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lunes, 21 de octubre de 2013

GANAR Y ENAMORAR


     En el deporte ganar es muy difícil. Mucho, muchísimo. Incluso para los mejores equipos, para los que gozan de más recursos, para los más poderosos. Degustar el  sabor de la victoria requiere meses de trabajo, de dedicación, de saber digerir los tropiezos, de cambios de humor, de constancia… incluso de suerte, un factor decisivo en cualquier competición deportiva. Ganar es muy difícil. Ganar y enamorar es casi imposible. Sólo unos cuantos equipos han conseguido mezclar en la misma frase el triunfo y el amor. Equipos que han ocupado una o varias páginas en los libros de historia. Hoy y ahora hay un grupo de profesionales que lo está consiguiendo: el Real Madrid de baloncesto.  

     Este Real Madrid, el de Pablo Laso, gana y enamora. Suma 5 triunfos en otros tantos choques oficiales, ya con un título incluido, la Supercopa. Un trofeo que ha revalidado el técnico vitoriano, que todavía en el amanecer de su tercer curso como boss suma además una Liga, una Copa y un subcampeonato de Europa. Basta con acudir al bagaje de los últimos 15 años para darse cuenta de que ha sido Pablo Laso el que ha devuelto la etiqueta de ganador a un equipo que la había perdido después de suculentos banquetes durante décadas y décadas. El Madrid ha ganado mucho durante su historia. El Madrid había ganado muy poco en los últimos lustros. Pablo Laso está invirtiendo una tendencia que apunta a un cortoplacismo con más éxitos.

     Ganar. Una palabra, cinco letras que incluyen un manual de teorías, de sensaciones, de caminos, de sistemas, de apuestas. Para un deportista ganar lo es todo. Para un actor de un equipo que aspira a títulos ganar es abrazar la Gloria, perder el control, sonreír hasta que el siguiente reto te invada el alma. Ganar es un destino. Llegar a ese destino ya es en sí mismo un éxito. Pero no todos los caminos son iguales. Este Real Madrid ha elegido la senda más difícil, la más abrupta, la que despierta más críticas, la que nunca acaba de convencer. La del amor. Enamorar nunca es fácil, pero si lo consigues la satisfacción del receptor es infinita. Enamorar es ser feliz y hacer felices a los demás, en este caso a los aficionados de tu equipo… y a los aficionados al baloncesto en general, como éste que escribe. Si consigues enamorar tu huella permanece, ya nunca te van olvidar. “¿Te acuerdas cómo jugaba al baloncesto aquel equipo de Pablo Laso?”, recordarán los basketmaniacos dentro de unos años.
 
 
 

     El Real Madrid enamora con el interminable talento del Chacho, el orgasmo triplista de Carroll (ya sabéis, Yeisi es amor), la explosividad de Llull, los mates en el cielo de Rudy, los saltos de Slaughter, el posteo de Darden, la mala leche de Borousis, los robos del ladronzuelo Draper, la báscula del Monarca Felipe y la seda de Mirotic. Hasta los recién llegados Mejri y Díez se están acoplando a una maquinaria que no chirría en ningún momento del proceso. Porque todo lo anterior junto es una bomba. Enamorar es sentarte en la butaca y asistir a la sociedad Sergio-Rudy. Pero enamorar también es flipar con 3 defensas seguidas en las que el rival ni siquiera puede lanzar a canasta. La gran virtud de Pablo Laso es haber organizado de forma coral el inmenso talento que atesora su plantilla. Eso no es otra cosa que formar un EQUIPO, con mayúsculas.

     La memoria es corta. Y en el deporte, la memoria es tan corta que algunos ni se acuerdan de lo que pasó hace 5 minutos. Pues hace 5 minutos Pablo Laso estaba muy cuestionado. Fuera y dentro. Tengo la convicción de que si el Madrid no hubiera alzado el título liguero, el entrenador no hubiera continuado. De hecho, he de pensar que sigue cuestionado cuando finaliza contrato en 8 meses y la sección ni siquiera se ha acercado a él para tantearle con su renovación. Laso cobra poco dinero, Laso estaría encantado de continuar su proyecto más allá de cuestiones económicas… pero necesita recibir la fuerza y el apoyo de los que mandan. Laso se podría haber marchado este verano pagándole al Real Madrid una cantidad casi insignificante. Laso decidió quedarse a pesar de que le llenaban la cartera de billetes en Turquía y en Rusia. Y su Real Madrid sigue ganando… y enamorando. Todos en la sección son conscientes de que este grupo de jugadores tiene una gran oportunidad de hacer historia, de levantar títulos, incluso de conquistar la tan anhelada por los hinchas novena Copa de Europa. Los jugadores saben que son muy buenos y que se ha ensamblado un proyecto con pocos límites. Todos los actores se encomiendan al triunfo, pero también al amor. Ya sabéis, GANAR Y ENAMORAR. Laso regala amor en forma de baloncesto. De momento, el que debería de ser su principal pretendiente, el club, le regala una colección de calabazas. La victoria y el amor no sirven para firmar la renovación ¿Por qué?
 
 

lunes, 14 de octubre de 2013

EL PEGAMENTO


     Señoras y señores, el pegamento está de moda. Sí, es una palabra muy utilizada últimamente por los periodistas deportivos. A mí me gusta, me gusta mucho. Las palabras buenas son aquellas que permiten al receptor visualizar de qué o quién estamos hablando. En ese sentido, pegamento es uno de los vocablos más visuales que existen.
            
     Basta con dar una vuelta por la página de la Real Academia Española (RAE), una de las más útiles y pedagógicas que se pueden encontrar en Internet, para comprobar las múltiples acepciones que tiene la palabra pegamento. Sin embargo, para mí su sentido más importante es el menos tangible. Que una persona sea el pegamento siempre es bueno, porque eso quiere decir que posee la capacidad de unir, incluso de encadenar formas de ser diferentes, caracteres antagónicos o incluso pensamientos muy alejados entre sí. Pegamento en su familia, pegamento en su trabajo, pegamento en su grupo de amigos. Siempre es una virtud, o mejor todavía, un conjunto de virtudes. Porque para llegar a lucir la etiqueta pegamento hay que tener mucha personalidad, grandes dosis de diplomacia, un control absoluto de los sentimientos propios y ajenos y, lo más importante y que además viene de fábrica, una ascendencia brutal sobre las personas que te rodean. Pensad rápido. ¿Qué personas de vuestro entorno son pegamento?

     En el deporte el pegamento es esencial, básico, en la mayoría de las ocasiones imprescindible. Encontramos ejemplos concretos en los grandes equipos nacionales que estamos disfrutando desde hace varios años. El pegamento de la Selección Española de fútbol son Pepe Reina y el propio Vicente del Bosque. Del Bosque, un hombre conciliador  que toma decisiones importantes y que se ha ganado el respeto de un vestuario con muchos gallos. Un tipo que fue capaz de enfriar aquel ambiente insoportable entre los jugadores del Real Madrid y del Barcelona. Y lo hizo con riñas públicas y lecciones para la historia. El salmantino, conocedor de la gran valía del pegamento, no prescindirá jamás de Pepe Reina, especialista en unir, hacer reír y blindar al grupo cuando la crítica saca el colmillo.
 
 
 
 
     En la España de baloncesto el pegamento eran hombres como Garbajosa o Mumbrú, y en la de balonmano Hombrados o Garabaya. Incluso en los exitosos equipos nacionales de Copa Davis tenistas como Joan Balcells o Marc López han sido piezas claves. Aunque lo cierto es que Rafa Nadal es tan especial que hace a la vez de jugón, martillo, talento, pelotas y bote de pegamento de 10 kilos. Dentro de cada gran equipo hay un pegamento que (quizás) nunca aparecerá en las primeras líneas de los libros de historia... pero sin el que esos libros de historia jamás se hubieran escrito.

     Más ejemplos. Sergio Ramos en el Madrid, Simeone en el Atleti, Puyol en el Barcelona, Belenguer en el Getafe, Albelda en el Valencia, Cobeño en el Rayo Vallecano, Hervelle en el Real Madrid y ahora en Bilbao Basket, Jiménez en Estudiantes, Ferrán López, Solana y Salva Guardia en aquel irrepetible Fuenlabrada, Grimau en el gran Barça de basket, Amaya Valdemoro y Elisa Aguilar en la Selección femenina... yo qué sé. Hay muchos más ejemplos y seguro que vosotros estáis más listos que yo para encontrarlos. Me gusta la palabra pegamento. Me gustan los deportistas que guardan tubos y tubos de pegamento en ese cajón reservado sólo para los hombres o mujeres que marcan la diferencia. Es más, creo que uno de los mejores piropos que puede recibir un trabajador de cualquier sector es que es el pegamento. Los hay, deportistas y trabajadores, capaces de unir piezas destrozadas, rotas y tremendamente desiguales. Piezas que serían imposibles de colocar en cualquier puzzle.
 
 

viernes, 4 de octubre de 2013

ME DUELE MI PROFESIÓN



              Para mí el periodismo es la profesión más hermosa del mundo. Y en concreto la rama del periodismo deportivo es fascinante, un sueño vocacional que uno tiene desde pequeño, una forma de vida que uno disfruta cuando cumple ese sueño. Partimos de esta premisa antes de dar el salto a la dura realidad, que nos muestra sin compasión una alarmante tasa de paro en la profesión, unos sueldos en muchos casos miserables y un intrusismo que enrabieta más que por el intrusismo en sí, porque los intrusos son muchas veces verdaderos incapaces. Aun así, cuando he tenido la inmensa fortuna de compartir un rato con jóvenes estudiantes de periodismo, siempre he huido del discurso natural y mayoritario. Yo les digo que peleen por su sueño porque cercenar los sueños humanos se está convirtiendo en una penosa costumbre.

                Me duele mi profesión, la de periodista (deportivo). Me duele porque honestamente creo que estamos lejos de nuestro mejor momento. Huyo completamente de la tentación de dar lecciones públicas de buen o mal periodismo, un error en el que (casi) todos incurrimos de vez en cuando. Por eso voy a utilizar en todo momento el nos, aunque siempre me ha parecido injusto hablar de la famosa prensa, uno de los sectores más heterodoxos que conozco, como un ser individual e indivisible. Repito, no pretendo impartir ninguna lección, pero como profesional sí me siento legitimado para transmitir una humilde opinión, mis certezas y mis millones de dudas. Pienso que es una buena manera de construir, de hacer pensar, de recibir opiniones, incluso de masticar concienzudamente críticas severas que pueden abrirme los ojos. Que nadie se tome este texto como lección de nada, simplemente es una vía de escape. Los que escribimos a menudo lo hacemos, entre otras cosas, para ser leídos. Para compartir lo que llevamos dentro.

                Os decía que me duele mi profesión, me duele el periodismo deportivo versión siglo XXI. El periodismo de filias y fobias, el periodismo de forofos, el periodismo de bufanda, y en ocasiones camiseta, pantalón, calcetines y hasta gayumbos de éste o aquel equipo de fútbol. En mi idea de periodismo es inconcebible que un oyente o un telespectador acudan a una tertulia conociendo de antemano cuál va ser la opinión de cada contertulio. Casi ni importa la realidad, lo que haya sucedido media hora antes en un campo de fútbol o en una sala de prensa. Los periodistas se han convertido en personajes con un rol muy definido, el de contentar a unos, que lo ven como el gran gurú, y encabronar a otros, que colocan cada noche a este periodista en el hueco de la diana reservado para los 50 puntos. Una forma de proceder con la que lanzamos por la ventana toneladas de credibilidad.

                Nos hemos acercado sin rubor a la conducta habitual del periodismo rosa. Es ya habitual ver a un reportero/a persiguiendo un coche conducido por un futbolista que ni siquiera va a bajar la ventanilla. Del kétchup y la mostaza hemos pasado a una salsa rosa pegajosa y hasta caducada. Nos acercamos al efecto Sálvame  en el contenido y también en la fachada, es decir, en las músicas, en los rótulos, en los famosos cebos, en los gritos, en la puesta en escena. Siempre he defendido que el populismo es un camino demasiado fácil para un periodista. El periodismo siempre te obliga a elegir senderos más abruptos.
 
 

                Los periodistas tenemos mucha culpa de la situación actual, a la que también han contribuido, por ejemplo, los clubes de fútbol. Traigo un ejemplo real que sirve para ilustrar el papanatismo y la sinrazón que reina en muchas ocasiones en la relación entre los servicios de prensa de los clubes y los medios de comunicación. Junio de 2012. El Real Madrid C, por aquel entonces equipo de Tercera División, jugaba en Binissalem (Baleares) una eliminatoria de ascenso. Onda Madrid, la radio de la Comunidad de Madrid, se desplazó a cubrir el partido cargando con los gastos del avión, coche de alquiler, hotel y línea digital para trasmitir el partido. Pues bien, durante la semana anterior al choque Onda Madrid no pudo hacer ninguna entrevista a ningún jugador del equipo por decisión del club. Es difícil encontrar un ejemplo de locura mayor que este, a mi desde luego no se me ocurre. Para mear y no echar gota.

                Me duele mi profesión. Por eso disfruto como un enano cada domingo a las 23 horas viendo un programa de televisión como El día del fútbol. Por eso aprendo cada día de muchos compañeros que cuidan esta profesión, que miman esta profesión. Por eso me deleito leyendo unos cuantos blogs en Internet que siempre aportan algo que te hace pensar. Por eso admiro a los periodistas que cuentan historias. Porque los periodistas tenemos millones de historias detrás de la puerta, historias que merecen ser contadas. El hincha puede, y quizás debe, ser un forofo, pero el periodista jamás. Se puede transmitir pasión y emoción por la radio sin abrazarse al forofismo barato y, en muchas ocasiones, servil. Porque ahí está la madre del cordero. Poder, intereses, favores. Han existido toda la vida en el periodismo, también en el deportivo. Pero en los últimos tiempos han alcanzado un grado realmente alarmante.

Mi experiencia me dice que ahí fuera hay muchos receptores de información que buscan equilibrio, honestidad, verdad. Un periodista ha de intentar cada día de su vida acercarse a la famosa máxima de contar lo que ve y opinar lo que piensa. Acercarse, seguro que mis compañeros de profesión me entienden. Algo que parece fácil y que se ha convertido en una quimera de dimensiones bíblicas.  Me duele mi profesión, sí. La profesión más maravillosa del mundo. Y pienso que los periodistas somos los grandes culpables de lo que está ocurriendo.

PD. Pido perdón de corazón si alguien se ha sentido ofendido por este artículo.