En el deporte
ganar es muy difícil. Mucho, muchísimo. Incluso para los mejores equipos, para
los que gozan de más recursos, para los más poderosos. Degustar el sabor de la victoria requiere meses de
trabajo, de dedicación, de saber digerir los tropiezos, de cambios de humor, de
constancia… incluso de suerte, un factor decisivo en cualquier competición
deportiva. Ganar es muy difícil. Ganar y enamorar es casi imposible. Sólo unos
cuantos equipos han conseguido mezclar en la misma frase el triunfo y el amor.
Equipos que han ocupado una o varias páginas en los libros de historia. Hoy y
ahora hay un grupo de profesionales que lo está consiguiendo: el Real Madrid de
baloncesto.
Este Real Madrid, el de Pablo
Laso, gana y enamora. Suma 5 triunfos en otros tantos choques oficiales, ya con
un título incluido, la Supercopa. Un trofeo que ha revalidado el técnico
vitoriano, que todavía en el amanecer de su tercer curso como boss suma además una Liga, una Copa y un
subcampeonato de Europa. Basta con acudir al bagaje de los últimos 15 años para
darse cuenta de que ha sido Pablo Laso el que ha devuelto la etiqueta de
ganador a un equipo que la había perdido después de suculentos banquetes
durante décadas y décadas. El Madrid ha ganado mucho durante su historia. El
Madrid había ganado muy poco en los últimos lustros. Pablo Laso está
invirtiendo una tendencia que apunta a un cortoplacismo con más éxitos.
Ganar. Una palabra, cinco letras
que incluyen un manual de teorías, de sensaciones, de caminos, de sistemas, de
apuestas. Para un deportista ganar lo es todo. Para un actor de un equipo que
aspira a títulos ganar es abrazar la Gloria, perder el control, sonreír hasta
que el siguiente reto te invada el alma. Ganar es un destino. Llegar a ese
destino ya es en sí mismo un éxito. Pero no todos los caminos son iguales. Este
Real Madrid ha elegido la senda más difícil, la más abrupta, la que despierta
más críticas, la que nunca acaba de convencer. La del amor. Enamorar nunca es
fácil, pero si lo consigues la satisfacción del receptor es infinita. Enamorar
es ser feliz y hacer felices a los demás, en este caso a los aficionados de tu
equipo… y a los aficionados al baloncesto en general, como éste que escribe. Si
consigues enamorar tu huella permanece, ya nunca te van olvidar. “¿Te
acuerdas cómo jugaba al baloncesto aquel equipo de Pablo Laso?”, recordarán
los basketmaniacos dentro de unos años.
El Real Madrid enamora con el
interminable talento del Chacho, el
orgasmo triplista de Carroll (ya sabéis, Yeisi
es amor), la explosividad de Llull, los mates en el cielo de Rudy, los saltos
de Slaughter, el posteo de Darden, la mala leche de Borousis, los robos del ladronzuelo
Draper, la báscula del Monarca
Felipe y la seda de Mirotic. Hasta los recién llegados Mejri y Díez se están
acoplando a una maquinaria que no chirría en ningún momento del proceso. Porque
todo lo anterior junto es una bomba. Enamorar es sentarte en la butaca y
asistir a la sociedad Sergio-Rudy. Pero enamorar también es flipar con 3
defensas seguidas en las que el rival ni siquiera puede lanzar a canasta. La
gran virtud de Pablo Laso es haber organizado de forma coral el inmenso talento
que atesora su plantilla. Eso no es otra cosa que formar un EQUIPO, con
mayúsculas.
La memoria es corta. Y en el
deporte, la memoria es tan corta que algunos ni se acuerdan de lo que pasó hace
5 minutos. Pues hace 5 minutos Pablo Laso estaba muy cuestionado. Fuera y
dentro. Tengo la convicción de que si el Madrid no hubiera alzado el título
liguero, el entrenador no hubiera continuado. De hecho, he de pensar que sigue
cuestionado cuando finaliza contrato en 8 meses y la sección ni siquiera se ha
acercado a él para tantearle con su renovación. Laso cobra poco dinero, Laso
estaría encantado de continuar su proyecto más allá de cuestiones económicas…
pero necesita recibir la fuerza y el apoyo de los que mandan. Laso se podría
haber marchado este verano pagándole al Real Madrid una cantidad casi
insignificante. Laso decidió quedarse a pesar de que le llenaban la cartera de
billetes en Turquía y en Rusia. Y su Real Madrid sigue ganando… y enamorando. Todos
en la sección son conscientes de que este grupo de jugadores tiene una gran
oportunidad de hacer historia, de levantar títulos, incluso de conquistar la
tan anhelada por los hinchas novena Copa de Europa. Los jugadores saben que son
muy buenos y que se ha ensamblado un proyecto con pocos límites. Todos los
actores se encomiendan al triunfo, pero también al amor. Ya sabéis, GANAR Y
ENAMORAR. Laso regala amor en forma de baloncesto. De
momento, el que debería de ser su principal pretendiente, el club, le regala
una colección de calabazas. La
victoria y el amor no sirven para firmar la renovación ¿Por qué?