Periodista deportivo. Qué gran profesión, a pesar de que ahora cotiza a
la baja, hecho incontestable del que los propios periodistas deportivos tenemos
una gran parte de culpa. El periodismo deportivo abarca muchas vertientes,
todas ellas apasionantes. Desde presentar un programa de televisión hasta
elaborar un trabajoso reportaje escrito, pasando por coordinar y producir un
espacio de radio. En lo personal, de todas las funciones que he tenido el
privilegio de poder realizar, me quedo, sin pensarlo ni una décima de segundo,
con el reporterismo. La pena es que el reporterismo deportivo ha entrado en
estado de coma.
Me hubiera encantado haber vivido y disfrutado el periodismo deportivo de
los años 80 y principios de los 90. Aquel contacto con los deportistas, aquella
naturalidad, aquella relación directa con la noticia y sus actores sin
necesidad de la intermediación de 7 representantes y 18 miembros del
departamento de comunicación. Aún así, me doy con un canto en los dientes
porque mis primeros pasos en esto coincidieron con el estreno del nuevo siglo,
y por aquel entonces un reportero echao
palante, con poca vergüenza (la mía la perdí un día en el colegio y jamás
la recuperé), con muchas ganas y con una dosis de suerte podía disfrutar mucho,
muchísimo en esa función de reportero. Con una grabadora, muchas horas de
trabajo y toneladas de fe se podía conseguir alguna de esas recompensas que
activan la satisfacción y refuerzan la convicción de adorar este bendito
oficio.
Ya más cerca de los 40 que de los 30, echo la vista atrás y presumo con
orgullo de haber disfrutado de momentos inolvidables de reporterismo. Como
recorrer 600 kilómetros en coche por Centroeuropa sólo para obtener las
primeras (y escuetas) declaraciones de Ujfalusi como futbolista del Atlético de
Madrid. Como contar desde la Sala Pionir con un sonido incomparable un Partizan
– Real Madrid de baloncesto que no se emitía por televisión. Como viajar como
único enviado especial con un equipo de basket para contar sus andanzas
continentales. Como recorrer miles de kilómetros con la única compañía de cafés
y galletas Leibniz para seguir a los equipos rivales de España en un Mundial.
Como sentir en vena los incomparables viajes con un equipo de Segunda B o
Tercera División. Como hacer entrevistas a pie de campo en cualquier estadio
del fútbol español. Como tantos y tantos instantes inolvidables que conservaré
para siempre en mi álbum de recuerdos. Mis compañeros de profesión con etiqueta
de reporteros se sentirán identificados con este párrafo. Ellos saben que la
acción es una droga que se disfruta
con responsabilidad y emoción.
Desgraciadamente, ya nada será como antes. Y me da una inmensa pena por
aquellos jóvenes periodistas que abandonan la facultad con ganas de comerse el
mundo y devorar a bocados el oficio de reportero. Este artículo tiene su
génesis en un reciente viaje al sur de España en el que sentí la dolorosa
impotencia de no poder hacer nada, de no ser capaz de ofrecer contenidos,
entrevistas y declaraciones a mis compañeros que estaban en Madrid. Una
frustración enorme. Todo por culpa de algunos inventores de la nueva comunicación que se creen dueños de un
cortijo que destrozan a base de autoridad. El periodismo deportivo actual
necesita jefes de prensa. No es un cargo fácil, en ocasiones más bien todo lo
contrario, ya que nadan permanente en aguas hostiles, con olas de diferente
intensidad que siempre te alcanzan y te mojan. Quizás mis mejores amigos en
este negocio se dedicaron o se dedican a esa labor. Pero los males vienen de
una capa superior, generalmente de actores coyunturales que jamás en la vida se
han manchado de barro su impoluto traje de autoridad. En fin, no deseo llenar
de frustraciones este folio, pero no es cabal que los futbolistas de una de las
mejores Selecciones de la historia estén cada día en los medios de comunicación,
y que sin embargo sea misión imposible entrevistar a un joven imberbe miembro
de un equipo filial. No hay un solo argumento para defender con coherencia
semejante postura. Ni uno.
El periodismo deportivo está inundado de intereses y de extremos, es una
realidad irrebatible. El asesinato a quemarropa del reporterismo puede ser una
de las causas de esta realidad incontestable, aunque mi vena romántica me
obliga a defender que aún no está muerto… aunque sí en cuidados intensivos y
con los órganos muy debilitados. Una situación que me hace sentir una gran
frustración, echo mucho de menos otros tiempos. Me gustan las películas de
acción. Sentir (sólo por unos minutos) la satisfacción del trabajo bien hecho o
padecer (durante horas) el cabreo de saber que no has hecho las cosas bien.
Viajar con la grabadora como irrenunciable compañera de travesía. Soñar con la
mejor profesión del mundo. Aprender de muchos compañeros que han hecho del
reporterismo (deportivo y no deportivo) una auténtica religión. El periodismo
necesita el linimento. Pero cada vez está más difícil pisar el barro. Ahora prefieren,
preferimos directamente meter las botas en la mierda. Esperemos no asistir
nunca al definitivo Descanse en Paz.
Qué articulazo y qué razón tienes amigo. Eres de los mejores y no me canso de leerte.
ResponderEliminarMuy buena dedicatoria al señor Poblador. Me callo por que sería un poco hiriente hacer rima con este apellido. ¿Le ha dedicado este artículo? ¿Se lo va a firmar? ¿Sigue estando en nómina, a sueldo de Moscú?
ResponderEliminarUn saludo.
Las diez de la mañana y todavía no ha dicho nada el señor Poblador. ¿Qué ocurre? Tenemos ya un nuevo rey, y el rey del choni-periodismo sin dirigirnos unas palabras. Mal empezamos. ¿Se puede abdicar de marqués? ¿Y de periodista? Ilumínenos, que me vengo abajo.
ResponderEliminarGran artículo Blas. Me ha encantado.
ResponderEliminarEres de los pocos que hablan claro y se te entiende, creo que el periodismo en general esta en coma, mientras las cadenas de comunicacion no lo respeten esta profesion muere, ¿en que hospital dejarian operar a alguiuie que no fuera cirujano? ¿Que intalacion electrica daria industria de paso sin estar certificada por alguien con su titulo? En el periodismo vale todo, y lo peor que eso sin profesionales es li que mas se compra, y si algun profesional consigue sentarse en el "trono" se deja rodear de esta chusma. En fin esperemos que siempre quede alguien que no se calle. Por cierto carlos, joder que susto, al leer el titular entendi "periodista deportivo entra en coma" refiriendose a ti, me alegro que no sea asi
ResponderEliminarGran articulo de los pocos periodistas buenos que quedan en los medios.
ResponderEliminarEl ambiente del fútbol se esta enrareciendo y últimamente cogiendo tonos de programa de salsa rosa. El resultado es que algunos nos acogemos al lema #odioeternoalfutbolmoderno e incluso cogiendo asco a al fútbol de elite.
En el ciclismo y lo se por mi experiencia en mi humilde blog es todo mucho mas abierto, cercano y agradecido. Hay buenos periodistas y se a veces se busca la polémica pero con la idea de buscar debate constructivo.
Una pregunta/curiosidad, Blas. Quien es el mejor jefe de prensa con el que has lidiado nunca y porque? Gracias
ResponderEliminarMarcos Beltrá, ex jefe de prensa del Real Madrid de baloncesto. Enorme profesional y mejor tipo. El número 1.
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