Esta
semana estamos hablando mucho de Teresa Perales. La mejor atleta paralímpica de
la historia de España (22 medallas + 24 más en Europeos y Mundiales de
Natación) ha recibido el Marca Leyenda, la máxima distinción que otorga el diario
Marca, un galardón que poseen leyendas del deporte como Michael Jordan, Miguel
Indurain, Leo Messi, Valentino Rossi o Usain Bolt. El próximo verano Teresa
Perales va a participar en Río de Janeiro en sus quintos Juegos Paralímpicos. Y
lo hará con 40 años.
Teresa
está finalizando su década de los 30, la que la ha consagrado con honores como
una deportista legendaria. Una década, la de los 30, que en muchas ocasiones se
convierte en la más completa y exitosa de aquellos que hacen del deporte su profesión.
Por eso me da mucha rabia la tendencia de enterrar a los treintañeros, de
"matar" a los que ya escriben el 3 en su Documento Nacional de
Identidad. Son numerosos los ejemplos que se rebelan contra este pensamiento
equivocado.
En 2015
el Real Madrid de baloncesto conquistó la Copa de Europa. ¿Sabéis quién fue
nombrado mejor jugador? Andrés Nocioni (a punto de cumplir 36). Y también ganó
la Liga ACB, con Felipe Reyes (35) como mejor actor. Hace unas semanas España
se alzó brillantemente con el trofeo de campeón de Europa de Naciones. El
número 1, y además con una distancia sideral respecto a cualquier otro, fue Pau
Gasol (35). Ruth Beitia (36) sigue siendo una de nuestras mejores atletas, con
el mérito añadido de haber regresado a la competición después de un adiós
prematuro. Roger Federer sigue exhibiendo su clase y alcanzando finales de
Grand Slam con 34 "castañas". Y así unos cuantos más.
Aduriz
(34), Joaquín (34), Rubén Castro (34), Valentino Rossi (36), Nowitzki (37),
Duncan (39), Ginobili (38), Jesús España (37, y con el nuevo reto de una
maratón) y hasta Julio Álvarez, que a caballo entre los 30 y los 40 es el
termómetro del Numancia y uno de los mejores jugadores de Segunda División. Por
no hablar de tipos como el alpinista Carlos Soria, capaces de desafiar todos
los límites de la razón. Y muchos más que seguro se me olvidan en el momento de
escribir estas líneas y en los que tú estás pensando ahora mismo. Con treinta y
pico uno ya no es tan rápido, ni tan ágil, ni tan explosivo, pero sí mucho más
maduro e inteligente para medir esfuerzos, cuidarse y seguir siendo
importante en la élite. Benditos treintañeros. Una especie única que algunos
quieren colocar siempre en extinción, pero realmente nunca desaparecerá. No los
maten. Son imprescindibles.
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