Cuando activé
este blog (septiembre de 2012), reservé un espacio para mis rarezas. Una especie
de cajón desastre en el que poder ubicar aquellos escritos que no guardan
relación ni con el baloncesto ni con la actualidad… ni con nada. Vamos, un
hueco para esos textos que son consecuencia de un impulso (Florentino dixit) o
simplemente de una pedrada en la cabeza (Blas dixit). Éste es uno de ellos.
Rareza en toda regla, hasta el punto de que ni siquiera va ir acompañado de una
foto.
Tengo 35 años, casi 36. Tengo
trabajo. Trabajo sí, estable no. Más que nada porque en los tiempos que corren
eso de la estabilidad es una gran milonga. He sido y soy un privilegiado porque
firmé mi primer contrato laboral con 20 años y, de momento, seguimos en la
pelea. Estoy muy satisfecho con mi predisposición al trabajo durante estos 3
lustros. Me gusta currar, qué demonios. Estoy encantado de dedicarme al
periodismo, es lo que siempre he querido ser. He tenido la inmensa fortuna de
poder seguir el proceso natural del ser humano: estudias, te formas, eliges un
oficio, te sigues formando, practicas, trabajas y te ganas la vida de manera
honrosa. Lo que debería ser normal para todos, ¿no? Hasta he podido cambiar de
empresa por elección propia, algo ya poco habitual.
A mis 35 años (casi 36) me
siento mucho más cerca de la generación anterior que de la posterior. En realidad,
me siento mucho más cerca de la generación anterior que de la mía propia. La mayoría
de mis amigos de la profesión no han cumplido los 30, o si lo han hecho ha sido
“antes de ayer”. Estoy cómodo incrustado entre la gente más joven. En la
redacción de un medio de comunicación, siempre prefiero mirar antes al rincón
que al despacho. Por eso me duele que muchos conocidos, algunos de ellos
amigos, y unos pocos amigos de verdad, de esos que lo son para toda la vida,
sufran en el limbo de la indiferencia.
“El que vale, llega”. Qué enorme
gilipollez. La calle está llena de gente válida, de personas con conocimientos
y toneladas de pasión. Aquí hablo de mi oficio, que es el que más controlo,
pero estoy firmemente convencido de que este argumento es extrapolable a
cualquier sector. En el periodismo, mientras tótems y gurús de plastilina
comandan shares, followers, vanidades y vaivenes de opinión, jóvenes terrenales
de carne y hueso estiran sus sueños esperando que algún día cambie su suerte. Mientras
escribo esto, tengo en la mente personas con nombres y apellidos, sé que si
leéis esta rareza enseguida os vais a sentir identificados. Es una injusticia
tremenda. Mi madre siempre me dice: “si me toca la Lotería, te monto una radio”.
Y yo, cuando me lo dice, siempre pienso en 4 ó 5 personas con las que
llevaríamos esa radio al fin del mundo.
Llevo ya casi 3 meses en Radio
Marca. Joder, el tiempo pasa muy rápido. Allí me he encontrado con gente muy,
muy, muy, muy, muy, muy joven. Esos chicos
y chicas a los que llaman “becarios”, una palabra que a mí me repatea las
pelotas. Son compañeros. Es más, en muchas ocasiones nos dan lecciones de
ganas, inquietudes y labor. Para mí ha sido lo mejor en este amanecer de mi
nueva aventura, quizás porque venía de un sitio en el que había déficit de
inocencia y superávit de momias. Mola mucho trabajar con ellos, es muy fácil
activarles luz en esos ojos que piden un simple guiño. En lo personal, me reconforta
un millón de veces más un piropo de un “becario” que un halago de un jefe. Me encanta
coincidir en la vida o en las redes sociales con algún compañero con el que
trabajé durante un corto período en Onda Madrid, cómo lo pasábamos en aquellos
veranos en los que éramos 4 gatos. Es un enorme orgullo que muchos de ellos
recuerden aquellos momentos con una sonrisa.
“El que vale, llega”. No. Pero intentadlo.
Y si tenéis que cambiar el rumbo de vuestra vida, dejad siempre un pequeño
hueco para alimentar vuestros sueños de periodistas. Mientras tanto, yo seguiré
intentando enterrar la etiqueta “becario” y, sobre todo, animar a mi madre para
que acierte con los números de la Primitiva, el Eurojackpot, el Euromillón y
hasta la Quiniela Hípica.
Lo de que coincidas más con la generación anterior que con la posterior o la tuya propia es cuestión de espíritu joven, combativo y guerrero. No lo pierdas nunca. Y, con toda mi alma, deseo que la Trini acierte.
ResponderEliminarGuerreros siempre! Muchas gracias, Margot ;))
ResponderEliminarjoder, la de veces que he pensado algo similar. Sólo hago amigos entre los "becarios". Trabajo bien con cualquiera, pero las complicidades las sigo teniendo, 9 temporadas después, con los jóvenes que vienen por dos duros a salvarnos el culo a los "profesionales"
ResponderEliminarEso es muy bueno, Santi! Un abrazo, tío!
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