Un día
cualquiera, ni hace mucho ni poco, andaba éste que les escribe peleándose sin
compasión con un parquímetro, sin compasión de él hacia mí, por supuesto. En
esto que escucho una música cercana e inmediatamente después el sonido
atronador del claxon de un coche. Levanto la cabeza y diviso a un bicharraco
de más 2 metros, con gafas de sol y vehículo deportivo de alta gama, agitar los
brazos mientras luce, como siempre, una gigantesca sonrisa. Un tío feliz, un
tipo que detiene su coche en medio de la calzada justo antes de jugar un
partido sólo porque le apetecía saludar a un conocido. Era Marcus Slaughter, un
muchacho sencillamente cojonudo. Como este es un blog personal y no me
caracterizo por la diplomacia, la definición que merece Marcus es la de un tío
de puta madre.
No conozco mucho a "Masacre",
traducción literal al castellano de su apellido. Tengo por costumbre no dar
mucho la brasa a los deportistas, entre otras cosas porque supongo que
no les apetecerá. Las relaciones de cariño que han surgido han llegado
siguiendo la siempre recomendable senda de la naturalidad. Con Marcus he
coincidido en algunos viajes y nos hemos reído juntos en algunas entrevistas
hechas dentro del vestuario del Real Madrid. Él sabe que le va a caer alguna
pregunta en castellano, y por eso se pone en guardia, siempre con esa sonrisota
contagiosa, siempre con ganas de compartir su felicidad. Los que hemos tenido
la suerte de tratar con algunos deportistas de élite sabemos que existe mucha diversidad
de caracteres y personalidades. Como la vida misma, vamos. Y si extendemos esta
teoría a los jugadores americanos de baloncesto podemos usar el signo de
multiplicación por 100. Algunos son auténticos marcianos.
No es el caso de Marcus Slaughter. Da
gusto encontrarse con gente así por la vida. Jamás una mala palabra, jamás una
mala cara. No es casualidad que sea una persona adorada por sus compañeros y
por los empleados de la sección de baloncesto del Real Madrid. Su peso en el
vestuario es grande y, más allá de su rendimiento deportivo (excelente defensor
y espectacular en ataque), "Masacre" alimenta cada día la inercia
ganadora de un grupo que por momentos parece imparable. El aporta toneladas de
química, tened muy claro que eso siempre es decisivo (para bien) en el deporte
de élite. Un motivo más para que la renovación de su contrato esté muy cocinada.
Algo que hará muy feliz a su padre, un hombre tan o más simpático que su hijo.
Detrás de esa sonrisa permanente y de unos labios inteligentes para saborear el
buen vino, el papá de Marcus es un actor muy comprometido con la lucha contra
el racismo (libro incluido). Un padre que sacó a su hijo del abismo cuando
asesinaron de un disparo en el corazón a su hermano Jemall.
No es un norteamericano al uso. Marcus es
un negro que huye del hip-hop y prefiere abrazarse a la suave melodía de una
guitarra, o incluso al rock. Sólo un rockero coge el petate, engancha un vuelo
a Alemania y se convierte en el rey de Baviera en la fiesta de celebración
del equipo de fútbol. Idolatra a Cristiano, pero con los que conecta de verdad
son con Pepe y Ramos, que tiene celos de Slaughter por poder llevar un doble 4 a
la espalda. No penséis en ningún momento que "Masacre" tiene afán de
protagonismo. Él lo hace porque le sale así, porque es futbolero hasta la
médula, y todavía más madridista que futbolero. Se siente un privilegiado por
pertenecer al Real Madrid, juegue 1, 8, 15 o 30 minutos. Y quiere disfrutar del
escudo y del club de los que está locamente enamorado. Jamás una mala cara. Así de
sencillo, así de natural.
Marcus Slaughter. El capo de las redes
sociales, en las que transmite ese buenrollismo que lleva tatuado en el
alma y en las que nos ofrece reflexiones futbolísticas más brillantes que las
de cualquier analista. El contorsionista que exhibe su salto imposible antes de
cada función. El hombre que cada día degusta un par de sabrosos bollos
artesanos en una pastelería cercana al Valle de las Cañas. El tío que celebra
irse concentrado con el equipo porque asegura que lo que encuentra en
Valdebebas no existe ni en la mejor franquicia de la NBA. Nada más llegar al
club se compró la camiseta de Kaká. Los que le visitan en su casa, como Draper,
íntimos amigos, dicen que es imposible encontrar armarios más ordenados.
Ordenado con su ropa y con su vida, ya que detrás de esa interminable energía
sólo se esconden litros y litros de zumo de piña.
Marcus Slaughter es el nuevo ídolo del
madridismo, que reconoce su implicación con la causa con ovaciones tan especiales
como la que recibió al salir a la cancha en el Real Madrid - Joventut. El show
de "Masacre" continúa. Es imparable. Porque es un tío feliz. Y
necesita compartir su alegría, regalar su show a todos los que quieren
disfrutar con él. Es el presente que cada día quiere ofrecer a su añorado hermano
Jemall.
Gracias por el artículo, Carlos. Está bien confirmar por alguien que tiene más trato con Marcus que lo que se ve de él no es pose, sino naturalidad.
ResponderEliminarTodo perfecto, de acuerdo en que es un gran tipo y todo eso..
ResponderEliminarPero de verdad en un equipo de la élite, no se puede renovar a un deportista que como este, no llega al nivel. Y más ocupando una necesitadísima plaza de extracomunitario.
El Real Madrid de baloncesto no es una ONG. Que lo fiche la fundación del Real Madrid y así se podrá traer aun jugador que aporte al equipo lo que se le tiene que pedir a un extracomunitario.