Nuestras vidas serían mejores si
fuéramos capaces de respetar los sentimientos y las creencias de los demás. Hemos
alcanzado un punto de extremismo en la sociedad que agudiza la exaltación de lo
nuestro (saludable en muchas ocasiones), pero también la intolerancia con lo de
los demás (indefendible). El respeto por los demás es sagrado, innegociable. Nuestra
libertad de expresión finaliza cuando faltamos el respeto a otras personas.
Muchos estaréis pensando a cuento de qué viene está parrafada. El origen está en un partido de baloncesto, la Final de la Copa del Rey disputada ayer en Vitoria entre el Barcelona y el Valencia. Los que estuvimos presentes en el Buesa Arena tuvimos que asistir a otra exhibición de mala educación absolutamente vergonzante. Entiendo (soy un español más) los abucheos o silbidos a Su Majestad el Rey o al Ministro de Educación José Ignacio Wert. El pueblo tiene derecho a expresar su descontento, rabia y censura hacia las actuaciones de los miembros de la Monarquía o los representantes del Gobierno de turno, sólo faltaba. Y mucho más en los tiempos que corren, en los que el ciudadano está siendo maltratado, humillado y hasta orinado por decenas de cargos públicos. Una desaprobación hecha desde el respeto dice mucho de la persona que la lleva a cabo. Si encima la aliña con una dosis de humor (“Un elefante se balanceaba sobre la tela de una araña”, atronaba ayer el pabellón vitoriano) sólo puedo quitarme el sombrero (yo uso uno de copa) ante esos actores del inconformismo.
Pero no todo vale. Abuchear un himno es intolerable. Y además es una paletada o paletería, ambas palabras aceptadas por la Real Academia de la Lengua. Porque la palabra “paleto”, a pesar de que muchos la han querido utilizar para atizar a la bendita gente de los pueblos, hay que atribuirla a la personas que no saben respetar los cánones sociales. Por ejemplo: Madrid, la ciudad en la que vivo y en la que nací, está repleta de paletos. Y Barcelona. Y Valencia. Y Sevilla. Y cualquier gran ciudad. Pero paletos para regalar, irrespetuosos hasta el agotamiento, tontos por doquier. Pues eso, estábamos en que silbar y abroncar la interpretación es una inmensa paletada.
Nadie puede obligar a sentir un himno. Ni el español, ni el catalán, ni el alemán, ni el gabonés, ni el neozelandés, ni el del barrio de Carabanchel. Ni siquiera el precioso himno que sonaba en el pueblo de mi madre para clausurar las desaparecidas fiestas patronales. Pero los himnos hay que respetarlos porque de esa manera respetamos los sentimientos de los demás. Esos sentimientos son sagrados. Siento asco cuando acudo a un partido de fútbol entre España y Francia y un grupo de hinchas de la Selección silban La Marsellesa. Un orgasmo “paleteril” asqueroso. Entiendo que alguien pueda extender una bandera independentista durante la interpretación del himno, pero jamás aprobaré que se “vomite” sobre los sentimientos de las personas, sean cuales sean. Ayer volvió a ocurrir. En Vitoria, donde se vieron banderas de apoyo a los presos de ETA en un escenario que lleva el nombre de un hombre asesinado por la banda terrorista.
Tanto hablar de maleducados y
paletos me está costando que el humeante café que tengo entre mis manos me esté
cayendo mal en el estómago. Así que voy a finalizar este artículo hablando de
basketmaniacos. Siempre he defendido que todo lo que rodea al baloncesto es más
sano, más normal, más bello que el entorno de otros deportes con más seguimiento,
como el fútbol. Pero me duele comprobar que de un tiempo a esta parte (ocurre
también en las Copas del Rey de basket) se están colando elementos “futboleros”,
sobre todo en las gradas. La rivalidad es estupenda, divertida y necesaria,
pero el comportamiento de algunos hinchas con los aficionados del Real Madrid roza
la vejación. Ayer sentí rabia cuando una minoría abucheó a unos niños de 13 y
14 años simplemente por vestir los colores del conjunto blanco. Los campeones
de la MiniCopa, sean del equipo que sean, merecen el cariño, el calor y el
aplauso de un pabellón volcado con el baloncesto. Lo otro es insensible,
patético y lamentable. Por eso me agradó comprobar que centenares de
basketmaniacos, pertrechados con símbolos del Baskonia, del Valencia, del Gran
Canaria, del Bilbao Basket, y hasta del Estudiantes y del Barcelona, se
pusieron en pie para arropar a los chavales y contrarrestar el papanatismo de
los que poseen superávit de tontería. Larga vida a estos basketmaniacos.
PD. Yo estuve
allí y tengo la certeza y la convicción de que la gran pitada no fue para los
chavales, sino para el Ministro Wert. Estoy seguro.
en España hay libertad de expresion entiendo que a ti no te guste que la gente haya abuchaeado el himno tambien es mi caso, pero esta en su derecho de hacerlo
ResponderEliminar¿Y a unos niños de trece años también están en su derecho?
EliminarY a un himno no se le abuchea, se le respeta. La libertad de expresión es RESPETARLO en silencio. No abuchearlo porque no te identifiques con él. Eso se llama RESPETO!
EliminarLa libertad de expresión empieza en el respeto y deja de serlo cuando éste acaba.
EliminarNo cambio una sola coma. No soy basketmaniaco, siempre he sido mas de futbol, pero vamos me da igual donde ocurran estas cosas siento el mismo asco, un himno jamas debe ser pitado por mucho que te caiga mal el pais de ese himno. Respecto a lo de los niños, hace un tiempo en el Calderon tuve un roce con un par de aficionados del Atleti que se liaron a insultar a unos niños que no tenian mas de doce años por el simple hecho de celebrar un gol de su equipo, a pesar de la rabia del gol encajado por el Atleti no pude reprimirme y me fui a por ellos a decirles un par de cosas. Por suerte cerca habia agentes de seguridad cerca que se llevaron al par de energumenos esos, paletos como tu los llamas, a otra parte del estadio y dejaron a los chavales disfrutar del triunfo de su equipo
ResponderEliminarel caso es que el himno se pone solo porque va el Rey, si no jamás se pone en partidos de baloncesto que no sean de la selección. ¿Cuando es el mejor momento para pitar al rey si no es cuando se pone algo en su honor?
ResponderEliminares el problema de convertir los símbolos de todos en símbolos de algunos, algo bastante habitual en nuestro país, por otra parte.
por ejemplo, me pareció más triste -y mira que no simpatizo para nada con su club- la pitada que se llevaron los aficionados madridistas cuando les "presentaron" en el concurso de Bifrutas.
ResponderEliminarYo no estuve pero lo sentí igual que tú, a través de la radio. Un himno es sagrado. Está por encima de las instituciones que tan mal nos representan en los últimos tiempos.
ResponderEliminarBlas , como siempre , perfecto y de acuerdo contigo al 100%
ResponderEliminarLo peor de todo es que este cáncer lo han provocado los políticos. Estoy convencido de que cualquier himno de cualquier país del mundo que se hubiera puesto ayer en el Buesa Arena se habría escuchado con respeto, pero el español no, amigo, porque lo español es lo malo, es la opresión, es la aniquilación de valores de los pueblos. Díganme si esto no es palabrería barata, producto de unos políticos que juegan con el pueblo.
ResponderEliminarSí, me siento español y me da pena que esto pase en el País Vasco, porque siento que no me quieren en mi propio país. Yo he viajado mucho y a veces te sientes más extraño en el País Vasco o Cataluña que en Australia, Etiopía, Suecia o Corea del Sur.
"Anónimo" y "Santi", volved a leer el artículo, que no os habéis enterado absolutamente de nada (y bien clarito que lo pone, creo yo). No se trata de abuchear al Rey. Es un asunto de abuchear un himno. ¿Qué pasa, que tiene que ser el tuyo para no abuchearlo? Que me libren de patriotismos. Pero es respeto al resto. Si no lo queréis entender, es eso:no querer entenderlo. No existe ninguna racionalidad en vuestras palabras.
ResponderEliminarEL FCB Y EL BASKONIA DEBERIAN SER EXCLUIDOS DE CUALQUIER COMPETICION NACIONAL DE UNA VEZ POR TODAS ,PERO NO HAY BEMOLES DE HACER NADA EN CONTRA DE ESTOS DELINCUENTES RESPALDADOS POR LOS CLUBES.
ResponderEliminarSon unos PALETOS... ES LO QUE HAY
ResponderEliminarYo creo que deberíamos empezar a cuestionarnos el echo de que suene el himno en un acto en que no juega la selección. Era un partido de baloncesto señores, no el desfile de las fuerzas armadas. Poner el himno del estado es mezclar política y deporte y cuando eso se hace, esta de mas quejarse por las respuestas politizadas que se deriven. A no ser que estemos a favor de limitar el derecho a la libertad de expresion.
ResponderEliminarY si hablamos de respetar los sentimientos de los demás, quizá los que estaban en el palco representan a los estamentos que no permiten ni al pueblo de Euskadi ni al de catalunya expresar sus sentimientos de forma democrática. Y así muchos se lo hicieron saber. Un saludo
A partir de que has escrito "echo" sin "h" ya me he dado cuenta de que lo que venía detras no era mas que una gilipollez detras de otra gilipollez.¡¡Pobre infeliz!!.
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