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sábado, 12 de marzo de 2016

CESTA VA, CESTA VIENE


     Sergio Llull, ese tipo que piensa que todo es posible, y que ya ha convencido a todos, los suyos y los que no son suyos, de que todo es posible, lanza una mandarina (con toda la intención, ojo) desde Torrent y logra que en la Fonteta el 100 pase al 1, el decibelio al silencio cementerial, el blanco al negro, la euforia incontrolable a la terrible decepción, el 18-10 de tensión al 4-2 y las ganas incontrolables de saltar a la enorme flojera de piernas. Y que en miles de hogares españoles ese proceso sea justo al contrario. Creedme, es casi imposible encontrar otro deporte en el que en apenas un segundo el ser humano invierta los extremos de sus sentimientos. El deporte son imposibles, cambios y últimos minutos, pero no tan acusados como el dios del baloncesto hace posible de vez en cuando.
   
     Justin Doellman creyó cuando ya casi nadie lo hacía. Convirtió una de las actuaciones más memorables de la historia de la Euroliga en una faena de aliño cargada de paz espiritual. En menos de 5 segundos se cascó un triple, lo celebró, bajó a defender, respiró, intuyó, dio varios pasos hacia adelante, corrió, robó el balón, se frenó, se alzó y la enchufó limpia. Si el Barcelona logra hacer algo grande en esta Copa de Europa, que encarguen en la Ciudad Condal una estatua gigante del Capitán América. Qué fe del americano y de todo el Barça porque el CSKA tenía el partido ganado y la pifiaron en varias ocasiones con un carrusel de torpezas impropias de un equipo tan potente. Permitieron que Hines fuera a su patíbulo del tiro libre y disfrazaron una vez más de irresponsable a Teodosic, cuando el partido llegó a los momentos de la verdad siempre eligió mal. Fue un final apoteósico, otro de esos momentos que siempre guardaremos en nuestra cajita de momentos asombrosos.

   


     Hoy me gusta el baloncesto más que ayer. Y estoy convencido de que hoy me gusta el baloncesto menos que mañana. Cada día de basket aparecen muchos motivos para amar con desenfreno a este deporte, pero los últimos tiempos están siendo gloriosos. La Copa de Coruña fue fantástica, con sorpresas que se echaban de menos en años anteriores. El grupo del infierno en el Top 16 es una bendición para el aficionado, nos quedan 4 jornadas espectaculares, difícil que se repita esta emoción en temporadas posteriores. La NBA, cuya "regular season" nunca me entusiasmó, nos está regalando momentos mágicos, con esos Warriors y ese Curry que convierten el baloncesto en la actividad de ocio más excitante del planeta. Hoy mismo nos hemos levantado con un triple ganador de Ricky Rubio tras un jugadón de Wiggins.

     La vida sin el baloncesto sería mucho más aburrida. Salivo a litros sólo de pensar en lo que nos queda por delante, con los JJOO en el fondo de la recta. Emoción tras emoción, partidazo tras partidazo, cesta a cesta. Y en los últimos tiempos estas cestas están siendo simplemente antológicas.


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