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jueves, 9 de octubre de 2014

ESE RETO INTERMINABLE



   Llevo 11 meses sin poder correr más de 10 kilómetros. El último día que corrí más de 10 kilómetros me hice una maratón, el 17 de noviembre de 2013 en Valencia. Aquí os conté aquella aventura inolvidable que siempre formará parte de la mochila de mi vida http://tri-tri-triple.blogspot.com.es/2013/11/llegar-el-ultimo-es-un-privilegio-que.html. Algunos días recuerdo aquella maratón como si hubiera sido hace una década, otros como si la hubiera completado antes de ayer. Entre medias he negociado muchas vicisitudes que me han llevado a compartir con todos vosotros este post. Hablaré de running, sí. De deporte, también. Pero el fondo de estas líneas se abraza con pasión a lo vital, a lo humano, a lo sentimental.

     Tras conseguir el reconfortante desafío de finalizar mi primera maratón, me puse manos a la obra para buscar soluciones a mis rodillas dañadas. Probé varias cosas con escasa fortuna y peores resultados, ya que al final (o incluso a la mitad) del camino las rodillas volvían a incordiar. Dominar la frustración se convirtió en una batalla con pistolas de agua frente a un rival con metralletas y tanques. Hice la transición al minimalismo (quizás los corredores habituales sabréis de qué hablo), pero la San Silvestre Vallecana y más adelante una carrera popular en la Ciudad Universitaria de Madrid me hicieron desistir. Endiablada y endemoniada cintilla iliotibial, ni te imaginas las veces que te he maldecido.




     5 meses después de la Maratón de Valencia encontré el principio de la solución en una llamada a Víctor García, atleta olímpico, medallista europeo y Campeón de España de 3000 obstáculos. Víctor dirige junto a la gran Rocío una escuela de atletismo enfocada a atletas populares llamada VG RUNNING. Tras esa larga llamada en la que Víctor me escuchó, me entendió y me animó, inicié un lentísimo proceso de recuperación alternando leves entrenamientos con exigentes sesiones de fisioterapia. “¿Víctor, cuándo puedo correr una carrera de 10 kilómetros?” “Aún no, paciencia”. Pregunta y respuesta se repetían con frecuencia. Entre medías no dejé de hacer ni un solo entrenamiento, ni un solo estiramiento, ni un solo fortalecimiento de los programados. Creedme que esa disciplina y tenacidad que nos exige el deporte la podemos trasladar cada día a nuestra vida cotidiana.

     No me han vuelto a doler las rodillas, aunque también es cierto que, de momento, no he vuelto a correr media distancia ni distancias largas. Pero desde que disfruto en VG RUNNING con mis entrenadores y compañeros de fatigas he mejorado mi rendimiento y he sido capaz de conseguir registros en carreras populares impensables hace algunos meses. Eso es lo de menos, creedme, lo más importante para mí es haber conseguido volver a disfrutar de una de mis pasiones, de uno de mis hobbies, de uno de mis vicios.

     Pero esta reflexión no termina aquí, de hecho es ahora cuando empieza. Tras parar la actividad unos 15 días en verano (carrerita por una espectacular playa tailandesa mediante), volví a los entrenamientos a principios de agosto. Y por primera vez desde que le doy al running, comenzó a molestarme el dichoso tendón de Aquiles. Si habéis sufrido esta dolencia sabréis que es una lesión pesada, latosa, molesta, desesperante. Me frenó de golpe la euforia y la avidez de nuevos retos, tuve que aparcar esa Media Maratón que comenzaba a renacer en mi cerebro. 2 meses después aún me estoy recuperando, es ahora cuando empiezo, una vez más, a ilusionarme con la búsqueda de nuevos desafíos. Despacito, pero sin pausa.




     ¿Qué he querido transmitiros con este rollo que os he soltado? Que nuestras pasiones están por encima de la razón, que a mí también me han preguntado 1000 veces por qué sigo corriendo si me hace daño, que durante este tortuoso camino yo también he pensado en abandonar la aventura y buscar otra actividad, que tengo más hojas con ejercicios de fortalecimiento que apuntes un estudiante de medicina, que quizás algún día tenga que asumir que en mi cabeza tengo la Maratón de Madrid y la de Nueva York, pero en mis rodillas no, que, que, que, que, que… ¡qué merece la pena, coño!


     Merece la pena madrugar en el amanecer de un día intenso para poder rodar un poco, merece la pena salir a correr con lluvia, viento y frío, merece la pena meter la ropa de correr en la maleta antes de emprender un viaje, merece la pena empezar de 0 unas cuantas veces para demostrarse a uno mismo que rendirse es la elección más cómoda y facilona. Estos 11 meses me han traído regalos envenenados en forma de mal humor y toneladas de frustración, pero también impagables instantes de satisfacción y abrazos emocionados con ese aliado invisible llamado fuerza de voluntad. Me alegro de no haberlo dejado porque esta aventura me ha ayudado en mi vida laboral, en mi higiene mental y también en los miles de detalles cotidianos que acompañan mi existencia.


     Esto vale para el running, para el Iron Man, para la bici, para la natación, para las clases de guitarra, para los cursos de cocina… para casi todo. Nuestra vida está repleta de desafíos. Alimentar nuestros vicios con una dosis de ingrediente irracional es muchas veces necesario. Al final la vida no es más que un reto interminable. Yo he querido compartir con todos vosotros el mío. 



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