Si éste que
escribe hubiera sido futbolista, me hubiera gustado parecerme a Carles Puyol.
Manejo una razón por encima de cualquier otra, y es que tengo la convicción de
que Puyol jamás ha negociado su esfuerzo, lo cual me parece una enseñanza para
el deporte… y también para la vida. Siempre se ha dejado todo lo que tenía,
bien con la camiseta del Barcelona, bien con el dorsal número 5 en la casaca de
la Selección. Siempre. En la Final de una Champions o de un Mundial, pero
también en un amistoso con España o en el último bolo asiático con su club. El mismo coraje que ha tenido para
pelear sin tregua durante 2 largos años con la obsesión de volver a jugar al
fútbol. La misma valentía que ha exhibido para gritarle al mundo que ya no tiene
físico para el fútbol de élite. Puyol jamás ha engañado a nadie, tampoco en lo
que seguramente sea el epílogo a una carrera admirable.
Carles Puyol. Atrevido dentro de
la cancha, tímido fuera del 105 x 70. Nunca regaló sonrisas a los periodistas y
(casi) siempre renunció a los micrófonos, hasta el punto de convertir en
habitual su desfile en cada zona mixta pegado a su teléfono móvil. Nunca sabremos
si realmente estaba hablando con alguien, pero sí que los periodistas que lo
conocen de verdad hablan de él como un tío de palabra. Hasta el punto de
conceder entrevistas a medios muy pequeños en detrimento de trasatlánticos
mediáticos a los que es muy difícil renunciar. “Hablo contigo porque te conozco y hay confianza y respeto, pero
prefiero que la entrevista me la hagas tú y no tu jefe”, le confesó a algún
camarada en más de una ocasión.
Soy más de personas que de
equipos o proyectos. Y en mi pequeño abanico de ídolos siempre estará un tipo
como Carles Puyol. Celebré con pasión su cabezazo contra Alemania metido en un
estudio de radio, con el ordenador abierto preparado para reservar un viaje
imposible (¡lo hice!) a Johannesburgo. Inolvidable aquel cuero rematado por
todos los españoles, pero ejecutado por la melena más auténtica del fútbol
español. Hasta en eso Puyol demuestra ser un tipo de convicciones innegociables.
Sus fotos de crío en la Masía con sus fotos de la despedida de hace unas
semanas en el Camp Nou comparten ese peinado idéntico, alejado de modas y
ligado para la eternidad con una valentía que es difícil encontrar en otro
deportista de élite. Unas pelotas que
le han llevado a Puyol a partirse la
cara, la nariz, la ceja y las rodillas por defender unos colores. Conmovedor,
sin duda.
Puyol es y será del FC Barcelona
hasta la médula. Idolatrado por su hinchada, como no podía ser de otra forma. Pero
respetado por la afición rival, incluida la del Real Madrid, el eterno enemigo.
Nunca fue a hacer daño conscientemente a un contrario, tampoco se le recuerda
una declaración fuera de lugar. Para la historia de los valores queda su
reprimenda pública a Thiago y Alves por celebrar con un baile innecesario
aquella severa goleada en Vallecas. Y también la orden a Piqué de desprenderse
de un mechero que había sido lanzado desde la grada del Bernabéu en uno de esos
derbis a cara de perro. Para los que amamos los códigos del fútbol por delante
incluso del propio fútbol, conservaremos siempre en la retina el abrazo que
Puyol le daba a Agustín Herrerín, delegado de campo del Real Madrid, cada vez
que llegaba con su equipo al feudo del enconado rival. Respeto como etiqueta de
cabecera.
Es más que posible que jamás
volvamos a ver a Puyol vestido de corto. No puede. Sus maltrechas rodillas le
impiden incluso llevar una vida normal. Durante 15 largos años se ha vaciado,
lo ha entregado todo, ya no le queda más gasolina en un depósito repleto de
compromiso y de calidad. Porque sería injusto que no mencionáramos en este
texto que el 5 del Barcelona y de España ha sido uno de los mejores defensores
de la historia del fútbol. Inabordable para el delantero, adorable para el
compañero. Centenario con España, algo sólo al alcance de los fuera de serie. Campeón
de todo, campeón con todos. Títulos para regalar. Batallas inolvidables que ya
ocupan un lugar de privilegio en los libros dorados de este bendito balompié. Gracias
por todo, Puyol. Pronto cumpliré uno de mis grandes deseos: lucir con orgullo
la camiseta de España con tu nombre y el dorsal 5. Ya eres una jodida leyenda. Una melena para la
eternidad.
Hoy están muy sensibles con el atraco de Brasil en el Mundial. Es uno más de una larga trayectoria.
ResponderEliminarDe este otro arbitraje no han dicho ni media. El señor Poblador, ¿ha comentado algo? ¿Sigue estando a sueldo del Real Madrid? Menuda oportunidad ha perdido para iuminarnos. ¿Aprecia algo? ¿Son visiones mías? ¿Mandarán retirar esta fotografía? Brasil y el Real Madrid cuando necesitan una ayuda arbitral, la reciben. Es lo que se llama poder futbolístico y económico.
http://www.defensacentral.com/userfiles/2014/May_25/cabezazo_ramos.jpg
PD
Espero que el señor Poblador pueda dar su opinón. Me extrañaría que se escondiera. Es tan valiente y aguerrido.
Luis