“En los
buenos tiempos, todo eran halagos y no todo lo hacíamos bien. Ahora no todo es
malo, pero se pone el foco en lo negativo”. Posiblemente esta frase de
Vicente del Bosque sea muy acertada. Pero lo es al mismo nivel afirmar que
antes lo hacíamos casi todo bien… y ahora exhibimos unas costuras muy
preocupantes. Sí, sé que puede parecer una contradicción, pero en un
espectáculo tan democrático como el fútbol tienen cabida ambas
interpretaciones. He elegido hoy y ahora para escribir estas líneas, pero el
partido que acaba de finalizar en Amsterdam no tiene mucho peso en mis reflexiones. Y eso que cada vez se agudizan más los problemas, entre ellos la falta de gol y el inconcebible sufrimiento en el balón parado. Es un texto que hubiera tenido vigencia en la última concentración y que
seguramente la tendrá también en la próxima.
España no anda bien, es una
realidad irrefutable. No juega ni bien ni bonito al fútbol, apenas asoman algunos
ramalazos del reciente pero lejano éxito. Chispazos sin continuidad, islitas en
medio del gran océano de las dudas, que al final es el que más canalla e indomable
se vuelve. De los que estuvieron en el abrazo a la gloria y siguen, Casillas e Iniesta
(los actores principales del día más importante de la historia del fútbol
español) se encuentran ahora lejos de su mejor nivel. También Fàbregas y Silva,
ambos distantes de su espectacular rendimiento del primer trimestre de curso. Incluso
Busquets, aunque en este tramo de campaña anda mucho más entonado.
Los hay también que estuvieron y
ahora, que se encuentran en el mejor momento de su carrera, tampoco participan
en las grandes citas: Cazorla. Los hay que han sido, son y serán siempre decisivos
con España, pero la escasez de minutos ha minimizado su confianza: Pedro. Los
hay que van a tirar la puerta abajo seguro, pero su anhelada efervescencia ha
coincidido con la decadencia del ciclo glorioso: Koke e Isco son dos buenos
ejemplos. Y está también el que debe estar (y estoy seguro que acabará estando),
pero de momento no ha estado cuando estuvo y tampoco cuando ni siquiera ha
llegado: Diego Costa. Con el máximo respeto a los demás, el de Lagarto ha de
ser el delantero que marque las diferencias en esta Selección Española de
Fútbol. Y por encima de cualquier argumento, ya no están Villa, Xabi Alonso ni Xavi,
sobre todo este último, el auténtico arquitecto de la borrachera de éxito de
España. Incluso después de su discreta Eurocopa en 2012, su última gran función
sirvió para aplastar a Italia en la gran final. Casi nada es casualidad.
Somos incapaces de dejar de
acariciar la nostalgia del gran ciclo pasado. Todos. Jugadores, técnicos, hinchas,
periodistas. Ojo, es lo normal, qué demonios. Cuando uno se acostumbra a
degustar el mejor jamón ibérico patanegra, es muy duro conformarse con 4
lonchas de uno más salado, o incluso con un intrascendente “bocao” de
mortadela, como ocurrió en la última Copa del Mundo. Pero aquello ya terminó.
The End, finito. No hay comparación posible, esto es otra historia. El revolcón de Brasil nos abrió los ojos a los que siempre
hemos vibrado con la Selección, a los que jamás, ni siquiera en los peores
momentos, hemos dejado de soñar con el equipo nacional. Ya no es el presente,
ahí estará para siempre en las páginas más doradas de los libros de historia. Y
además ese ciclo triunfante duró mucho más que cualquier otro. Tres títulos,
más de un lustro de lágrimas de alegría. Y con dos comandantes diferentes, el
que cocinó el éxito y el que siguió pegando el sello ganador tras una difícil
herencia.
Ahora estamos como antes de. Con
muy buenos jugadores, algunos incluso sobresalientes, pero como antes. El
objetivo es clasificarse y luego llegar a los cuartos de final para intentar
colarse entre los 4 mejores. En la actualidad no hay un gran dominador del
fútbol de selecciones, como España en esta última época. Ni siquiera creo que
lo sea Alemania. Por eso España debe intentar encaramarse al ramillete de candidatos,
junto a Francia, Italia, Inglaterra o los propios alemanes. Es la cruda
realidad. Nuevo ciclo. Y me temo que con viejos vicios, esos que hacen
imposibles los juicios desde la mesura. Esa es una batalla perdida. Como toda la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario