“Cuando las
cosas se hacen mal, no pueden salir bien”. La frase no es mía, sino de una
persona que conoce muy bien a este Real Madrid de baloncesto. Quizás sea
demasiado severa, pero es simple y no esconde ninguna mentira. En estas líneas
vamos a tratar de desmenuzar los porqués de esta situación, que los lectores
fieles (infinitas gracias) ya pudieron intuir en este blog durante el pasado verano.
El Real Madrid acumula 6 derrotas oficiales en este curso que justo ahora
cambia de año. Eso es noticia, desde luego. Y lo es mucho más que se haya
dejado 4 de los últimos 5 choques ACB, todos a domicilio (Bilbao, Estudiantes,
Barcelona y Málaga). Aún así, no es lo más preocupante. Ni de lejos. Lo
alarmante en este proyecto 4.0 de Pablo Laso son las sensaciones, lo que se ve
y lo que se atisba, los síntomas de una crisis aguda de fe. Es curioso, ¿no? Un
equipo agobiado siempre por los impenitentes resultadistas se descose no cuando
deja de ganar, sino cuando deja de ganar porque ha perdido la alegría y la
cohesión. Para mí es un matiz tan importante como difícil de calibrar en los
despachos más grandes de los clubes más grandes.
Galopante crisis de fe. E insisto,
todo viene del verano post-finales perdidas. Los que mandan (Juan Carlos y
Florentino) no confían en Laso y Pablo lo sabe. Él ya no tiene los ayudantes
que quiere ni confecciona la plantilla que desea. Los jugadores, que conocen
esto, tampoco confían ciegamente en el entrenador que durante mucho tiempo los
hizo felices, pero no les pudo regalar la Copa de Europa. Una falta de
confianza que se arrastra desde Milán y que en algunos casos concretos es
completamente irreconducible. Para ser feliz hay que creer en lo que se hace,
en la vida y en el baloncesto. Los jugadores ya no lo hacen, por eso el actual
Real Madrid es un equipo con evidentes taras defensivas y con un excesivo abuso
del “yo me lo guiso” en ataque. Las mandarinas a veces entran porque son muy
buenos, pero esa es una tendencia inaceptable para una escuadra que quiere
campeonar. Y ojo, a continuación viene para mí lo más grave.
Yo, hincha acérrimo de este
maravilloso deporte llamado baloncesto, bendigo a Pablo Laso y al núcleo de
este grupo de jugadores porque me han hecho gozar hasta el límite con momentos
portentosos de juego y de showtime. Sí, ya sé que a ti, hincha acérrimo del
Real Madrid, sólo te valen los títulos, pero yo no tengo esa necesidad y por
eso siempre he plasmado en este blog que, ocurriera lo que ocurriera, el legado
inmaterial de este proyecto era espectacular. El entrenador vitoriano tiene un
mérito bárbaro. Por eso he escrito arriba que ahora viene lo más grave: no
reconozco a este Pablo Laso. Lo noto completamente sólo, sin nadie de plena
confianza al lado para templarlo, animarlo, censurarlo o ayudarlo en la
intermediación con los actores. Conozco a Chus Mateo, es un sensacional entrenador
y un fantástico tipo, pero no es el hombre de Laso. Así de fácil, así de
difícil. Ya no es el Pablo Laso con fe ciega en esa pizarra que en tiempos muy
turbulentos le hizo apostar sin ambages por Slaughter, Darden o Mejri, fichajes
de entrenador, no de club ni de afición. El Laso que yo conozco estaría
utilizando a Marcus Slaughter, y más con las penurias defensivas que exhibe su
equipo. No valoro si sería acertado o no, simplemente defiendo que el Laso de
verdad haría eso. Es como si supiera que tiene fecha de caducidad y estuviera
convencido de no puede revertir la situación. Sólo, muy sólo.
A día de hoy ningún jugador del
Real Madrid está a su nivel, salvo Felipe Reyes. Ninguno. De los fichajes,
Ayón, Rivers y Campazzo no aprueban.
Nocioni y Maciulis cumplen, nada más. Rudy asoma pero está lejos de su
necesario rol decisivo. Llull luce un rostro crispado, no es feliz. Hasta mi
admirado Sergio Rodríguez está mustio, penalizado mitad por la pubalgia, mitad
por rara vez aparecer más de 20 minutos sobre el parqué. El juego interior no
tiene peso en la faceta ofensiva del conjunto merengue. Bourousis está firmando
una notable campaña, pero ha sucumbido estrepitosamente en las 4 o 5 citas en
las que se ha topado con centers de verdad. Si con Tabak la pintura no carbura,
¿para qué lo ficharon?
El Madrid no ha perdido nada… y
ha perdido mucho. Opta a los 3 títulos grandes (febrero, mayo y junio) y viene
de levantar la Supercopa en septiembre pasando por encima del Barcelona. Un
Barça que tampoco carbura, lo cual siempre es un pequeño bálsamo en esa eterna
e innegociable rivalidad. Todo esto es verdad, pero por el camino se van
cayendo piezas básicas del otrora puzzle de las emociones: alegría, fe,
confianza, cohesión, unión, sonrisas. Coño, si es que en muchos partidos este
Madrid no corre, no mata la cesta rival, no chocan sus pechos tras una acción
espectacular. Eso también es baloncesto, aunque jamás acabe en las vitrinas de
la sala de trofeos. Jugadores, responsables. Pablo Laso, mucho. Pero Juan Carlos
Sánchez y Florentino Pérez, también. Dejaron en la nevera un yogurt que ellos
ya veían como caducado, y las decisiones a medias no son decisiones. La sección
de baloncesto tiene un problema desde hace mucho tiempo, un problema que no
nace ni en la sección ni en el baloncesto. Los que mandan quieren a la chica
guapa a toda costa. Y aunque estén a punto de convencerla después de un largo y
trabajado cortejo, en cuanto notan que se lo piensa un poco, la rechazan. Y el
deporte nos ha enseñado muchas veces que para el sí de la chica guapa hace
falta recorrer un camino lleno de decepciones, derrotas y fallos. Si el chico
cree, lo logrará. Este chico apuesto, elegante y con recursos llamado Real
Madrid ya no cree. Sólo un giro inesperado o un milagro pueden frenar el
deterioro del proyecto más largo del baloncesto moderno del Real Madrid. Y ojo,
no seré yo quien entierre esa posibilidad porque el dios del basket me ha
sorprendido en muchas ocasiones. Pero ahora mismo la situación del Real Madrid
de baloncesto parece un callejón sin salida.