Guardiola,
Ancelotti, Mourinho y Simeone. Aquí los entrenadores de los 4 semifinalistas de
la Copa de Europa. Casi nada. Pasado, presente y futuro del fútbol mundial. No
hemos visto los mejores partidos de ida de la historia de la competición (1 gol
en 180 minutos), pero esta semana de balompié europeo nos ha dejado un
apasionante debate de estilos, de pizarras, de propuestas, de elecciones. Apasionante,
claro que sí. Aunque sea un territorio ideal para los ultras del pensamiento
único, ese que desahoga a muchos y da de comer a muchos otros. Mourinho y
Guardiola son el paradigma de este ring de extremistas. Nada nuevo. Y lo
que nos queda, desgraciadamente.
Empecemos por lo último, el Real
Madrid – Bayern. He visto el partido grabado este mediodía, anoche tenía
quehaceres baloncestísticos. No soy mucho de disfrutar del fútbol en diferido,
aunque reconozco que te permite analizar con más rigor los detalles. No me
gusta porque no acudes al match virgen. Has leído y escuchado tanto
sobre la función que es imposible sentarte delante de la tele con los
prejuicios aparcados. Pero soy un admirador de la pizarra de Guardiola, y me
apetecía mucho observar cómo se había desarrollado el duelo en Chamartín.
El fútbol son detalles. Y al
máximo nivel la importancia de esos detalles se multiplica por 1000. Los
detalles impidieron al Madrid (casi) sentenciar la eliminatoria a la contra,
los detalles también privaron al Bayern de culminar con 0-1 un arranque de
mucha personalidad. Porque le doy mucho valor a lo que hicieron los alemanes. Ojo,
jugaban en el Bernabéu, un escenario en el que sólo los muy valientes y
brillantes son capaces de poner en práctica el sueño (casi) utópico de encerrar
al Madrid en su campo. Muy elogiable y más teniendo en cuenta que ayer era el
estadio de las grandes ocasiones, el que bulle, el que hierve, el alejado de la
función de opera habitual en las faenas cotidianas. Es verdad que el Bayern no
estuvo súper, que no encontró la anhelada velocidad en la circulación del
balón, que no fue capaz de dar el último pase. Pero es una escuadra con mucha
personalidad. No es fácil para Guardiola instaurar un modelo que choca
frontalmente con la escuela tradicional del fútbol alemán. Ahí están las cada
vez más habituales declaraciones de censura de los tótems del club bávaro.
Lo dicho. Para mí el Bayern
Munich jugó un buen partido de fútbol, sobre todo la primera mitad. Pero es que
el Real Madrid defendió muy bien, lindando con la perfección. Actores esforzados,
solidarios, intensos, comprometidos. Con los 4 del fondo, laterales y
centrales, absolutamente perfectos. Eso también es fútbol. He escrito varias
veces que no soy un admirador incondicional de la táctica de Ancelotti, pero anoche
la actuación defensiva de los suyos fue sencillamente gigantesca. Honestamente
creo que fue mérito del Bayern esconderle el balón, aunque también pienso que
el Madrid tiene armas de sobra para amenazar con más regularidad el marco
rival. Eso sí, no podemos olvidar que este Real Madrid ha ganado (con justicia)
la final de la Copa del Rey sin Cristiano y se ha impuesto al trasatlántico
teutón con el portugués al 60% y con un Bale muy diezmado. Mucho, muchísimo
mérito. Repito. El fútbol de alto nivel son detalles. Si el Madrid acierta a la
contra, 3-0. Si el Bayern hubiera estado algo más fino y rápido en el último
pase, quizás 1-2. Por eso es tan difícil levantar una Champions. Por eso es
casi imposible repetir título en 2 temporadas seguidas.
Lo cierto es que para muchos el
fútbol es lo que menos importa. Se convierte en una simple excusa para
alimentar el pensamiento único, para besar de tornillo la teoría de los héroes
y los villanos, para vomitar bilis y resquemor hasta que ya no quede nada
dentro. Aquí entra en juego el Atlético de Madrid – Chelsea. No soy fan de la
propuesta futbolística de Mourinho. Ojo, tampoco siento devoción de partida por
el gusto de Simeone, lo que es compatible con afirmar que me parece un
entrenador fantástico, con infinidad de recursos tácticos y con eso que no se
compra (carisma) para exportar. Añado que admiro a los entrenadores que tienen
en cuenta al hincha imparcial, ese que acude a la televisión para divertirse,
para gozar con un espectáculo en forma de 90 minutos de acción. Este aficionado
imparcial salió trasquilado el martes, ya que quizás fue el choque menos
vistoso de la actual edición de la Liga de Campeones. El Atleti lo intento,
aunque siempre con el freno de mano de dejar a toda costa el 0 en su portería.
¿Por qué, si no, no juntó el Cholo a Arda y Diego en la segunda mitad? Y
el Chelsea cerró la ida con el objetivo cumplido, jugar en Stamford Bridge con
el 0-0 de la ida. Creo firmemente que Mourinho tiene armas para atacar más. Es
más, soy de los que piensan que el luso saca mejor rendimiento de sus equipos
cuanto menos talento tienen. Siempre hace una escuadra competitiva, pero tiene
alergia a juntar a todos los buenos.
Dicho esto, discrepo
abiertamente con los que aseguran que cualquiera puede hacer lo que desempeñó
el Chelsea en el Calderón. Eso no es verdad. El sistema defensivo blue
fue soberbio, con artistas impenetrables como Terry, Cahill o David Luiz y
buenos futbolistas como Torres, William o Ramires sacrificando sus cualidades
en aras del bien común. Mourinho desactivó a un Atlético de Madrid poco
acostumbrado a llevar la iniciativa. Lo desesperó hasta el punto de obligarle a
hacer decenas de centros laterales inoperantes. Los románticos como yo siempre
defenderemos que el deporte es una oferta de ocio más allá del resultado o del “fin
justifica los medios”, pero de ahí a negarle la sal, la pimienta, el aceite
y hasta los mendrugos de pan a un entrenador de fútbol va un abismo. Eso sí, no
juzguemos a todos los equipos desde la misma rampa de salida, por favor. No
tiene los mismos medios ni mimbres Mou que Simeone. Ni Guardiola que Paco
Jémez. Ni Ancelotti que Fran Escribá.
Pues eso, queridos amigos y amigas.
Estilos libres, opiniones libres. Para mí, el Pep Guardiola entrenador es un
genio. Un loco, un pirao, un obseso de su trabajo. Capaz de aprender
alemán en un año porque sabe que puede ser capital para conseguir éxitos. Preparado
para introducir matices tácticos incluso en el mejor equipo, en ese que viene
de ganar un triplete de ensueño. Para mí, el Mourinho entrenador tiene cosas
muy buenas, sobre todo, insisto, la gran habilidad de plantar cara a los
mejores cuando él goza de menos talento en su fábrica. Es mi humilde opinión,
poco populista dentro de esta imparable cascada de filias y fobias. Yo tengo
mis gustos, como todos. Y no voy a negar que me llena de orgullo que mi equipo,
la Selección Española de Fútbol, haya pasado a la historia eligiendo un estilo
hermoso. Y defiendo que no podemos olvidar que no todos los habitantes del
planeta son tan enfermos del fútbol como nosotros, y seguramente ellos
apagaron la tele el martes. Pero el fútbol es maravilloso porque caben todos
los estilos, todas las propuestas, todas las pizarras. Como también las
opiniones para alabar o censurar con argumentos esas elecciones de los
entrenadores. Apropiarse de un estilo o renegar de otro por fanatismo sólo
conduce a negar la evidencia. Estilos libres, opiniones libres. Qué ganas de
que lleguen los partidos de vuelta.
Como cada uno de los post que escribe Blas este es espectacular. Uno de esos en los que con cada línea te atrapa para seguir leyendo. Respecto al tema de los entradores bajo mi punto de vista es admirable lo que ha hacho Pep Guardiola de ponerse a aprender alemán para trasmitir mejor sus ideas futbolísticas a sus pupilos, pero también son admirables los planteamientos que hace partido tras partido dentro del campo y el que hizo frente al Real Madrid es digno de mencionar a pesar de que el resultado no le acompaño. A pesar de ello, de los 4 entrenadores que se han enfrentado en las semifinales de la Copa de Europa me parece impresionante la labor que ha hecho Simeone con la plantilla que tenía. Nadie dijo que fuera fácil ser recordado en la historia del fútbol. Sin embargo, él lo ha conseguido con su filosofía de ir partido a partido y con los resultados que ha cosechado en su Atlético de Madrid.
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