Agradezco a mi socio Iñako Díaz Guerra (Diario AS y
degustador de gintonics) el hecho de haberme servido de inspiración para este artículo. Le he leído a la hora de comer enzarzado con decenas de
"twitteros" a cuenta del Atleti, el Barcelona, de refilón el Madrid, los estilos, Simeone y las quejas de los
equipos grandes. Y nada, aquí estoy listo para escribir
unas líneas sobre el asunto y
compartir reflexiones con vosotros.
Cualquier estilo de juego, cualquier
planteamiento es válido en el fútbol. Igual de válido que el derecho del hincha
y/o periodista a alabarlo o criticarlo. Así de fácil, así de complicado. El fútbol es tan hermoso que Mourinho optó en su día por encerrarse delante del
Barça en el Bernabéu con una plantilla descomunal y Pepe como
"stopper" en la mitad de la cancha. El fútbol es tan hermoso que el "suicida" Paco Jémez no permite dar un pelotazo con el menor presupuesto de
la Liga y Gálvez sacando el cuero desde
atrás. El fútbol es tan sumamente hermoso que si ahora mismo hago una
encuesta con mis "compañeros" de barra en el
"Museo del Jamón" en el que me estoy
tomando una caña mientras escribo esto,
seguro que encontraría afines y hostiles a Mou y
Paco. Conste en acta que he elegido dos ejemplos al azar, ¡eh! Porque realmente el origen de este post está en el Atlético de Madrid de Diego Pablo
Simeone.
No soy un enamorado (escrito está) de la propuesta futbolística
del "Cholo". Algo que no es incompatible con piropear el impecable
trabajo defensivo que realizó el Atleti en la final de la
Supercopa. Incluso elogiar la habilidad (lícita) de dejar seca la hierba.
Este Atleti de Simeone es el mejor representante de la cultura del esfuerzo,
una cultura olvidada y enterrada por demasiada gente en este país. El entrenador colchonero ha logrado algo que muchas
veces es una quimera para el jefe de un equipo de élite: que los futbolistas crean en él. Desde esa convicción aparece el sacrificio, el
compromiso, la solidaridad, la entrega, el trabajo colectivo por encima de
todo. Es admirable asistir a la pelea constante de Diego Costa con el mundo o a
las ayudas defensivas de Arda, quizás el jugador más talentoso del plantel. Durante 65 minutos el Atlético de Madrid consiguió
que el Barcelona no le creara ni una sola ocasión
de peligro en el área de Courtois. El
"Cholo" es un obseso de la pizarra, por eso puede ganar a cualquiera
en una final a un partido. Asumo que entro en ese peligroso terreno del fútbol ficción, pero posiblemente a 90
minutos, con Busquets expulsado y 1-0 en el luminoso el Atleti hubiera salido
campeón.
Insisto. No soy un enamorado de ese fútbol. Pero lo que no se puede hacer es situar un estilo en
el bien y otro en el mal sin analizar con qué
mimbres cuenta el comandante para elegir uno u otro. ¿Alguien entendería que una España con Ramos, Alba, Xabi Alonso, Iniesta o Xavi jugará a la contra? ¿Es plausible que un equipo con
Marcelo, Xabi Alonso, Ozil, Cristiano o Benzemá
se encierre en su campo agarrándose a contragolpes aislados?
¿Quién puede censurar que cualquier equipo de la Liga Española no se repliegue contra el Barça o el Madrid? ¿Jugaría Simeone igual si fuera técnico
del Bayern de Munich? Al final el fútbol es cuestión de gustos, aunque existe demasiada gente para la que sólo son colores, lo que provoca que en ocasiones vean a
Michelle Jenner fea porque es el equipo rival o a Quique San Francisco guapo porque
es tu propio equipo. Mi gusto personal (e intransferible) es la valentía de Pepe Mel o Paco Jémez, porque creo que es una
cualidad que a la larga siempre triunfa. Pero soy incapaz de esconder mi
sombrero delante del espectacular planteamiento táctico
de Simeone ante un Barcelona con superávit de talento. ¿Qué es acertar con el estilo? ¿Ganar? Mi incomprensible romanticismo me impide agarrarme a
los asideros de un simple resultado.
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