande. Aún me río hablando con mi madre cuando recordamos las broncas que me echaba durante Barcelona 92 (con 13 años) porque ni siquiera me quitaba el pijama ni me despegaba del televisor durante días y días. Curiosas aquellas madrugadas en Pekín 2008 en las que ponía el despertador cada hora para ver alguna competición o simplemente escuchar  los boletines de la radio. Increíbles aquellas carambolas trabajo-dinero-vuelos para poder estar en Londres disfrutando de lo más grande que existe, el deporte. Sí, asistir a unos Juegos en la ciudad en la que vivo sería un sueño, sería maravilloso. Pero señoras y señores, esto que estoy escribiendo es perfectamente COMPATIBLE con asegurar que el cómo me ofrece muchísimas dudas, cada vez más.

     El camino a los Juegos es política. La política rara vez se lleva bien con el deporte. Bueno, realmente la política actual, por deméritos constantes de la inmensa mayoría de sus actores, ya no se lleva bien con nada ni con nadie. Madrid se ha embarcado desde hace más de una década en un proyecto olímpico que por el camino ha dejado un agujero económico gigante, pagos por informes del “amigo” Urdangarín, infraestructuras casi cerradas por defunción y revolcones de todo calado que al final terminan pagando los contribuyentes. Los que de verdad entienden de recovecos olímpicos y opinan sin ese forofismo que algunos se toman como una obligación, aseguran que lo más lógico es que Madrid fracase por tercera vez consecutiva. Es difícil acertar con un pronóstico, entre otras cosas porque hay electores que deciden su voto a última hora, lo cual es demencial, delirante y patético. Todo depende de los famosos lobbies de última hora, aunque algunos el único lobby que conocemos es el de algunos hoteles que te permiten conectarte a Internet.   
 
 

     Es asqueroso comprobar como políticos de medio pelo, escasa formación y menos vocación deportiva se abrazan a la expresión espíritu olímpico  como si fuera un suave osito de peluche ¿Qué coño es el espíritu olímpico? Quizás sea la continua tibieza contra el dopaje, o la cantidad de gente que sigue viviendo del cuento gracias a nuestros tres intentos olímpicos, o la enorme posibilidad de negocio privado que supone albergar unos Juegos, o simplemente la megalomanía incontrolable de ciertos políticos que cada mañana se miran al espejo y ven la imagen de un superhéroe. Qué fácil es utilizar la expresión espíritu olímpico y que difícil es encontrar a alguien fuera del deporte que sepa realmente lo que significa.

     Los políticos (y aquí incluyo a la mayoría de presidentes federativos, muchos de ellos con trayectorias sospechosas o directamente corruptas  en su gestión) y su poderoso ejército mediático nos tratan de meter en vena que los Juegos Olímpicos serían lo mejor que le puede pasar a Madrid y a España. Que dejaran dinero y dinero, que crearán empleo y empleo, que alimentarán sueños y sueños, que generarán valores y valores. Pero tú, amante del deporte como yo, seguramente no habrás leído ni escuchado que la historia de los Juegos Olímpicos demuestra que han costado de media un 179% más de lo presupuestado, que lo que se necesita para construir infraestructuras se quita del deporte de base y de partidas sociales, que se invierte más de lo que se consume, que siempre aumenta la deuda pública… y que todos esos costes de más terminan siempre influyendo en el ya bastante dañado bolsillo del ciudadano. El mismo dinero que se utiliza para recibir con todo tipo de lujos a los comisionados que votan, alérgicos al menú del día o los hoteles de 4 estrellas. Gane o pierda este sábado, la candidatura Madrid 2020, como antes 2016 y 2012, se han gastado exageradas cantidades de dinero. ¿Cuánto? Algún día lo sabremos seguro… y probablemente nos desmayemos del susto. Que nadie nos intente convencer de que con tan pingües cantidades, nadie se ha visto beneficiado en sus negocios personales y en sus cuentas bancarias. Los mundos de Yupi nos quedan a todos muy atrás. (Os recomiendo la lectura de este brillante artículo de María Cappa).
 
 
     La realidad del deporte español es que la situación tiende a un notable descenso de las medallas y diplomas en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016. Eso siempre es una consecuencia de, y ahora también. Mientras rozan el orgasmo algunos de los que defienden las interminables bondades de un Madrid olímpico, muchos atletas de élite aún no han cobrado sus becas prometidas y ganadas con esfuerzo en competición. Mientras Ana Botella habla de la maravilla de los Juegos, miles de chavales ya no pueden hacer deporte en las escuelas o polideportivos municipales de Madrid porque se ha convertido en un artículo de lujo. Mientras Alejandro Blanco se emociona con “sus” Juegos, piragüistas españoles campeones olímpicos se pagan sus viajes y los de su equipo de trabajo para poder competir y representar a España. (Fantástico este reportaje de Mariano Galindo). Qué rabia da comprobar como los políticos piden la ayuda de deportistas de los que sólo se acuerdan para hacerse la foto. Siempre con una sonrisa, la falsa sonrisa de amor por el deporte, la verdadera sonrisa de amor por el poder y el dinero. En las altas instancias de poder se consigue incluso que Ruiz Gallardón (Alberto) le convenza a Pérez (Florentino) para que su equipo de baloncesto utilice la Caja Mágica, en claro perjuicio (a los hechos me remito) para los hinchas del Real Madrid, los mismos que con su pasión habitual estarían en las gradas animando a España en 2020. La gran hipocresía. La gran falacia. La gran mentira.

     Adoro el deporte. Y los Juegos Olímpicos. Hasta vivo enfrente de La Peineta, casualidades (o no) de la vida. Pero censuro sin adornos a los que me tratan de convencer continuamente que si estás ligado al deporte tienes que apoyar de manera incondicional la candidatura de Madrid. Que sean los políticos los encargados de  vender el deporte es llegar a la cima del surrealismo y papanatismo. El periodista no está para “forofear”, está para tratar de informar con datos y decir lo que piensa, algo cada vez más difícil. El periodista también está para dar difusión a los deportistas más desconocidos o para contarle a la gente preciosas historias de olimpismo, como hace con brillantez mi amigo Alberto González, Pipe en su Planeta Olímpico de Radio Marca. Pero el periodista no está para abrazarse con emoción a los Blanco, Botella, Gallardón y compañía, actores principales del lobby y la política, actores penosos en el desarrollo del deporte, de los deportistas, de los niños que quieren hacer deporte. Ya está bien de hipocresía, de mentiras y de vender una moto de alta cilindrada a un ciudadano que al final, como siempre, saldrá perjudicado. A estas alturas de la función, lo único que tengo claro es que si mi hijo/a no se quita el pijama durante el mes de agosto de 2020 no le echaré la bronca. Sean los Juegos en Madrid, en Tokio o en Estambul.

               

 

jueves, 22 de agosto de 2013

ACERTAR CON EL ESTILO

    Agradezco a mi socio Iñako Díaz Guerra (Diario AS y degustador de gintonics) el hecho de haberme servido de inspiración para este artículo. Le he leído a la hora de comer enzarzado con decenas de "twitteros" a cuenta del Atleti, el Barcelona, de refilón el Madrid, los estilos, Simeone y las quejas de los equipos grandes. Y nada, aquí estoy listo para escribir unas líneas sobre el asunto y compartir reflexiones con vosotros.

    Cualquier estilo de juego, cualquier planteamiento es válido en el fútbol. Igual de válido que el derecho del hincha y/o periodista a alabarlo o criticarlo. Así de fácil, así de complicado. El fútbol es tan hermoso que Mourinho optó en su día por encerrarse delante del Barça en el Bernabéu con una plantilla descomunal y Pepe como "stopper" en la mitad de la cancha. El fútbol es tan hermoso que el "suicida" Paco Jémez no permite dar un pelotazo con el menor presupuesto de la Liga y Gálvez sacando el cuero desde atrás. El fútbol es tan sumamente hermoso que si ahora mismo hago una encuesta con mis "compañeros" de barra en el "Museo del Jamón" en el que me estoy tomando una caña mientras escribo esto, seguro que encontraría afines y hostiles a Mou y Paco. Conste en acta que he elegido dos ejemplos al azar, ¡eh! Porque realmente el origen de este post está en el Atlético de Madrid de Diego Pablo Simeone.


    No soy un enamorado (escrito está) de la propuesta futbolística del "Cholo". Algo que no es incompatible con piropear el impecable trabajo defensivo que realizó el Atleti en la final de la Supercopa. Incluso elogiar la habilidad (lícita) de dejar seca la hierba. Este Atleti de Simeone es el mejor representante de la cultura del esfuerzo, una cultura olvidada y enterrada por demasiada gente en este país. El entrenador colchonero ha logrado algo que muchas veces es una quimera para el jefe de un equipo de élite: que los futbolistas crean en él. Desde esa convicción aparece el sacrificio, el compromiso, la solidaridad, la entrega, el trabajo colectivo por encima de todo. Es admirable asistir a la pelea constante de Diego Costa con el mundo o a las ayudas defensivas de Arda, quizás el jugador más talentoso del plantel. Durante 65 minutos el Atlético de Madrid consiguió que el Barcelona no le creara ni una sola ocasión de peligro en el área de Courtois. El "Cholo" es un obseso de la pizarra, por eso puede ganar a cualquiera en una final a un partido. Asumo que entro en ese peligroso terreno del fútbol ficción, pero posiblemente a 90 minutos, con Busquets expulsado y 1-0 en el luminoso el Atleti hubiera salido campeón.


    Insisto. No soy un enamorado de ese fútbol. Pero lo que no se puede hacer es situar un estilo en el bien y otro en el mal sin analizar con qué mimbres cuenta el comandante para elegir uno u otro. ¿Alguien entendería que una España con Ramos, Alba, Xabi Alonso, Iniesta o Xavi jugará a la contra? ¿Es plausible que un equipo con Marcelo, Xabi Alonso, Ozil, Cristiano o Benzemá se encierre en su campo agarrándose a contragolpes aislados? ¿Quién puede censurar que cualquier equipo de la Liga Española no se repliegue contra el Barça o el Madrid? ¿Jugaría Simeone igual si fuera técnico del Bayern de Munich? Al final el fútbol es cuestión de gustos, aunque existe demasiada gente para la que sólo son colores, lo que provoca que en ocasiones vean a Michelle Jenner fea porque es el equipo rival o a Quique San Francisco guapo porque es tu propio equipo. Mi gusto personal (e intransferible) es la valentía de Pepe Mel o Paco Jémez, porque creo que es una cualidad que a la larga siempre triunfa. Pero soy incapaz de esconder mi sombrero delante del espectacular planteamiento táctico de Simeone ante un Barcelona con superávit de talento. ¿Qué es acertar con el estilo? ¿Ganar? Mi incomprensible romanticismo me impide agarrarme a los asideros de un simple resultado. 

miércoles, 14 de agosto de 2013

EL TERMÓMETRO DE LA (OTRORA) MEJOR LIGA DEL MUNDO

 
     Durante algunas temporadas, siempre a finales de agosto, en aquel "fumigado" Partido de la Una EDICIÓN SÁBADO que servidor tenía el privilegio de poner en la antena de Onda Madrid, unos cuantos "piraos" de la radio hacíamos la "Gran Quiniela" de la Temporada, que no era otra cosa que robarle la bola a la inefable Aramis Fuster y pronosticar cómo se iba a desarrollar el curso futbolístico que iba a arrancar. Está a punto de comenzar la Liga 2013-14, y como el Partido de la Una EDICIÓN SÁBADO está en mi recuerdo pero no en mi día a día, acudo a este humilde blog para compartir con vosotros (espero que compañeros como el "Imparcial" se asomen también por aquí) unas líneas de fútbol ficción. Os puedo asegurar que en mayo nos "descojonaremos" de la mayoría de las cosas que vamos a escribir en este post. Yo me la juego y prometo encajar con deportividad el aluvión de mofas que me lloverán al final de la campaña. ¿Os animáis vosotros? ¡Vamos!


La gloria del título

     No descubro la penicilina si afirmo que Barcelona y Real Madrid pelearán por el entorchado nacional. Son junto al Granada y al Villarreal los únicos clubes de Primera División que han gastado más de lo que han ingresado. El Madrid ha gestionado el mercado de maravilla. Es evidente que con "pasta" se puede fichar mejor, pero la historia está llena de equipos que han despilfarrado el dinero. El Madrid ha comprado juventud y talento, el Madrid ha vendido "secundarios" muy caros. Le falta la más que posible guinda de Gareth Bale. Ligeramente favorito frente al Barcelona, que amarró a Neymar en una operación que puede marcar el fútbol de la próxima década. Una inexplicable pretemporada con más "bolos" que entrenos puede retrasar el despegue de los culés, que siguen escarbando en el mercado para atar al cada vez más necesario central. Duelo a muerte con guerreros como Iniesta, Isco, Neymar, Benzemá, Piqué o Ramos. Y luego, allá lejos en el espacio, la lucha entre los "extraterrestres" Messi y Cristiano. Ojo a los problemas físicos de Messi este año, ojo a la ambición incontenible del portugués, un tipo que está a punto de ponerse a la par con el mejor jugador de los tiempos.

Campeón: Real Madrid
Subcampeón: FC Barcelona


La magia de la música Champions

     Todos los clubes llamados a pelear por la clasificación para la Copa de Europa han perdido potencial, han vendido a sus goleadores, han ingresado más que gastado. Una prueba más del decaimiento de la clase media-alta de nuestro futbol. Mis dos candidatos para este objetivo son, por este orden, el Valencia y el Atlético de Madrid. Helder Postiga no es Soldado, pero los "ché" han firmado al entrenador ideal, Djukic. Pedazo de comandante y excelente gestor de grupos, al serbio le queda pasar la prueba del miura mediterráneo para consolidarse en la élite. Excepcional pretemporada de un equipo que aspira a ganar la Liga "normal" con futbolistas básicos de perfil obrero como Javi Fuego. Se fajará el Atleti de Villa, una operación fantástica que ha disparado la ilusión de la hinchada colchonera. Simeone es muy listo y sabe que la pizarra da victorias... y hasta títulos. Motivador nato, ha convencido a sus muchachos de que todo parte del 0 en la portería propia, un reto más sencillo con uno de los mejores guardavallas de Europa, Courtois. Bajará un peldaño, pero seguirá instalado en puestos Champions.

Tercero: Valencia
Cuarto: Atlético de Madrid




El sueño europeo

     La Liga española sigue perdiendo nivel, lo que provoca que todo se iguale... a peor. Incluso equipos que jamás habían aspirado a la Europa League se aferran desde agosto al sueño continental. Me la juego con un abanico de 4 equipos, con un quinto como el Málaga haciendo la goma. Estos cuatro son el Athletic, el Sevilla, el Granada y el Real Betis.
Del Athletic me gusta casi todo lo nuevo, desde su entrenador Valverde hasta su delantero Kike Sola pasando por un mediocampista de escándalo como Beñat (¿será la guinda Mikel Rico?). Etapa nueva tras el desgaste de Bielsa y ninguna baja de futbolistas capitales en el proyecto. Será la revelación del campeonato junto al Granada, la plantilla que a priori más calidad ha ganado. Piti, Riki o Iturra, este uno de esos jugadores para tener "siempre en mi equipo". Y ojo que terminarán firmando a un goleador (¿Djebbour?) que completará una escuadra realmente interesante. Sevilla y Betis volverán a estar en la pugna. Los dos equipos sevillanos han vendido muchísimo y muy bueno (el Sevilla es el que más ha ingresado de toda la Primera División con un +70 "kilos" en el balance), pero los eternos rivales han fichado piezas de buen nivel: Marko Marin, Bacca, Gameiro o Cristóforo los de Emery; Verdú, Xavi Torres, Figueras o Dídac los verdiblancos. Apuesta arriesgada: creo que ambos los tendrán difícil para meterse en Europa. También el Málaga, el ciclista que se descuelga, el equipo que cuadra gastos y que por el camino pierde de una tacada a Isco, Joaquín, Iturra, Toulalan, Demichelis, Santacruz... y al idolatrado Pellegrini. Temporada difícil para los costasoleños, una convicción acentuada por la elección de Schuster, un técnico que nunca me agradó.

Quinto: Athletic
Sexto: Granada
Séptimo: Sevilla
Octavo: Betis
Noveno: Málaga


La zona que no quema

     Vamos con los equipos que estarán (mejor dicho, acabarán tranquilos). Son aquellos clubes que no se quemarán el culo ni tampoco llegarán a derribar la puerta de los de arriba. La clase media de este curso. En esta lista cuelo a la Real Sociedad (reconozco que es más una intuición que una certeza), al Villarreal (buen proyecto en el retorno), al Getafe (notable plantilla sin gol, pinta a zona media), al Elche (buena gestión con la propuesta de Escribá y fichajes como Del Moral o Sapunaru), al Celta (tiene mucho gol con Charles, y eso en Primera es un tesoro) y al Espanyol (me encanta Pizzi, creo que a pesar de sus graves problemas económicos la escuadra de Aguirre no sufrirá). Estos 6 equipos (no necesariamente en este orden) se bañarán este año en aguas "templaditas".


A sufrir como perros

     Sería una osadía y hasta una falta de respeto pronosticar descensos, que sin duda es lo más duro para un profesional y, sobre todo, para una hinchada. Pero mi apuesta es que 5 equipos van a sufrir mucho. Entre ellos ubico al Levante, que tras las brillantez de la etapa JIM y la marejada del despido de los veteranos por causas extradeportivas afronta un curso muy difícil. Caparrós (casi) siempre es un seguro de vida, pero es un proyecto que me despierta muchas dudas. Almería (¿será Suso capaz de marcar las diferencias?), Osasuna (acostumbrado ya a lidiar en la zona baja), Valladolid (muchas dificultades para armar una plantilla competitiva) y Rayo Vallecano (Miñambres y Jémez persiguen otro milagro) se perfilan como candidatos a luchar sólo por la anhelada permanencia. Se presentan 9 meses de angustia y dificultades para este ramillete de sufridores. ¿Cuáles serán capaces de evitar el infierno?


     Queridos lectores: esto sólo es un juego sin mayores pretensiones, un simple pronóstico de un hincha "loco" por el fútbol y "friki" hasta lo irracional. Mi objetivo es interactuar con vosotros y llevarnos la contraria, como hacía cada año con mis compañeros de #DeportesOndaMadridforever. Espero vuestros comentarios y vuestros pronósticos, y para poneroslo más fácil os invito a responder este pequeño cuestionario.

Campeón de Liga
Campeón de Copa
Campeón de Champions
Clasificados para la Champions
Clasificados para la Europa League
Un jugador
Un entrenador
Equipo revelación
El pufo de la Liga (equipo o jugador)

martes, 16 de julio de 2013

LA GRAN CHORIZADA


     Son las 2.17 de la madrugada. Habitualmente me acuesto tarde, pero no tanto. De hecho, hace 5 minutos estaba ya en la cama tumbado tratando de entrar en esa dulce terapia que es “soñar con cosas bonitas”.  Pero desoyendo los consejos de mi novia, me he levantado, he encendido el ordenador y me he puesto a escribir. Lo hago como ciudadano, no como periodista. Qué suerte contar con este blog para hacerlo. Qué suerte tenerte a ti, querido lector, ahí detrás para poder compartir los sentimientos de un tipo extremadamente cabreado, yo.

     El otro día, en una tertulia de sobremesa, un compañero me dijo que en la práctica España ya no dista nada de lo que habitualmente llamamos “repúblicas bananeras”. La reflexión de mi compañero se acerca mucho a la realidad. Nos engañan, nos estafan, nos roban, nos mean, se ríen de nosotros, nos joden la vida. Hasta el punto de que un gran número de ciudadanos, muchos más de lo que sería natural, asumen con toneladas de resignación que muchos políticos de este país se abrazan a la corrupción. Hace un rato una mujer veterana con valores, orgullo, valentía y bondad me ha llegado a decir que lo que más le indigna es que ni siquiera Rajoy dé la cara aunque sea para mentir. Ojo a este comentario, para mí desde luego no es baladí. Lo que le asusta de verdad a esta señora no es que le “roben”, sino que el Gobierno no gestione bien la crisis y llegue la revolución a las calles.

     Mi país navega en la zozobra entre sobres, recibís, “pelotazos” subvencionados en el Congreso, incomprensibles dietas por alojamiento, “golfos”, mentirosos y “chorizos”. Gobierna un tipo que ha incumplido la inmensa mayoría de sus promesas electorales  y que pertenece a un partido que ha mantenido un idilio continuado con la corrupción y el tráfico de influencias. Como cabeza visible de la oposición una formación que quiso utilizar dinero público para contratar a abogados para su defensa en el vomitivo caso de los ERE en Andalucía. Superávit de políticos incapaces de ir más allá del “y tú más” y del “caca, culo, pedo, pis”. Sirva como ejemplo simbólico a modo de viñeta de humor que personajes como Pepe Blanco o Cristóbal Montoro, sin formación, sin oratoria, sin nada, gozarán de un sueldo vitalicio del Estado por el disparate de haber sido nombrados ministros. Haceros una pregunta: ¿Quién ganaría ahora unas hipotéticas elecciones? Sí, este bipartidismo es una lacra insoportable… e irremediable.
 
 
     Y en el fondo de esta agresión social se encuentra el ciudadano: tú, yo, nosotros. Sin más elección que un voto en blanco (un votante en blanco como yo se plantea ya seriamente si merece la pena ir apoyar una democracia falsa) o la apuesta por un partido político minoritario con la sospecha (¿o certeza?) lícita de que hará lo mismo en el caso de que algún día llegue a ostentar algún tipo de poder. Mientras políticos, empresarios, constructores top y bancos disfrutan de esa riqueza ilegal, ilícita e inmoral, los “pringaos” asistimos a recortes del recorte y a la aparición de toda la mierda en una superficie en la que ya no cabe más porquería. Mientras tanto cientos de miles de hogares españoles no ingresan ni un solo euro, algo que a un ser humano con bocas que alimentar le acabará llevando a cualquier acción que yo seré incapaz de reprochar.

     Insisto, escribo estas líneas como ciudadano. Aunque me permito la licencia de gritar y patalear con la impotencia que me provoca ver que también los periodistas son comprados, algunos con sobres, otros con palabras y unos cuantos con esa lacra llamada autocensura. Portadas e informaciones intoxicadas de intereses, personajes televisivos que defienden a “su equipo” por encima de la verdad y de cualquier resquicio para la honestidad. Sé que no he aportado casi nada con este artículo, pero me estrangulaba la necesidad de desahogarme. Me voy a la cama. Estoy rabioso. Mañana será otro día… otro día para seguir asistiendo a la gran “chorizada” en la que algunos han convertido España.

               
                           

miércoles, 10 de julio de 2013

LAS RAZONES DE MIROTIC

      Habitualmente utilizo este blog para opinar, para sacar lo que llevo dentro, para compartir con todos vosotros inquietudes, sensaciones y alguna que otra certeza. Estas líneas van a ser una excepción. Mi deseo es que no estén sazonadas con ninguna dosis de opinión, o al menos que los hechos (carne) se impongan a las opiniones (salsa). Quizás hoy recurro a mi blog para explicar el “caso Mirotic” sólo porque el lugar en el que trabajo ya ni siquiera acoge espacios de deportes en los que poder compartir este tipo de historias.

      Mirotic ha rechazado la invitación para estar con España en el Europeo de Eslovenia. Su decisión estaba tomada desde hace algún tiempo. La realidad es que él se siente “traicionado”, o si queremos rechazar un adjetivo tan severo, considera que es un “segundo plato”. Quienes conocen a “Muñequita de seda” saben que es un deportista comprometido con su profesión y, sobre todo, un tipo comprometido con sus valores. Una frase que puede sonar hueca hasta que se traduce en decenas de ejemplos cotidianos. Mirotic anhela ser el mejor, llegar a lo más alto, y para eso se va en verano a las montañas de Montenegro para aislarse y “matarse” a entrenar con su técnico de toda la vida. O le pide al utillero del Real Madrid las llaves del pabellón del Valle de las Cañas después del primer partido de la final ACB para, con nocturnidad, lanzar a canasta durante dos horas. O se mantiene fiel a los amigos que le han ayudado en España desde que era un imberbe. Tiene compromiso con el baloncesto y con la vida, eso es innegociable.

     Pero Mirotic, como buen balcánico, es muy orgulloso. Mucho. El orgullo lleva al ser humano a equivocarse muchas veces, pero también a abrazar la etiqueta de ganador para intentar siempre llegar a la cima de la montaña más alta. El montenegrino-español sueña despierto cada día con ser el número 1, con seguir mejorando, con alcanzar el tope de su potencial, que muchos no sabemos cuán lejos puede estar. ¿Es eso ser un ganador? Yo creo que sí. Su principal reto no es defender la camiseta de un país en un gran evento, sino triunfar a lo grande con un club al que ama con pasión de aficionado, el Real Madrid.

    
     Él estaba preparado e ilusionado con participar con España en los Juegos Olímpicos de Londres. Absorbió la seguridad que le transmitió durante meses la Federación de que contaban con él para esa cita. Tenía decidido elegir la camiseta de la Selección Española, cerrar el debate, arrancar su camino como internacional en el verano de 2012. Pero la irrupción de Ibaka y, sobre todo, la imposibilidad de contar con ambos por mor de las leyes, propició el descarte del jugador del Real Madrid. Aquí aparece el orgullo… y la rabia. No quiere ser “segundo plato”, no le agrada que “este año sí porque Ibaka anda tocado y el año que viene en el Mundial 2014, no”, no soporta ser tenido en cuenta sólo cuando las bajas asolan al combinado nacional. Orgullo. Convicciones. Decisiones. Ni siquiera es una cuestión de elegir entre España y Montenegro, una escuadra que, por cierto, muchas veces es tratada como una ruina y para mí es (y será) un equipazo, sobre todo por dentro. Mirotic tenía (y tiene) clara su renuncia al equipo balcánico porque su deseo, más allá de patrias e himnos, era (y creo que sigue siendo) competir con España. Su dedicación en las inferiores siempre ha sido máxima, incluso arriesgando su tobillo en algún campeonato en contra de la opinión de su club. Pero tiene el sentimiento de que la Federación no ha apostado por él, que no ha sido fiel con los mensajes que durante meses le transmitieron. Esa es la clave, el núcleo de una decisión muy trascendente.

     Estas son las razones de Mirotic. Más allá de opiniones, iniciativas populares de hinchas en las redes sociales, filias y fobias, filtraciones y presiones, que las ha habido y muchas durante los últimos días, incluso de despacho top federativo a despacho top de club. Nikola Mirotic está por encima de eso. Volvemos al orgullo. Su decisión estaba tomada y nadie la iba a cambiar. Por eso le ha dicho “no” a la Federación Española de Baloncesto.    
               

                

viernes, 5 de julio de 2013

APUESTA LIGHT POR PABLO LASO


      El Real Madrid no ha renovado a Pablo Laso, al que sólo le resta una temporada de contrato. Ni piensa renovarlo, al menos de momento.  El club esgrime “motivos económicos” para no abordar de inmediato la continuidad de un entrenador que no goza precisamente de un sueldo top. El Madrid se aferra al famoso “ajuste” presupuestario de la sección de baloncesto para no ampliar la vinculación del técnico vitoriano, un argumento que desde fuera se antoja peregrino. ¿Es light, sin cafeína y sin burbujas la apuesta del Real Madrid por Laso?

      Pablo Laso anda con la mosca detrás de la oreja. Sabe cómo funciona este negocio y que afrontar la temporada sin red contractual puede llegar a convertirse en un suplicio. Siente que merece un refuerzo del club para consolidar su posición como entrenador del Real Madrid. En 2 años ha ganado 2 títulos grandes y una Supercopa. Además, ha llevado a su equipo a una final de la Copa de Europa, algo que no había acontecido desde 1995. De hecho, desde ese año, el palmarés de la sección de baloncesto, antes de la llegada de Laso, se reduce a 3 Ligas y 1 Copa ULEB. Una cosecha ridícula en casi dos décadas de baloncesto. El dato demoledor e incontestable es que Pablo Laso ha conquistado en 2 cursos los mismos títulos que Florentino Pérez en 10 años: Tres. Algunos olvidan siempre que el Madrid de basket posee una historia tan incomparable como lamentable es su pasado más reciente.

     La gente que sigue al Real Madrid de baloncesto ha comido mucha “mierda” durante mucho tiempo. Por momentos se ha desesperado con una sección que bordeaba el ridículo y que era incapaz de competir ni siquiera en el segundo o tercer escalón continental. Considero que muchos de los aficionados al baloncesto merengue tienen un punto más de conocimiento del juego que los “futboleros”. Acuden al pabellón, como todos, para ver ganar a su equipo, pero agradecen ese componente de diversión, de ocio, de alegría que uno busca cuando ve un partido de baloncesto. Por eso la infinita mayoría de ellos están encantados con Pablo Laso, un entrenador que ha logrado hacer real esa máxima cada vez más quimérica en el deporte moderno: GANAR Y ENAMORAR. 
 
  

      Laso llegó al Madrid en medio de un terremoto. El hincha estaba asqueado tras el “gatillazo” de la era Messina y casi nadie contemplaba como una opción sería la irrupción de un entrenador con escasa experiencia y con un perfil demasiado bajo. El vitoriano y su cuerpo técnico navegaban desde el principio en medio de un océano con una piragua rodeada de tiburones. El Madrid había devorado incluso a uno de los mejores, así que Laso se antojaba como un simple aperitivo para la sabuesa crítica. Desde la normalidad y una apuesta convencida por el buen basket Pablo Laso fue calando en la parroquia madridista. Su Real Madrid ha ganado finales, ha perdido finales y también ha caído en cuartos de final. Pero Laso ha ganado más títulos que cualquier otro y ha sido capaz de llevar al Palacio a miles de hinchas que disfrutan con la propuesta y el juego del Real Madrid.

      El proyecto “Pablo Laso” no es conservador. Ha tomado decisiones antipopulares como prescindir de Tomic o fichar a Slaughter, un jugador capital esta temporada y que seguramente no tendría un papel estelar en ningún equipo de Europa. Es mérito de este cuerpo técnico encajar ese tipo de piezas en su puzle alegre y colorista. Como la apuesta de Laso por Mirza Begic, cuya renovación es una prioridad y no se va a ejecutar por 200.000 euros que la Dirección ha dicho que no se ponen. Otro ejemplo evidente de que la apuesta por el entrenador no es incondicional. La libreta de Juan Carlos Sánchez no tiene escritas las palabras “Pablo Laso” con letras grandes. Todo lo contrario que Alberto Herreros, desde siempre el gran valedor del trabajo del técnico.

      Laso se la juega esta temporada. Depende más que nunca de los resultados. No tiene colchón, no hay red debajo. Tampoco hay dinero. La sección reduce en más de 2 millones su presupuesto invadida por las rémoras del papá fútbol , y se queda a 10 “kilos” de diferencia con el Barcelona. Él cree que merece algo más, mi opinión es que tiene razón. Gana mucho menos dinero que cualquier entrenador importante en Europa y ha ganado muchos más títulos que cualquier entrenador en el Madrid. Y ojo, este verano se ha quedado a pesar de recibir ofertas importantes de Turquía y Rusia. Creedme que su salida unilateral del club merengue le costaría poco más que unas monedas sueltas para pagar unas “cañas”. Pablo Laso ha hecho feliz a una gente ganadora a la que se le había olvidado ganar. Por eso la apuesta del club por él se antoja demasiado “light”.


 

jueves, 27 de junio de 2013

AQUELLA ZAMARRA DE INIESTA

     Hace poco menos de un año este que escribe caminaba sin prisa y sin reloj por el parque Izmailovski de Moscú. De charla y risas con mi inmejorable compañía, disfrutando de unas vacaciones inolvidables. Hasta nosotros llegaba el griterío inconfundible de un grupo de niños jugando un partido de fútbol. Fijé mi mirada en uno de ellos, un “rubiajo” con cara de susto que no intervenía mucho en el desarrollo del juego. Me acerqué a él para preguntarle por qué lucía esa preciosa camiseta. La comunicación fue difícil, él no hablaba ni pizca de inglés y yo no hablo ni “papa” de ruso. Pero no hizo falta mucho diálogo, su  “Españaaaaaaaaaa, Iniestaaaaaaaaaa” me dejó inmensamente tranquilo, feliz, orgulloso.

    Aquel niño ruso se compró una camiseta de la Selección Española. Quizás se la pidió a sus padres, quizás ni siquiera era verdadera, pero eso es lo de menos. El muchacho la lucía con devoción. Como cientos de niños en diferentes lugares del mundo. Para todos ellos esa zamarra es un tesoro porque es la camiseta de los mejores, de los que han ganado dos Eurocopas y un Mundial, de los que habitualmente enamoran al público con su manera de jugar al fútbol. Esos niños ni se paran a pensar que esta Selección pueda ser la mejor escuadra de la historia, pero para ellos esos futbolistas son simplemente los mejores.

     Yo mismo me enfundo la casaca de España siempre que abordamos un partido importante. Siempre lo he hecho, ahora que ganamos y también cuando llorábamos un minuto después del choque de cuartos de final. Me rebelo contra aquellos que defienden que ponerse la camiseta de tu país es una “paletada”. Muchas veces son los mismos que se visten las elásticas de Italia, Brasil o Alemania, actitud para ellos de modernidad, progreso y vanguardismo. Por mi parte me siento muy orgulloso de ser un “paleto”. Quizás ya sólo desde el “paletismo” se pueda disfrutar del fútbol de siempre. A lo que iba. Que multitud de chavales luzcan la camiseta de la Selección Española de fútbol a lo largo y ancho de todo el planeta es un acontecimiento histórico, la clara muestra de que esta generación está haciendo historia, protagonizando una película que dentro de no mucho será una escapatoria para digerir las derrotas que seguro llegarán otra vez.


     Estamos muy cerca de una final Brasil – España en Maracaná. Con prudencia, sin soberbia, como se encarga de recordar siempre nuestro comandante Vicente del Bosque. No es el Mundial, pero sería un Brasil – España en Maracaná, uno de los grandes templos futbolísticos del mundo. Y aunque parezca un sueño, una ficción, un alucine, una locura, en esa hipotética final nosotros seríamos los buenos, los admirados por millones de terceros imparciales que verán el choque a través de la televisión. Los rojos tratarán de crear fútbol, la “verdeamarelha” querrá contener y aprovechar su pegada arriba. Si alcanzamos la final de la Copa Confederaciones asistiremos a un guión impensable hace unos años. Jugamos como jugó la gran Brasil y somos el modelo para la Italia que siempre nos ganaba. Impensable.  Ganaremos o perderemos, pero poder exhibir  esa etiqueta de magia y de buen fútbol no tiene precio. Es y será impagable.


     Mientras decenas de niños brasileños visten con ilusión la zamarra de nuestra Selección antes que la de su país, la España de los clubes, de las fobias y de los insoportables extremismos seguirá escupiendo bilis y deseando el resbalón de una generación de actores irrepetible. Siempre digo que afortunadamente para los que vibramos con este equipo, los insaciables resultadistas ni siquiera se pueden abrazar a los datos para orinar encima de esta Selección. Un equipo representado por la magia de Iniesta, la raza de Ramos, las paradas de Iker, el timón de Xavi, los números de Torres, el oficio de Arbeloa, el duende de Fábregas el ilusionismo de Silva o la elegancia y excelente gestión de Vicente del Bosque. Qué más da que jueguen en el Barça, en el Madrid, en el Mirandés o en la Balompédica Conquense. Se juntan para hacernos inmensamente felices. Fidelidad eterna a esta gente que ha sido capaz de convencer a un niño ruso para que se enfunde la camiseta de España.



lunes, 24 de junio de 2013

LA LEYENDA DE MADARIAGA


     Siempre he sentido una incontrolable debilidad por Amaya Valdemoro. Siempre. Quizás porque si hubiera podido ser deportista (¡qué frustración ser tan malo, joder!) me hubiera gustado competir como ella. Admiro su carrera deportiva, su tenacidad, su coraje, sus valores, su forma de jugar al baloncesto y, sobre todo, su manera de transmitir baloncesto. En estos tiempos en los que políticos y “soplagaitas” varios se orinan sin pudor sobre la famosa “marca España”, me resulta difícil encontrar una persona que represente mejor que Amaya esa marca.

     Amaya es una leyenda desde hace tiempo. Un mito viviente, un mito aún en activo. Una de las mejores deportistas de la historia de este país. Acumulainfinidad de títulos y logros con varios clubes y con España. Triunfos en los mejores equipos de la Península y viaje exitoso a través de los sueños en la liga americana (WNBA), en la que la madrileña enseñó a las mejores que ella, desde Alcobendas, también era una de las buenas. Pero lo material se queda muy corto para definir a una mujer valiente, ambiciosa, vehemente, sufridora hasta los últimos límites físicos sólo para poder seguir haciendo lo que más le gusta. Remueve las entrañas escuchar la voz de Amaya relatando cómo durante meses ha estado casi sin poder caminar por culpa de las rodillas, o cómo tras romperse las dos muñecas en una caída la tenían que ayudar hasta para poder cumplir con sus necesidades vitales más básicas, o cómo el tratamiento diario con su “fisio” era poco menos que una tortura insoportable. Esa es Amaya Valdemoro, la chica más corajuda (y cojonuda) del mundo.


     Su leyenda no estaciona, sino que sigue recorriendo kilómetros, anotando cestas y pulverizando récords. Suma 255 partidos con España, 18 años de servicio que incluyen 2 Juegos Olímpicos, 5 Mundiales y 6 Europeos. Podría llegar a la cifra de 258 partidos con la Selección si el destino le premia con una medalla en el Eurobasket de Francia, su última gran aventura como jugadora profesional de baloncesto. Para darnos cuenta de su inmenso bagaje con el equipo nacional, Amaya suma ya 16 internacionalidades más que Epi, el hombre que más veces se ha enfundado la casaca española. Una trayectoria sencillamente brutal, escandalosa, seguramente irrepetible. “Me duele todo menos porque me lo paso bien jugando con España”, afirma desde Lille inmersa de lleno en el objetivo de ganar otra presea con la Selección.

     Valdemoro es mucho más que partidos, cifras, récords y canastas. Valdemoro es la emoción que provoca su cinta rojigualda en el pelo, la energía que transmite su puño cerrado después de una buena cesta o una defensa brillante, su sufrimiento incontrolable cuando le toca animar desde el banquillo, sus lágrimas cuando siente que ha fracasado, sus lágrimas cuando celebra una nueva hazaña. Amaya es tan especial que se convirtió en Madariaga (apellido materno) para sentir el calor de su madre, fallecida por culpa de un maldito cáncer. Un gesto que impresionó a su padre Álvaro y a su hermana Virginia y que seguro que emocionó a su mamá en el cielo. Esa es Amaya Valdemoro, una chica siempre dispuesta a atender a los periodistas, a fotografiarse con los aficionados y a compartir sus proezas con la gente de basket. No ha nacido ni nacerá otra como ella. A sus casi 37 años su baloncesto se apaga, pero su leyenda quedará para siempre en los anales del deporte español. Esa leyenda, la leyenda de Madariaga, ya es eterna.     


     

domingo, 9 de junio de 2013

LA JUGADA


     Cuando he mirado el reloj marcaba las 17.08 horas. Habían transcurrido 2 horas y 36 minutos desde LA JUGADA. En ese tiempo he bajado a los vestuarios para recabar declaraciones, he cogido el coche para recorrer el trayecto Palacio de los Deportes – Ciudad de la Imagen, me he metido en una cabina para extraer los sonidos indispensables para nuestros oyentes y me he puesto delante del ordenador para ver con máxima atención todas las imágenes, tomas y repeticiones de LA JUGADA. Absorbido por la pasión periodística de momentos como este, he caído en la cuenta de que se me había olvidado comer. Joder con LA JUGADA.

     En directo, desde la cabina 13 del Palacio, me ha parecido una personal como una “catedral”. Tras repasar las imágenes concluyo que no hay falta de Sergio Rodríguez, que Llull toca la pelota y que la posesión debería haber sido desde de fondo para el Barcelona con 2,3 segundos en el reloj y un punto abajo. Sergio Rodríguez dice que pudo hacer falta, Llull que él toca la bola, Sada que ha visto la acción en su teléfono móvil y ha comprobado que Llull le hace falta, Laso que a Sada se le escapa el balón y Navarro que el arbitraje global ha sido “escandaloso”. Las redes sociales, en estas ocasiones tan útiles como propagadoras de delirios, amplían el espectro de posibilidades a unos posibles pasos del base del Barça antes de cualquier acción punible. Vaya con LA JUGADA.
 
 
     Huí, huyo e huiré de aquellos fanatismos que ensucian el baloncesto y el periodismo. Quienes siguen el basket a menudo saben que en muchas ocasiones la primera impresión de una acción resulta ser errónea. Esto vale para los que están viendo el partido, in situ o a través de la tele, y también para los propios actores de la escena.  Arbitrar es muy difícil, arbitrar un Madrid-Barça es difícil al cuadrado y arbitrar un Madrid-Barça por un título es difícil a la enésima. Por eso, un día más asisto con rabia al “bufandeo” de informadores que siempre observan la realidad con el cristal del mismo color. En ocasiones ni siquiera les gusta el baloncesto, simplemente aprovechan el morbo reinante para engordar esa cansina e insoportable guerra futbolera. Forofos con pluma o micrófono que vociferan que lo de esta mañana ha sido un atraco o que la ACB es más culé que Navarro. Ya sabéis, según el color del famoso cristal. Debe de ser que el populismo da seguidores en Twitter, debe de ser que está más de moda decir lo que se quiere oír que lo que se piensa de verdad. LA JUGADA ha sido una excusa perfecta para armar el cañón y disparar.

     A mí lo que me encanta es que se hable de baloncesto. Un Real Madrid – Barcelona es una pasada, un duelo con infinidad de alicientes y rivalidades. La polémica arbitral es un ingrediente más para una deliciosa ensalada repleta de manjares y aderezada con todos los aliños del mundo.  Demos la bienvenida a LA JUGADA porque nos va a regalar una semana de baloncesto inefable, pero no golpeemos con saña la vieja brújula porque si no demasiada gente terminará perdiendo de vista cualquier punto cardinal. Por cierto, ¿cómo habéis visto vosotros LA JUGADA?
               

viernes, 7 de junio de 2013

LA GRAN OBSESIÓN


     Hace no mucho tiempo el Real Madrid de baloncesto “liquidaba” las temporadas en la eliminatoria de semifinales. Acudía a Vitoria, por poner un ejemplo, con la convicción interna y la sensación del exterior de que los que iban de blanco serían derrotados antes de salir al parqué. El Madrid tenía un buen equipo con buenos jugadores, pero la mayoría de las veces peores jugadores y peor equipo que el rival. En aquellos tiempos, el basket merengue se presentaba en el Palau Blaugrana como ese animal con orgullo que sabía que iba a morir. Sacaba su orgullo, sí, pero siempre perecía. “Yo he comido mucha mierda, tío, pero mucha”, me dice de vez en cuando una persona ligada desde hace más de una década a la sección. Entre medias, un triple milagroso de Herreros en el Buesa Arena y una gran Liga de Joan Plaza culminada en Barcelona otorgaron a los fieles aficionados madridistas un par de dosis de felicidad. Oasis en el desierto. Al siguiente curso, la vida seguía igual. Lo mismo ocurría en Europa, donde alcanzar unos cuartos de final frente a Olympiacos o Maccabi ya se “vendía” como un éxito. No había para más. En historia el Madrid vapuleaba a todos, pero en baloncesto casi siempre era peor que el enemigo.

     Cuento esto desde el privilegio de haber disfrutado desde el micrófono de multitud de viajes, partidos y aventuras junto al Real Madrid durante los últimos tres lustros. Trabajo (de momento) en Onda Madrid, una emisora que hace suyos los éxitos del Madrid, del Estudiantes y del Fuenlabrada. La obligación de un locutor de radio es transmitir emociones a sus oyentes, que en este caso son mayoritariamente madridistas, colegiales y azulones. Muchas veces me preguntan de qué equipo soy. Yo soy (de momento) de Onda Madrid. Le debo emociones a nuestros oyentes, ese es mi compromiso aquí, ese sería mi compromiso desde Radio Nou, Catalunya Radio, Aragón Radio, la COPE, la SER o Radio Marca. El periodista es simplemente un vehículo, no nos creamos más importantes. A lo que iba. El haber seguido al Madrid durante tanto tiempo me hace ser plenamente consciente de que he contado muchas más decepciones que alegrías a los admirables hinchas del baloncesto blanco.
 
 
     La película ha cambiado. El Real Madrid luce un equipo potente, un proyecto trabajado, unos jugadores que se abrazan al top 5 continental. Los de Laso son respetados por los rivales y etiquetados como favoritos por la inmensa mayoría de los “especialistas”. Comparece en el cuadro final de los torneos con la convicción interna y la sensación del exterior de que pueden ganar, de que van a ganar. Ayudan a reforzar esta tesis el espectáculo, los mates, los contraataques celéricos, las virguerías del “Chacho”, la elegancia sin parangón de Mirotic o las canastas imposibles de Rudy. Pero una Copa del Rey y una Supercopa se antoja poco bagaje para un rendimiento tan notable. La final de la Copa de Europa sembró dudas, desasosiego, una infinita tristeza.
     Por eso esta Liga se ha convertido en una obsesión para jugadores, técnicos, empleados y aficionados del Real Madrid de baloncesto. El blanco o negro de este club aparecerá sin ambages dentro de 10 días. El título doméstico completaría un curso sobresaliente. La derrota en la Final contra el Barça supondría un fiasco de dimensiones siderales. No es la opinión del que les escribe, es la firme convicción de los que cada día trabajan por y para el basket madridista. Jamás percibí una obsesión, una necesidad, un sentimiento de deber tan grande en la sección de baloncesto del Real Madrid. Es un equipo ganador que sólo aceptaría levantar la Liga número 31. Es, sin duda, la gran obsesión.