Sergio Agüero es
un genio. Un jodido genio. Esta frase podría ser el punto y final a este
artículo (quizá lo sea, ya veremos), pero de momento es el nacimiento de unas
líneas dedicadas a uno de los mejores futbolistas del planeta. Hace unas horas
hemos asistido a la penúltima lección maestra del Kun. Su equipo, el Manchester
City, jugó un pésimo partido contra un fantástico Bayern de Munich que estuvo 70
minutos con un hombre menos. Soberbia lección de personalidad del campeón
alemán, que jamás renunció a su sello de mandón a pesar del severo contratiempo
sufrido en forma de expulsión. El Bayern mereció ganar, pero los citizens
siempre guardan en la recámara la última bala letal, la del genio argentino.
El Kun tuvo 3 ocasiones de gol. Y
enchufó las 3. Sendos errores individuales de los bávaros generaron 3 cartuchos
con una dosis de pólvora que el astro argentino convirtió en bombazos de
alcance demoledor. Primero forzó un penalti (y roja a Benatia) utilizando ese
recurso que parece fácil pero que sólo ejecutan a la perfección los dioses:
proteger la posición con el cuerpo. Muchos delanteros, cuando se plantan
delante del portero, sólo ven balón y marco, pero los buenos de verdad saben
renunciar al siempre tentador sabor del (posible) gol para sacar algo mejor. Es
el caso de Agüero, que cual capote rojo delante del bravo toro provoca la
acción atropellada del defensor. Brillante. Qué decir del penal, transformación
perfecta, imparable para un Neuer que adivinó, pero no podría haber atrapado el
cuero ni con un “gachetobrazo”.
Agüero había dinamitado el
choque, pero asistió desde su islote solitario a la merecida remontada del
Bayern, que alcanzó el descanso con el 1-2 y con una sensación de superioridad
sonrojante para el cuadro inglés. El Manchester City navegó en el océano de la
impotencia hasta el minuto 85. Xabi Alonso marró una entrega, Jovetic robó y el
Kun se plantó delante de Neuer. Ahí es como detener una vez más el tiempo, como
ver la repetición de una escena que ya has presenciado decenas de veces. Donde otros
se ponen nerviosos, el Kun avanza con el cuero cosido a su bota y define con
cualquiera de las 2 piernas. Cuando a otros se les baja la persiana, él abre la
ventana de par en par para insuflar oxígeno a un equipo moribundo. 2-2. En el
90, Boateng, brillante durante toda la velada, la pifia y concede a Agüero el
petardo final. Vuelve a poner el cuerpo, exhibiendo esa suerte intransferible
que le hemos visto en tantas funciones. Y sentencia como si fuera labor
sencilla hacerlo enfrente de uno de los mejores guardametas del mundo. 3-2. El
City sigue con opciones. Agüero rompe las palmas de miles de hinchas con sangre
azul.
No es una actuación aislada. El
Kun Agüero es medio Manchester City, la otra media naranja pertenece a otro
genio pequeñajo nacido en Arguinegín, David Silva. Pero en funciones como la de
anoche, en las que el argentino no cuenta con socios del calado de Dzeko, Touré
o el propio mediapunta canario, aparece en toda su magnitud la incidencia de un
futbolista legendario. Esta temporada suma 17 goles, 12 en la Premier
(pichichi) y 5 en la Champions. Ha anotado 12 tantos en los últimos 12 choques.
Las dianas sólo son una muesca más de un revolver repleto de magia, calidad,
talento, intuición y numerosos tics callejeros. Siempre he defendido que Sergio
Agüero está potencialmente a la altura de los 2 bichos, leo Messi y Cristiano
Ronaldo. Pero a sus 26 años no ha conseguido abrazarse plenamente al don de la
regularidad y tampoco ha logrado sacudirse la nociva sombra de las lesiones
musculares, que muchas veces lo han detenido cuando ya lucía la etiqueta de
imparable. Mi innegociable simpatía por el Manchester City me hace rezar para
que no se vaya, pero a menudo me sorprendo soñando qué Kun veríamos rodeado de
los mejores de verdad. De momento él es la locomotora del City, en el que ha firmado
92 tantos en 140 partidos.
Me enamoran los futbolistas de
la calle, del potrero, como este pequeñín cuyo centro de gravedad impide que lo
tire nadie. Gira y no te enteras. Cambia de ritmo y lo pierdes de vista. Amaga y
recoges tu cintura. Lo ves delante del portero y vas yendo a la red a recoger
el cuero. Ves a un pésimo Manchester City durante minutos y minutos, pero no te
levantas del sofá por si la agarra el 16 con remera azul celeste. El fútbol
salvó el porvenir de Sergio Lionel Agüero. Y él nos ha salvado a nosotros
infinidad de veces rociando de magia un letargo insoportable. Yo soy un
fanático del Kun Agüero Footbal Club. Sí, definitivamente el Sergio es un genio…
un jodido genio.
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