Llevo 11 meses
sin poder correr más de 10 kilómetros. El último día que corrí más de 10
kilómetros me hice una maratón, el 17 de noviembre de 2013 en Valencia. Aquí os
conté aquella aventura inolvidable que siempre formará parte de la mochila de
mi vida http://tri-tri-triple.blogspot.com.es/2013/11/llegar-el-ultimo-es-un-privilegio-que.html. Algunos días recuerdo aquella maratón como si hubiera sido hace una década,
otros como si la hubiera completado antes de ayer. Entre medias he negociado
muchas vicisitudes que me han llevado a compartir con todos vosotros este post.
Hablaré de running, sí. De deporte, también. Pero el fondo de estas líneas se
abraza con pasión a lo vital, a lo humano, a lo sentimental.
Tras conseguir el reconfortante desafío de
finalizar mi primera maratón, me puse manos a la obra para buscar soluciones a
mis rodillas dañadas. Probé varias cosas con escasa fortuna y peores resultados,
ya que al final (o incluso a la mitad) del camino las rodillas volvían a
incordiar. Dominar la frustración se convirtió en una batalla con pistolas de
agua frente a un rival con metralletas y tanques. Hice la transición al
minimalismo (quizás los corredores habituales sabréis de qué hablo), pero la
San Silvestre Vallecana y más adelante una carrera popular en la Ciudad Universitaria de
Madrid me hicieron desistir. Endiablada y endemoniada cintilla iliotibial, ni
te imaginas las veces que te he maldecido.
5 meses después de la Maratón de
Valencia encontré el principio de la solución en una llamada a Víctor García,
atleta olímpico, medallista europeo y Campeón de España de 3000 obstáculos. Víctor
dirige junto a la gran Rocío una escuela de atletismo enfocada a atletas
populares llamada VG RUNNING.
Tras esa larga llamada en la que Víctor me escuchó, me entendió y me animó, inicié
un lentísimo proceso de recuperación alternando leves entrenamientos con
exigentes sesiones de fisioterapia. “¿Víctor, cuándo puedo correr una carrera
de 10 kilómetros?” “Aún no, paciencia”. Pregunta y respuesta se repetían con
frecuencia. Entre medías no dejé de hacer ni un solo entrenamiento, ni un solo
estiramiento, ni un solo fortalecimiento de los programados. Creedme que esa
disciplina y tenacidad que nos exige el deporte la podemos trasladar cada día a
nuestra vida cotidiana.
No me han vuelto a doler las
rodillas, aunque también es cierto que, de momento, no he vuelto a correr media distancia ni
distancias largas. Pero desde que disfruto en VG RUNNING con mis entrenadores y compañeros de fatigas he mejorado mi rendimiento y he
sido capaz de conseguir registros en carreras populares impensables hace
algunos meses. Eso es lo de menos, creedme, lo más importante para mí es haber
conseguido volver a disfrutar de una de mis pasiones, de uno de mis hobbies, de
uno de mis vicios.
Pero esta reflexión no termina
aquí, de hecho es ahora cuando empieza. Tras parar la actividad unos 15 días en
verano (carrerita por una espectacular playa tailandesa mediante), volví a los
entrenamientos a principios de agosto. Y por primera vez desde que le doy al
running, comenzó a molestarme el dichoso tendón de Aquiles. Si habéis sufrido
esta dolencia sabréis que es una lesión pesada, latosa, molesta, desesperante.
Me frenó de golpe la euforia y la avidez de nuevos retos, tuve que aparcar esa
Media Maratón que comenzaba a renacer en mi cerebro. 2 meses después aún me estoy
recuperando, es ahora cuando empiezo, una vez más, a ilusionarme con la búsqueda de nuevos
desafíos. Despacito, pero sin pausa.
¿Qué he querido transmitiros con
este rollo que os he soltado? Que nuestras pasiones están por encima de la
razón, que a mí también me han preguntado 1000 veces por qué sigo corriendo si
me hace daño, que durante este tortuoso camino yo también he pensado en abandonar
la aventura y buscar otra actividad, que tengo más hojas con ejercicios de
fortalecimiento que apuntes un estudiante de medicina, que quizás algún día
tenga que asumir que en mi cabeza tengo la Maratón de Madrid y la de Nueva
York, pero en mis rodillas no, que, que, que, que, que… ¡qué merece la pena,
coño!
Merece la pena madrugar en el
amanecer de un día intenso para poder rodar un poco, merece la pena salir a
correr con lluvia, viento y frío, merece la pena meter la ropa de correr en la
maleta antes de emprender un viaje, merece la pena empezar de 0 unas cuantas
veces para demostrarse a uno mismo que rendirse es la elección más cómoda y
facilona. Estos 11 meses me han traído regalos envenenados en forma de mal
humor y toneladas de frustración, pero también impagables instantes de
satisfacción y abrazos emocionados con ese aliado invisible llamado fuerza de
voluntad. Me alegro de no haberlo dejado porque esta aventura me ha ayudado en
mi vida laboral, en mi higiene mental y también en los miles de detalles cotidianos que acompañan mi
existencia.
Esto vale para el running, para
el Iron Man, para la bici, para la natación, para las clases de guitarra, para
los cursos de cocina… para casi todo. Nuestra vida está repleta de desafíos.
Alimentar nuestros vicios con una dosis de ingrediente irracional es muchas
veces necesario. Al final la vida no es más que un reto interminable. Yo he
querido compartir con todos vosotros el mío.
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